La pluma profana de El Markés

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“Efecto Scooby-Doo”

Si había algo que mucho me gustaba de niño allá por la década de los ochenta, era esa caricatura protagonizada por un perro chiflado comandado por un chamaco bobo y divertido llamado Shaggy

El can se llamaba Scobby-Doo y su genialidad consistía en que junto  a otros amigos, resolvían casos extremadamente difíciles. Con todo y que Shaggy y el perro eran es aparte cómica de la serie animada, Fred, Dafne y Velma conformaban la de la inteligencia colectiva que hacía que los criminales más peligrosos fueran capturados. Durante media hora me mantenían y dentro de mi inocencia, en una capsula de inolvidable emoción que culminaba magistralmente con el arrebato de la capucha, la máscara o el disfraz que el malvado llevaba puesta, entonces daba un suspiro y me ponía contento de que Fred y su equipo triunfaran sobre lo malo. Enseguida apagaba la televisión en blanco y negro y me ponía hacer mi tarea.

La tragedia de los normalistas de Ayotzinapa se ha convertido en una larga serie que, aunque no animada como la de Scooby-Do, sí lo bastante entretenida, misteriosa y escalofriante. Al momento del suceso todo México estaba expectante y atento a todo lo que se dijera en diversos medios informativos. Creo que fue algo tan parecido a lo que sucedió en Tlatelolco y la matanza de los estudiantes, todos deseosos por saber que los culpables fueran tomados prisioneros. Sin embargo, por mucho tiempo y con la pérdida de pruebas y la modificación constante de información, todo se fue enfriando. Los mexicanos guardamos la noticia en el ropero para después y continuamos con nuestra vida. Por aquellos entonces los noticieros, que no sabíamos estaban comprados por el gobierno, decían y encubrían alos culpables de los sucesos más espeluznantes del país, de modo que, cuando salieron a decir que ya nada se podía hacer, pues bueno, ya lo dijeron, nada se podía hacer. Y es que ese tipo de veredictos flojos e insensatos son muy normales en nuestro país. Lo digo porque lo que en un momento fue la expectante noticia de que más de cincuenta mineros estaban enterrados en una mina llamada Pasta de Conchos, a más de diez años y perdida la emoción, ellos siguen enterrados. Nadie jamás lo sacó y lo que se vive en el Pinabete, donde actualmente se encuentras diez mineros más, la cosa va que se perfila para el olvido también. Es así como el país y sus gobiernos nos dan circo, maroma y teatro para queterminemos por olvidar.

Han pasado cinco años y luego de tanto tiempo, muchos se habían conformado con un pesado carpetazo de Murillo Karam, procurador de justicia de aquel entonces, y al que simplemente había denominado “Verdad histórica”. Dicha “verdad” consistía en que tras el hartazgo de dimes y diretes, simplemente enconaron la situación y decidieron develar la verdad, su verdad, la cual consistía en detener a cuatro o cinco policías, sicarios y demás, tortúralos y obligarlos a decir que ellos sabían qué había pasado con los normalistas. Consumado el abuso y la develación obligada de los cautivos, salieron ante el público hambriento de información expusieron que estos hombres habían dicho que de los estudiantes no había quedado nada y listo, caso cerrado… y ahora estamos aquí, con un elegante Fred quitándole la careta a un Murillo Karam que no hace ni cuarenta y ocho horas que ha revelado todo diciendo que es culpable de lo que se le acusa.

Con la cara al aire contó santo y seña de todo lo que se hizo en conjunto con otros personajes para borrar indicios de la tragedia. Igual salió a colación historias del pasado, de cuando los expresidentes Echeverría Álvarez, López Portillo y De la Madrid lo espiaban muy de cerca. Se habla de acusaciones criminales contra de él cuando tenía un llamamiento en el estado de Hidalgo. Sus elevaciones a diversos cargos políticos fueron muy de prisa y su posicionamiento en ellos muy misteriosos.

De verdad que no hay ni crímenes perfectos, ni verdades que no salgan a flote a su debido tiempo. Conforme pasaban las horas y desde la detención de Karam, me fue imposible no pensar en mi infancia y mi estarme al borde del sillón riéndome del asustadísimo perro de Shaggy y al mismo tiempo consternado por querer saber quién era el criminal.  Hoy Fred le ha quitado la máscara a Karam, como escribí antes, pero estoy seguro que esta serie va a continuar pues de que hay más y más involucrados, eso es innegable. Siendo así, esta serie es imperdible.

El efecto Scooby-Do en la política mexicana y durante el gobierno de la Cuarta Transformación ha sido monstruosamente impresionante. Estos dos años que restan, con toda seguridad traerán la develación de más criminales políticos, personajes que tal vez ni siquiera imaginábamos ver inmiscuidos en estos atropellos.

Seguro estoy que la mismísima Anna Barbera se inspiraría en la política criminal mexicana para más episodios de su saga infantil. Adieu.

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