Desde la creación del hombre, según los cristianos, la mujer le fue dada como ayuda idónea.La palabra “Idónea”significa que cumple con todo lo necesario para tal o cual cosa. Desde un principio las denominadas Sagradas Escrituras pusieron esa idea en el alma de los hombres al decir que al hombre se le dio la oportunidad de tener por compañera una mujer, la cual era “idónea” para hacerlo pleno. Los dioses pensaron que el hombre no debía estar solo y ante eso era muy necesario crearle una ayuda indispensable.
Como el hombre es buenísimo para interpretar los dogmas, ponerle, quitarle a su antojo y hablar en nombre del Altísimo, comenzó a elevarse desde un inicio como el mando único en casa.
Hasta antes de la época de la Revolución mexicana, la sumisión de la mujer era notabilísima. Hablar de derechos era una blasfemia. En pocas palabras el planeta entero estaba hecho para el hombre.
Hoy los tiempos han cambiado y de a poco el feminismo o la lucha de las damas cada vez es más grande y al mismo tiempo lo bastante incendiario… pero se está en lo dicho, ni una más, ni una mujer más acosada en las calles de la gran ciudad, en el ejido más alejado o en la isla de cualquier archipiélago. Ni una dama más humillada por el hecho de ser mujer o porque el hombre así lo ha decidido. Ni una mujer más vilipendiada por el marido, por el hermano o por los hijos. Nada de abuelas abandonadas, de ancianas pepenando por las calles o asilos atestados de viejitas cuyos hijos simplemente las han ido a dejar ahí cuando estas comenzaron a serles por estorbo. Hagamos posible el que las niñas sean respetadas en casa. No más tíos de pensamientos percudidos buscando la obscena oportunidad de ver a la sobrina sola en casa; del padrastro violentando a la hijastra en ausencia de la madre. No más amas de casa dejadas a la buena de Dios y sin alimentos. No más jovencitas embarazadas y abandonadas por un joven que únicamente quiso satisfacer sus bestiales instintos. No más niñitas exhibidas en páginas pornográficas, vendidas al mejor pagador. No más pequeñitas pidiendo dinero en las calles mientras que sus padres atisban desde una esquina para que hagan bien su trabajo . No más esa horrible trata de blancas en las que mujeres de otros países son traídas al nuestro y viceversa.
No hay peor horror para una mujer violentada que escuchar los pasos del macho llegando a casa. Sabe que por más que se haya afanado en complacerlo, este la injuriará, la insultará frente a sus hijos. Le majará el cabello, le derribará la comida, la pateará hasta hacerla ver su suerte.
Por estos días el color morado ha sido el tinte representativo de una lucha de género sin parangón. Una lucha justa que va en busca de la dignidad y el espacio femenino. Aquí no se intenta superar un género, sólo igualar las condiciones de vida y cohabitar en armonía. Adiós a los patriarcados, a esos títulos estúpidos de “Señor de la casa” “Mi señor” y otros nombres que lo único que hacen es menoscabar la dignidad femenina.
Señores míos, del mismo modo que buscamos no perder ni una sola mujer a manos del machismo, del mismo modo no deseamos ni una pinta más en los monumentos históricos de la nación. Si bien es cierto que los índices de violencia contra el sexo femenino ha ido en aumento, también hay mucho de verdad en el hecho de que mediante la violencia con la que se está buscando revindicar al feminismo, es una táctica lo bastante decepcionante.
Lo peor del caso viene cuando una gran parte de las mujeres en México se dice no sentirse representadas por una turba de mujeres violentas que a rostro cubierto y en actitudes delincuenciales, has hecho trizas la verdadera batalla de justicia que originalmente se había ideado. Sin más ni más han dicho que una mujer de pechos al aire no las representan.
Sigamos en la lucha por la igualdad de géneros, pero sin dañar la integridad de nadie; mucho menos los sitios creados como fuente de trabajo, esparcimiento o educacionales. La dignificación de la verdadera mujer es justamente hoy. Adieu.
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