El Paseo de los Ingleses vivió ayer un extraño sábado. De distintos modos, los ciudadanos desafiaron el miedo que se desató tras cometerse, aquí, la primera masacre terrorista registrada en la Costa Azul.
El Estado Islámico (EI) reivindicó ayer el ataque de la noche del jueves, cuando Mohamed Bouhlel —a quien el grupo terrorista llamó “un soldado”— de origen tunecino, embistió con un camión a una multitud que había acudido a ver los fuegos artificiales en el Día de la Bastilla.
El ministro francés del Interior, Bernard Cazeneuve, planteó la posibilidad de que Bouhlel se haya radicalizado de forma muy rápida y que por eso la policía aún no ha encontrado pruebas firmes que le permitan asegurar que el autor de la carnicería haya prometido lealtad a la yihad. La familia de Bouhlel, quien fue abatido por la policía, afirmó que él tenía “graves trastornos mentales”, y el siquiatra que lo trató dijo que sufría “problemas sicóticos”.
Ayer muchas personas volvieron a concentrarse en los sitios en donde fueron colocadas velas y flores en memoria de las víctimas. Otros retomaron sus actividades de ocio de fin de semana, acudiendo a las cafeterías, restaurantes y casinos ubicados a los pies de edificios del siglo XVIII de arquitectura genovesa; o simplemente tomando el sol, acostados en la playa o en las bancas de madera que ofrecen una de las más bellas vistas sobre el Mediterráneo.
La forma como Niza desafía el miedo no sorprende a la mexicana Victoria Beristain Pacheco, de 23 años y quien estudia artes plásticas en esta urbe desde hace dos años. “Los franceses de Niza no son como nosotros los mexicanos, que acostumbramos a guardar el luto. Como el resto de los franceses, tienen la mentalidad de que si nos ven vulnerables, somos vulnerables”, dice la originaria de Oaxaca.
“Tampoco hay que olvidar que esta es una ciudad de ricachones, de gente gustosa de la vida de placer. Es una ciudad muy superficial, creada para el disfrute del turista. Los que son realmente de aquí, sienten dolor y miedo, pero la mayoría viene de fuera. Yo pienso que a esas personas, si no les pega directamente, termina no alterándolos”.
Según el último reporte de las autoridades locales, el saldo de los 45 segundos más mortíferos de la historia de la capital de la Costa Azul (es el tiempo estimado que duró el recorrido del camión hasta que fue neutralizado por la policía) es de 84 muertos, de ellos 10 niños y adolescentes, y 200 heridos, de los que ayer seguían hospitalizados 124.
A medida que pasan las horas se van conociendo los nombres de las vidas truncadas por el ataque. Entre ellos hay madres y niños, amigos, vecinos y personas que vinieron de lejos. Sean, de 51 años, y su hijo Brodie, de 11 años y una promesa del equipo de baseball Hill Country Club, ya no volverán a Lakeway, localidad en la periferia de Austin, Texas. Tampoco regresará a Moscú la rusa de 20 años Victoria Savchenko, ni retornarán a casa los tunecinos Bilal Labaoui, Abdelkader Toukabri y Olfa Bent Souayah.
La seguridad ha sido reforzada en Niza y las ciudades aledañas, como Cannes y Cagnes-sur-
Mer, así como en el Principado de Mónaco, todos centros de una gran variedad de festividades marítimas durante el verano, al tiempo que la Unión de Musulmanes de los Alpes Marítimos (UMAM) condenó el ataque, que calificó de “acto abominable”.
“Se siente en la atmósfera un aire de tensión social. Temo que la extrema derecha se deje venir con todo, van a exprimir al máximo el ataque de Niza, y lo menos que necesitamos en este momento es que aumente el odio”, sostiene Beristain. “La gente no puede dejarse engañar por la falsa Francia, la que oculta los problemas sociales y las causas de fondo. El acto terrorista perpetrado por un chofer que condujo un camión como si estuviera jugando un sanguinario videojuego no es importado, viene de aquí adentro, y es resultado de la división social causada por la segregación”, continúa la mexicana, quien tenía pensado acudir el jueves a las festividades nacionales, pero al final permaneció en casa.