“Bestialidad racista”

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Había un hombre que debía mucho. Tal hecho lo tenía apesadumbrado. Inopinadamente su prestamista le indultó el compromiso. Gustoso volvió a casa. Al presentársele un jornalero que en deuda estaba con él, le dijo que le pagase so pena de castigarlo. Enterado de tal suceso su primer acreedor, llamó a su antiguo deudor demandándole nuevamente su deuda. Al no poder liquidar fue encarcelado. Esto me hace recordar el necio orgullo que poseemos muchos de nosotros como mexicanos al poner en el palco de los indeseables a nuestros hermanos sudamericanos. Deseamos ser aceptados en el país del norte entrando por su frontera sur, pero deseamos que ellos no entren por la nuestra.

La criba de la corrupción es terrible. De cada cien migrantes que cruzan por territorio nacional, una parte es tomada en su camino para prostituirlos sexualmente, otra parte secuestrada por el narco y otra más para obligarlos a trabajar en sembradíos. En sí la denominada bestia no es ese armatoste de metal que surca la nación como mamá tlacuache con sus crías encima, la bestia en sí somos nosotros como seres humanos. Y si usted cree que no es de los abusivos, yo le puedo decir que sí… ¿acaso no ve en los cruceros de su ciudad a sudamericanos pidiendo limosna? Nos negamos regalar una moneda porque muy dentro de nosotros pensamos en que ellos mismos se buscaron su miseria.

Una pesquisa elaborada a cierta cantidad de mexicanos en la que se les cuestionaba sobre su sentir en el tema del atropello a los migrantes, muchos connacionales dijeron sentirse afrentados con los vecinos estadounidenses por el hecho de tratar a los paisanos con humillaciones, sí, y es que de algunos años acá el índice de repatriados a México han sido muchos. Nos aplasta ver las maneras como son tratados los nuestros por la patrulla fronteriza y sus formas despóticas como se refiere a nosotros el actual presidente norteamericano.

El trato que les damos a nuestros colindantes de la frontera sur no difiere en mucho de lo que los vecinos del norte nos manifiestan a nosotros… ¿Quién es entonces la Bestia?, ¿el tren que trasporta humanos ilegales o quienes con su autócrata condición los menoscaba con rencor?

La crueldad a la que sometemos a los hondureños, salvadoreños o cualquier otra región de América latina sobrepasa toda imaginación. Deseamos que los del norte nos abran las puertas y nos den oportunidad de trabajar y desarrollarnos en lo que muchos tontos han llamado un “Sueño americano” cuando nosotros que somos el norte de los del sur no hacemos lo propio. Nadie desconoce que mucha de la prostitución infantil imperante en México viene de la trata de personas que son secuestradas en esas migraciones hacia el norte del continente americano. Lo mismo podríamos decir de la trata de blancas, comercio de órganos o la servidumbre en campos rurales. Somos tan crueles como nuestros vecinos por lo que creo que lo merecemos, porque eso es justamente la justicia, beber una taza de nuestro propio chocolate calientito y que por caliente ganamos el que nos quememos la boca. Llevamos el número de la Bestia ya no en nuestra cabeza, sino en nuestro corazón inhumano. Nuestra falta de hospitalidad a quienes buscan del mismo modo la fantasía americana merece entonces el trato que recibimos al momento de querer tramitar nuestras visas cuando los que tienen el poder simplemente nos dicen un rotundo “no” sin importarles que hemos invertido, en el caso de algunos, hasta el dinero con el que bien pudimos haber comprado la despensa. Nadie desconoce que un trámite de pasaporte es caro para quien gana un salario mínimo, igualmente caro es cruzar como ilegal cuando las fronteras naturales como lo es el Río Bravo, ha cobrado muchas vidas.

No lloremos por que vulneren a nuestras mujeres en el acalorado desierto de Arizona; que tiroteen a nuestros jóvenes; que nos arrebaten a nuestros niños para comerciar con ellos… somos tan inhumanos como cualquiera de esos feroces sanguinarios. No nos importan los derechos humanos de nadie ni mucho menos ver a los hijos sufrir mientras sus madres son avergonzadas, sus padres atormentados o los hijos quebrantados en la hondura de los boscajes oaxaqueños, veracruzanas o en territorio chihuahuense… gustemos de nuestro propio chocolate, sufraguemos el precio de nuestro engreimiento, de nuestra inmodestia, de creer que lo merecemos todo cuando no valemos ni la sonrisa… vivimos unaprieto moral que merece ser castigada y esa punición, desafortunadamente es lo que legítimamente merecemos.

No hagamos con los otros lo que no queramos que hagan con nosotros y nos obliguen a beber de ese ardiente chocolate que terminará por herirnos la boca. La verdadera Bestia no es otra que la que, por impiedad, llevamos bien enterrada en lo más profundo de nuestras conciencias. adieu.

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