El hecho de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectara que la economía mexicana caerá 10.5% en 2020, como se dio a conocer hace unos días, significa que el impacto de la pandemia en el país, y especialmente en los hogares, será mucho mayor a lo que se ha visto en otras crisis a lo largo de la historia reciente.
De confirmarse el desplome previsto por el organismo internacional, la riqueza generada este año en México será la más baja de los últimos siete años.
Esta contracción sólo puede comparase con la registrada en 1932 a consecuencia de la depresión económica mundial, pero eso a pocos les tocó vivirlo.
Se supone que el impacto económico más fuerte de la pandemia ya pasó, pero volver a los niveles de vida que teníamos antes del Covid-19 no va a ser fácil.
Por ello, así como debemos seguir tomando medidas preventivas para evitar el contagio en materia de salud, ahora debemos reforzar las acciones para evitar que la emergencia sanitaria deteriore aún más la situación económica del hogar, por lo que es fundamental contar con una fuente de ingresos permanente a través de un empleo y/o un negocio.
Después del frenón económico resultado de la suspensión de actividades, como medida de prevención y combate contra la propagación del nuevo coronavirus, uno de los principales retos a los que nos enfrentamos es la reapertura paulatina de negocios.
Tan sólo en abril y mayo, casi 10 mil patrones cerraron en el sector formal de la economía; sin embargo, se estima que la mayor pérdida se ha dado en el sector informal. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) estima que este año cerrarán 500 mil empresas, principalmente micro y pequeñas.
El reto para las organizaciones será regresar al mercado, tomando en cuenta las medidas que la llamada nueva normalidad impone para evitar contagios y una recaída que haría más prolongada y tortuosa la recuperación. Además, deben contar con recursos para la reapertura de sus actividades y sobrevivir en medio de una demanda débil e inestable.
El paro de la economía se tradujo en que alrededor de 12 millones de trabajadores salieran del mercado laboral, ya sea porque su centro de trabajo se vio obligado a parar temporalmente, quebró o fueron víctimas de recortes de personal.
De marzo a mayo se eliminaron un millón de plazas en el sector formal de la economía y aun cuando se espera una recuperación de empleos en la segunda mitad del año, los analistas estiman que será insuficiente para resarcir la pérdida.
En estas condiciones, el principal reto para los trabajadores será hacer todo lo posible por conservar sus empleos, adecuándose a las difíciles condiciones por las que atraviesan las empresas.
Por otra parte, las ofertas laborales serán escasas y, de haberlas, los sueldos y salarios tenderán a ser bajos; sin embargo, lo importante será contar con una fuente de ingresos en tanto se supera la contingencia sanitaria.
Frente a la pérdida de empleos e ingresos, las personas se han visto en la necesidad de recurrir a sus ahorros para cubrir sus necesidades inmediatas y las de sus familias.
Más allá del ahorro privado que hayan logrado acumular, cabe recordar que los trabajadores que tengan una cuenta de ahorro para el retiro pueden disponer de una parte de estos recursos en caso de emergencia. Pueden hacer uso de este derecho si tienen al menos dos años de cotización y por lo menos tres años con una cuenta, pudiendo retirar mínimo 30 días y máximo 90 días de su salario base de cotización.
No está por demás advertir que el adecuado manejo de los ingresos en estos tiempos tan difíciles es un factor clave para superar el impacto de la pandemia en la economía del hogar. No son tiempos para consumos superfluos, hay que ser muy cuidadosos con nuestros gastos y evitar endeudarse, sobre todo con tarjetas bancarias que cobran altas tasas de interés.
En todo caso, el financiamiento a través de los parientes podría ser menos oneroso y más flexible en plazos de pago.
Mientras persista la incertidumbre sobre cuánto tiempo tardaremos en regresar a la normalidad, lo más conveniente es ser cuidadosos con nuestra economía, pues como se dice: “El horno no está para bollos”.
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