No hace mucho, leyendo una conocida revista cultural, me topé con una frase que llamó mucho mi atención:
“El poder está en la mente de muchos, pero en manos de unos pocos”
Usted y yo sabemos que esto es así. Ocurre en todos los ámbitos, ya sea cultural, político o social. Son muchos los que se aprovechan con aquello de que el que tiene el conocimiento tiene el poder, y lo pone de manifiesto poniéndole el pie en el cuello a quien no puede defenderse por sus limitadas capacidades físicas o seculares.
El ser humano está decidido hoy por hoy a autodestruirse, a buscar, como el que se ahoga, salir a la superficie arrastrando si es posible, hasta al que intente ayudarlo… en palabras de los sabios y de los conocedores de la conducta humana, vivimos paralelamente al calentamiento global provocado por nosotros mismos, en un calentamiento inmoral, en un “underworld” tan macabro e insalubre, tan perverso y maligno que preferimos hacernos los desentendidos y auto convencernos de que aquí no pasa nada. El amor se nos ha enfriado y buscamos una capa protectora contra todo aquello que nos puede hacer mal; hemos caído en el infortunio de padecer por habernos olvidado de todo eso que es sencillo y puro. No sé si no se habrá dado cuenta, pero de un tiempo acá hemos puesto nuestro corazón en cubetas para meterlas al congelador de nuestro refrigerador personal. Las circunstancias políticas, la violencia nacional, el alza de precios y los problemas familiares han conllevado de a poco a ponernos erizados como los gatos, reacios a una caricia o piropo por desconfiados.
Nuestro mundo moral se ha calentado a tal grado de que muy poco nos importa dónde jugarán los niños en el futuro. Hemos empezado a decir en comerciales televisivos que los niños no son el futuro, sino el presente… y es que es mejor disfrutar de nuestros hijos ahora porque ya no sabemos si habrá futuro. Nos duele saber que el mañana es incierto pues de un momento a otro un comando armado pude llegar y rafagear la escuela, el supermercado, la disco, mi lugar de trabajo, la playa, etc.
El hombre quiere el poder… yo también lo quiero, lo anhelo, aspiro a él… pero mi querer el poder tiene otros tintes. Quiero poder llegar a mañana en compañía de los míos y aquí en mi patria. Poder crecer moral y económicamente aquí en mi país sin inquietarme con ese tonto anhelo de querer ir tras un sueño americano muy percudido e incierto, menos ahora que de llegar a la presidencia Donald Trump, las cosas se pondrían non gratas. Quiero poder para llegar tarde a tarde a mi hogar y ser recibido por mis hijas con una sonrisa. Quiero salir a caminar tranquilo por las calles de mi ciudad y volver a casa entrada la noche sin ningún contratiempo… quiero poder ser feliz.
Hoy muchos de nosotros tenemos el privilegio de tener el poder en nuestra mente y también en nuestras manos. El poder nos llega porque de un modo u otro le damos batalla a ese calentamiento inmoral que nos ataca a diestra y siniestra. Nos hemos cubierto con esa coraza que impide la entrada de asuntos desmoralizadores. Hemos tomado la espada de la voluntad para seguir creyendo en nuestra patria y luchar contra quienes se han encargado de ridiculizarla para hacer creer que el México democrático se ha terminado. A 216 años de la proclamación de México como país independiente de la corona española, hoy nuestro país despunta por su belleza, por seguir siendo ese cuerno de la abundancia que da asilo al que lo busca y auxilio al que lo requiere. No sé usted, pero yo sigo degustando de este territorio de antiguos emperadores emplumados y culturas gloriosas.
No hace mucho, en las pasadas vacaciones de Semana santa tuve el privilegio de ir con mi familia a conocer ciudades que por su historia uno no debe descender al sepulcro sin vislumbrarlas: Puebla, Querétaro y San Miguel de Allende, Guanajuato. Caminar por sus calles, visitar sus museos, comer en sus terrazas o visitar sus paisajes naturales es todo un placer. Créame que no es sencillo ir contra la corriente, pero se puede lograr a base de fe y deseo. El mundo dice no, pero todavía podemos decir sí… y digo sí porque hoy pude despertarme y darme cuenta de que ese personaje celestial me ha dado una nueva oportunidad para hacer lo posible y redimirme, corregir los errores que ayer percudieron mi alma. Despertar es volver a nacer, es un simbolismo de la muerte y resurrección de nuestro señor Jesucristo. Andar por el mundo cada día y ocupados en nuestras actividades nos van, en sus altibajos, ensuciando el espíritu, y al finalizar el día se vuelve necesario depurar esas impurezas para que no sean cargas para el día por llegar.
No olvido un cruce de ferrocarril en Ciudad Guzmán (antes Zapotlán), Jalisco en el que un señalamiento en hierro decía:
“Deténgase, escuche, vea y decida”
Piénselo bien antes de actuar. Mire las señales antes de cruzar la vía férrea de sus decisiones del día a día. Las elecciones de hoy determinarán en pleno lo que será de nosotros mañana… en definitiva, lo que somos hoy es lo que decidimos ser ayer… Que no se le caliente el mundo, mucho menos el moral. Como dice un muy buen comercial televisivo, hoy somos más.
Si una cosa tenemos los mexicanos, es el hecho de que cuando las cosas se nos ponen negras, hacemos cuanto podemos para darle lucha uniéndonos hombro con hombro para salir adelante. Ejemplo nos sobran, pero cabría mencionar el más reciente en el que amenazados a perecer bajo esa negra nube de smog, nadie se opuso a la normatividad que con firmeza pusieron las autoridades para cumplir con un “Hoy no circula” que tiene como fin acabar con esa nube de contaminantes sobre la Ciudad de México. Quién iba a decir que cuando se pensaba que el país parecía haber emprendido un encarnizado propósito por destruirse a sí mismo, de pronto la SOLIDARIDAD se volviera una palabra muy de moda, en boga, de lo más nuevo y de última tendencia… Creo que muy lentamente nos ha caído el veinte sobre lo que es el calentamiento global e inmoral y todo eso que tiene que ver con la destrucción de nuestra alma y del planeta… Pero lo hemos entendido y eso nos da fuerza para saber que aún hay tiempo.
Hoy que se nos pide rendir cuentas al ver nuestro planeta azul retorciéndose del dolor, hemos visto muy dentro de nosotros, ahí donde está el verdadero espíritu del rescate para tomar conciencia. Hemos abierto nuestros ojos, nuestro corazón y nuestro bolsillo por todos aquellos que hoy están sin nada en el mundo, aunque claro, con vida y bajo la bendita gracia de Dios.
Solidaridad, esa es la palabra, salir y dar, compartir sin reserva sabiendo que hoy por ellos, mañana por nosotros.
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