Cuando tenía 11 años de edad, más allá de las reglas básicas, Max García desconocía el futbol americano. Pero tras el divorcio de sus padres, su mamá, Sonia, lo adentró a la práctica del deporte y a la banda estudiantil de su escuela donde tocaba el saxofón.
Ahora, en su primera temporada en la NFL, busca conseguir un campeonato con los Broncos de Denver y celebrar con un viaje a Acapulco, tierra de su padre.
“Desde hace unos días, todo mundo sabe que mi papá es de Acapulco, pero sabes, nunca he ido ahí, quiero ir en verano para festejar el título. Mi papá me ha dicho que tiene playas hermosas y lo quiero ver. También quiero ser una inspiración para la comunidad latina”, externó García, quien esta campaña fue titular cinco partidos.
Para el liniero ofensivo de Broncos, la familia es lo más importante y para ellos pidió los boletos a los que tiene derecho como jugador.
“Me siento muy bendecido por estar en un Super Bowl y gran parte es por mi familia y con ellos quiero compartir”, comentó Max.
García no sólo tiene sangre mexicana, su madre, Sonia, es originaria de Santurce, Puerto Rico, lugar que ya visitó en varias ocasiones.
“Cuando se separaron mis papás me fui a vivir con mi madre, entonces con ella he podido visitar su ciudad de nacimiento, Santurce”.
Luego de la preparatoria, Max se enroló en los Terrapins de la universidad de Maryland. García quien de niño quería ser chef, o periodista de televisión, comenzó a cimentar su camino rumbo a la NFL.
Pero con los Terrapins García no tuvo un buen año (2-11), ni en lo escolar y pidió su transferencia a la Universidad de Florida.
Max en su etapa colegial jugó como tackle y guardia, además de que fue el centro y capitán de la línea de Florida donde fue reconocido por sus compañeros por su liderazgo.
Fue seleccionado en la cuarta ronda del Draft por los Broncos; y sólo una lesión de Evan Gathis pondría a Max en la línea de golpeo del Super Bowl. Aunque no juegue, García está orgulloso de su avance como jugador y su sangre latina.