El glamour del Oscar, sus alfombras rojas que, vistas en perspectiva, lucen como adoquines de joyería y alta costura, esos personajes inalcanzables salidos de la pantalla. Todo eso, nada tiene que ver con el mundo que rodeó a la doctora Amani Ballour.
Alguien le dijo hace algunos días que el documental en donde ella es la figura central, titulado “La cueva”, era uno de los nominados al premio de la Academia de Hollywood. La idea le agrada, es sólo que comprender ese mundo parece difuso cuando se ha vivido tanto en una zona de guerra.
Todavía tiene pesadillas de esos seis años en los que, con recursos mínimos, salvó miles de vidas y tuvo que renunciar a muchas otras. En las noches, confiesa, escucha bombardeos que la despiertan y de los que cree asoman temerosos los miles de niños que atendió.
“Tengo muchos malos recuerdos, son pesadillas por tantos años”, reconoce en entrevista vía Skype.
“Me siento agradecida porque ayudé a muchos niños y eso intento decirme todos los días: ‘hiciste tu mejor esfuerzo’. Pero es duro, no puedo olvidar sus miradas. No puedo, pero estoy bien”.
El documental que estrena este viernes en 14 salas mexicanas fue dirigido por Feras Fayyad.
El director sirio ya obtuvo una nominación al Oscar en 2017 por Los últimos hombres de Alepo, pero no pudo acudir a la ceremonia porque Estados Unidos le negó la visa. Donald Trump acababa de firmar una Orden Ejecutiva que negaba la entrada a residentes de siete países, incluido el suyo.
Las voces acalladas de Siria
Fayyad se adentró a “La cueva” de mediados de 2016 a marzo de 2018.
Decir hospital es casi un eufemismo: el sitio en donde trabajó la doctora Ballour era un sótano que alguna vez sirvió para tratar enfermos de tuberculosis y que recibió a miles de afectados por los bombardeos en Guta, zona oriental de Damasco, Siria.
Ahí la pediatra contó con el apoyo de dos colegas, los doctores Salimy y Khalid, quienes la invitaron a dirigir el lugar por dos años: con sólo 29 años, se convirtió en la primera y hasta ahora única mujer en llevar un hospital en esa zona.
“Nunca fue fácil. Sufría todo el tiempo, recibíamos cerca de 30 o 40 niños por día. Todos ellos afectados por los bombardeos”. La doctora Ballour remarca eso: esos pequeños nacieron ya en la guerra civil siria, que comenzó el 15 de marzo en 2011, cuando la oposición se sublevó contra el Gobierno sirio de Bashar al-Ásad.
“Son niños que crecieron entre sangre y destrucción. Ellos no conocen lo bello de la vida, ellos sólo dicen que tienen hambre y miedo, ¿puede imaginar escuchar eso?”
Pregunta la doctora Ballour, luego detalla: “A veces sentía que no era posible continuar, pero debía concentrarme en mi trabajo. Debía pensar en que yo quería estar ahí, quería hacer un cambio y ayudar. Me decía: ‘estudié medicina por esto, para escuchar a la gente, para ayudarlos así’”.
Bendecida por Dios
Amani es una fiel creyente musulmana.
Dios estuvo presente en cada vida que salvó y en las que continuaron su camino. La diferencia con los más ortodoxos en la región en donde creció —esos que la encaraban algunos días por dirigir un hospital en vez de estar en casa cuidando de un hombre e hijos—, es que ella cree que tiene una misión social más activa.
En el documental se le ve salvando vidas literalmente y de manera simbólica. Se aproxima a una pequeña cuyo padre murió en un atentado y la alienta a tener una misión en la vida: “¿No sabes lo que quieres ser de grande?”, le pregunta sin obtener respuesta.
“¿No lo sabes? Vivimos para poder llegar a ser algo importante. No queremos ser ordinarios”, le dice, ilusionándola.
La pequeña sueña entonces, se visualiza como doctora, al igual que ella, o maestra.
Justo esas fueron las dos únicas profesiones que el padre de Amani le permitió estudiar: maestra o médica de niños (o mujeres).
El director del documental ha reconocido que buscó enfatizar el poder de la mujer en un mundo dominado por hombres. La doctora Ballour ve el valor de ese “empoderamiento” dentro del filme, aunque puntualiza en los demás discursos: hay muertos y heridos, noticias que trivializan sobre ellos, gente que no quiere ver.
“Esta película no es sobre el pasado, ¡eso está sucediendo! Lo que espero con esta nominación al Oscar es que muchos lo sepan, que se ejerza presión sobre los criminales del régimen sirio y sus aliados. No tengo tantas esperanzas, pero podemos hacer algo sin importar de qué país somos”.
La médica abandonó “La cueva” en 2018; se refugia en Turquía. El enlace lo realiza desde Francia, en donde recibió el premio Raoul Wallenberg. Dice que ya tramitó su visa para la ceremonia del Oscar pero ve complicado obtenerla. Tiene una fundación, sueña con ser radióloga y dejó la pediatría. “No puedo. Es muy duro trabajar con niños de nuevo”, confiesa.
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