ARGENTINA.- Todo empezó una noche de marzo del año pasado. Teresita, una enfermera de 32 años que trabaja en el área de terapia intensiva pediátrica del hospital maternoinfantil de la ciudad de Salta, en Argentina, estaba de guardia. Mientras hacía una suplencia en un sector que no es el suyo, escuchó el llanto de un bebé. Fue hacia la habitación y se sorprendió al encontrarlo solo. “Los bebitos siempre están internados con sus papás y pregunté por qué él no estaba con nadie”, recuerda.
Ahí supo que el pequeño, que tiene una insuficiencia intestinal y una esperanza de vida limitada, estaba internado desde su nacimiento. Además, había sido abandonado y no tenía quien lo visitara. “Me di cuenta de que estaba molesto y necesitaba que le cambiaran el pañal. Lo bañé, le cambié la ropa, lo alcé y lo hice jugar”, recuerda Teresita. Al día siguiente, la escena se repitió y, cuando terminó su guardia en el sector, tomó la decisión de continuar yendo a visitarlo fuera de su horario laboral.
Al tiempo, se enteró de que el pequeño había sido declarado en situación de adoptabilidad, es decir que no era posible una revinculación con la familia de origen y la Justicia considera que puede ser dado en adopción. Sin embargo, por su situación de salud, que requiere de asistencia permanente, no se había encontrado en la red de registros de postulantes a guarda adoptiva ningún candidato dispuesto a ahijar al bebé. De cara a ese panorama, Claudia Güemes, la jueza de familia interviniente en el caso, lanzó una convocatoria pública nacional (un llamado abierto a toda la comunidad), pero tampoco hubo resultados.
“Al empezar a visitarlo, no me di cuenta de cómo iba a crecer, día a día, ese amor que siento por él. Cuando me enteré de que estaba la posibilidad de adoptarlo por una convocatoria pública, me postulé: lo que él necesitaba era una familia y yo estaba segura de aceptar los cambios que iban a venir en mi vida”, reconstruye Teresita.
El viernes pasado, a las 8.30 de la mañana, en una emotiva audiencia judicial que tuvo lugar en el mismo hospital, la jueza le otorgó la guarda preadoptiva del pequeño, que tiene un año y once meses. “Es un niño que esperaba mucho amor. Le gusta mucho jugar, las cosquillas y los libros: su preferido es La Granja de Zenón. A pesar de que tiene una malformación en los brazos que le provoca rigidez y no puede flexionarlos, él hace todo para poder dar vuelta las páginas”, lo describe su mamá.
“Él valía todo”
Cuando Teresita reconstruye su historia y la de Serafín (como lo llamaremos en esta nota para preservar su identidad), lo hace a través de momentos que fueron marcando la consolidación del vínculo. Por ejemplo, cuando junto a un grupo de otras enfermeras y médicas, le organizaron su bautismo y el festejo de su primer cumpleaños.
En febrero de este año, Teresita se tomó todo el mes de vacaciones y tuvo una certeza: quería pasar cada día junto al pequeño: “Empecé a notar que cuando estaba con él las horas pasaban y yo no me daba cuenta. Cuando me iba a mi casa pensaba en cómo habría dormido, si alguien lo habría alzado y cuidado”. Fue a partir de ese momento que, poco a poco, empezó a plantearse la posibilidad de postularse a la convocatoria pública para adoptarlo.
“Lo pensé mucho, todos los días, hasta que lo decidí. Sabía que iba a cambiar por completo mi vida, a tener que estar en el hospital todo el tiempo, las 24 horas, los siete días de la semana, por su condición de salud”, detalla. “Yo vivo sola, tengo mi rutina, me gusta ir al teatro, ver danzas, salir a compartir con mi familia. Todo eso iba a cambiar. Pero me di cuenta de que el amor que yo le tenía y que él merecía, valía todo”.
La jueza Claudia Güemes explica que en Salta hay una “escasez de legajos de postulantes a adopción”. “Tenemos solamente 17 en toda la provincia, y hay que tener en cuenta que la mayoría se postula para bebés que sean sanos”. Por eso, cuando le avisaron que había una candidata para adoptar a Serafín, se emocionó.
“Me dio más alegría todavía el saber que era una persona del ámbito de la salud, porque lo que más me preocupaba era su condición. Cuando supe que había una interesada y encima enfermera, con esa vocación enorme, dije: ‘Esto no puede ser más perfecto’”. Finalmente, tras conocer a Teresita, ese pálpito terminó de confirmarse: “El amor que tiene hacia el niño es emocionante. Es la madre ideal para ese bebé”.
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