El paisaje del vuelo entre la Ciudad de México y Coahuila se asemeja a cualquier otro entre estados que no tienen salida al mar, con largas cadenas montañosas, caminos que cruzan granjas rectangulares, predominio de los colores verde –de la vegetación y los cultivos– y amarillo –de la maleza seca–, y establos con techos metálicos.
Todo eso se convierte en un desierto al llegar a la Comarca Lagunera, con sus dunas kilométricas y sus montañas rojas. Hasta que, de pronto, aparece un espejismo, formado por diversas tonalidades de azul, como si el agua brotara de nuevo en la región. Es el reflejo de los paneles solares que Enel instala en un enorme terreno de 2,400 hectáreas.
“Antes aquí había agua, hace muchos años era una laguna. Me gusta decir que ahora hemos traído un mar de paneles, porque aquí sólo había desierto”, dice Luca Ceci, director del proyecto del Parque Solar Villanueva, de Enel Green Power. Será el mayor de América, y el segundo más grande del mundo.
Al buscar este sitio en Google Maps, que aún muestra una foto anterior al inicio de la instalación, el terreno es café claro uniforme. Ahora, la compañía energética italiana ha cambiado radicalmente ese paisaje, donde está instalando 2.3 millones de paneles solares en un área equivalente a tres veces y media el bosque de Chapultepec. Tendrá una capacidad para generar 754 MW de electricidad, suficiente para iluminar más de un millón de hogares. La inversión es de 650 millones de dólares.
Los encargados y empleados de la obra viven los últimos días de la construcción como en el interior de una perfecta pieza de relojería suiza, con pequeñas cuadrillas que colocan paneles en 20 segundos, y máquinas automatizadas clavando tubos con precisión de centímetros. El 20 de abril, la empresa alcanzó el récord de paneles instalados en un solo día, con 26,550 colocados por un equipo de 115 personas.
Pero los inicios de la obra fueron todo menos placenteros, a pesar de la planeación previa. Las difíciles condiciones del terreno, la falta de conexiones a la red eléctrica, los vestigios arqueológicos y la violencia que sufre el estado pusieron sus dosis de complejidad en los ocho meses antes de que el parque generara sus primeros electrones. Expansión visitó la planta solar en marzo, cuando el proyecto tenía un avance cercano al 50%, para ver en directo el mayor proyecto que, hasta ahora, ha producido la reforma energética.
Condiciones ‘casi’ perfectas
La irradiación solar de algunas zonas de México, como la del norte del país, destaca a nivel mundial por tener uno de los mayores potenciales para este tipo de energía renovable, explica Israel Hurtado, director de la Asociación Mexicana de Energía Solar (Asolmex).
Enel escogió este lugar por características como la ausencia de montañas altas que proyectaran sombras sobre el terreno, un área desértica con poca flora y fauna para remover, y un suelo liso y llano donde poder instalar filas y filas de tubos para mover los paneles (conocidos como trackers). Así preparó un proyecto y una propuesta, con la que se presentó a la primera subasta de largo plazo –las licitaciones de energía eléctrica que realiza el gobierno– en marzo de 2016. En ésta ganó un contrato para suministrar electricidad a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) con energía limpia.
La compañía se puso manos a la obra con rapidez. “El proyecto se adelantó 10 meses. Tenía que entrar en septiembre de 2018, y nosotros ya empezamos a entregar energía el 18 de diciembre de 2017”, dice Paolo Romanacci, director general para México y Centroamérica de Enel Green Power.
Sin embargo, antes de llegar a este momento, se tropezó con la realidad: el terreno liso y llano que imaginó al ver los mapas satelitales, no existía. “Nosotros vimos los planos topográficos, y el terreno parecía llano, perfecto para la instalación. Pero cuando llegamos vimos que había varias colinas de uno o dos metros”, cuenta Ceci.
Las 50,144 toneladas de tubos que soportan los paneles requieren suelos más planos que los provistos por la naturaleza en Villanueva. La eléctrica italiana no quiso dar marcha atrás, y encontró una solución: removió cinco millones de metros cúbicos de tierra, que volvieron a usarse para aplanar el terreno con agua y la ayuda de bulldozers.
Durante estas tareas, los trabajadores encontraron los rastros de la violencia de Coahuila: un cadáver envuelto en tela, y una cruz donde había fallecido un policía, según supieron al contactar a la comunidad de Villanueva. También aparecieron vestigios arqueológicos que frenaron los trabajos, debido a que en la zona hubo presencia de tribus nómadas que dejaron, a su paso, cerámica y fogatas, y que debieron analizar los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Por las exigencias de la legislación en materia ambiental, Enel también tuvo que contratar un equipo especializado para reubicar 510,000 plantas de la zona, así como a la fauna endémica compuesta por pequeñas lagartijas y roedores.
Un reto logístico y tecnológico
Las fotos satelitales en Google Maps aún muestran el terreno del parque solar después de ser tapizado con la arena que la empresa empleó para aplanar el área, y todavía sin paneles instalados.
El siguiente paso fue interconectar el área, ya que era imprescindible para mover los 30 millones de componentes necesarios para construir el parque, entre éstos, los 2.3 millones de paneles solares. “Este proyecto supuso más un reto logístico que de producción”, dice Romanacci.
Enel usó drones para trazar los puntos exactos donde las máquinas, controladas vía remota, iban a instalar los trackers. Gracias a la planeación y la tecnología, sólo necesitó poco más de 100 trabajadores para colocar entre 20,000 y 21,000 paneles por día.
“Sólo tres personas logran montar a la velocidad de un panel cada 20 segundos, y montan 1,000 al día”, explica el director de la firma en México.
Esta velocidad se consiguió, además, debido a un sistema por el que la compañía formó cajas con los paneles solares a lo largo de los trackers ya instalados, con una pequeña pastilla que, si iluminaba un punto rojo, indicaba que el producto pudo recibir un golpe fuerte que dañara los paneles, por lo que se reemplazaba –sin necesidad de abrir la caja– de inmediato para no detener los trabajos.
El área del proyecto también guarda un importante espacio para dos subestaciones. Éstas sirven para elevar el voltaje de la electricidad que genera el parque, con el fin de que se inyecte a la red nacional de transmisión, y así pueda llegar a hogares o empresas. Ambas infraestructuras ahora forman parte de los activos de la CFE, aunque las edificaron firmas privadas contratadas por Enel.
“Tuvimos que construir las subestaciones en tiempo récord, antes de noviembre de 2017, porque debían conectarse a la red de transmisión de CFE antes de diciembre, cuando la demanda de energía se encuentra en su pico, y la línea no puede tener cortes para conectar al parque”, explica Ceci.
El primer proyecto
Los paneles aún aprenden a moverse como bailarines del ballet del Bolshoi, siguiendo al Sol de este a oeste y preparándose para entregar toda la energía prometida a la CFE en septiembre de este año, la fecha comprometida para iniciar el contrato de 15 años.
El sitio, que ahora parece una colmena de personal y máquinas agitándose, requerirá apenas de unas decenas de empleados una vez finalizado. Romanacci destaca que será el primer proyecto nacido de una licitación de la reforma energética en comenzar a operar al 100% en México.
En septiembre deberán entrar en operación otros proyectos renovables, muchos de energía solar, y existen compromisos de inversión por 8,600 millones de dólares en los próximos tres años.
“Ahora es importante la continuidad. La reforma se tiene que mantener. Un candidato contrario a energía barata y renovable sería masoquista o suicida. Así que el camino es éste”, dice Romanacci.
Enel inaugura así su proyecto bandera en México, dejando una laguna de paneles solares donde sólo había desierto.
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