Buscan mantener biblioteca kamikaze  

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Según sus fundadores, Aeromoto es “una biblioteca pública que funciona como un centro de información de estantería abierta y donde los usuarios acceden de forma gratuita a materiales especializados en arte visual y cultura contemporánea”. (Agencia El Universal)

CDMX.- Venecia es una calle miniatura disfrazada a la fuerza de estacionamiento, entre Liverpool y Marsella, en la colonia Juárez. En los dos únicos metros donde no hay un auto, reposa un jardín rebelde sobre el arroyo; y frente a él, en el #23, una biblioteca kamikaze de amigos para amigos del arte contemporáneo, que en su campaña en busca de fondos a escala global recaudó 13 mil 410 euros ($264 mil) en un mes.

Hace poco más de dos años, el curador Mauricio Marcín y los artistas Maru Calva, Jerónimo Rüedi y Macarena Hernández confabularon contra el sentido común y contra el fracaso —en un país donde según las infladas cifras oficiales el promedio anual de lectura “per cápita” es de 5.3 libros— y decidieron juntar sus bibliotecas personales para abrir Aeromoto (“www.aeromoto.mx”), que se inauguró un año después, el 30 de enero de 2015, con estantería original de mil volúmenes, que creció a 2 mil en la actualidad.

El acervo incluye libros sobre movimientos artísticos, curaduría, historia, crítica y teoría del arte, pedagogía, arte correo, poesía visual y concreta, libros sobre libros, libros de artistas y por artistas, fotografía, arquitectura, diseño gráfico y editorial, comunicación visual, artes escénicas, poesía, “performance”, teatro, música, cine, filosofía, literatura, urbanismo, paisajismo, antilibros…

Según sus fundadores, Aeromoto es “una biblioteca pública que funciona como un centro de información de estantería abierta y donde los usuarios acceden de forma gratuita a materiales especializados en arte visual y cultura contemporánea”. Jerónimo Rüedi lo simplifica: “Es un centro social donde se tejen redes y buscan sinergías entre distintos agentes, se conocen artistas, lectores, curadores, críticos; es una plataforma a la que se viene a platicar y a escuchar, y a llevarse a casa libros”.

Los libros y materiales pueden ser consultados por el público general de manera gratuita en el local de Aeromoto; y para préstamo a domicilio es necesario adquirir alguna de las tres membresías.

El primer mérito de Aeromoto, tras abrir, es su permanencia: cumplió un año en enero. El segundo, recibir donaciones de libros de artistas y ciudadanos comunes y corrientes. El tercero, acoger préstamos temporales de instituciones como la Fundación Jumex o el Museo Universitario del Chopo. El cuarto, organizar programas culturales para promover el arte contemporáneo en ese foro de dos habitaciones.

Después de su primer aniversario, el grupo ha tenido que emprender una campaña para solicitar donaciones en metálico, para consolidar este espacio cuyo mantenimiento mensual en pesos se eleva a 15 mil (renta y trabajadores). Rüedi señala que el proyecto arrancó hace un año “de manera kamikaze” con recursos propios, y después se consiguieron dos becas, una de la Fundación Jumex y otra del Patronato de Arte Contemporáneo, que ya llegaron a su fin. Ahora se acercaron a Art Basel, institución del arte contemporáneo con sede en Miami y Hong Kong enfocada a conectar a la comunidad artística mundial, que desde su plataforma y en sociedad con la fondeadora Kickstarter, promueve a Aeromoto y una campaña global con la meta de recaudarle al menos 10 mil 450 euros ($206 mil) a fin de que siga operando como biblioteca especializada. “Lo que queremos es reunir fondos para mantener vivo lo que ya echamos a andar, eso es ya un proyecto suficiente; también financiar adquisiciones de libros, cualquier método que se te ocurra implica dinero”, explica Rüedi.

Según el portal de Kickstarter, la tarde del martes 19 de abril, cuando concluyó la campaña de un mes, Aeromoto recaudó 13 mil 410 euros, muy arriba de la meta, gracias a 230 personas que donaron desde 1 euro hasta 2 mil. Los donantes recibieron a cambio obras plásticas, como una litografía de Leopoldo Méndez, libros de artistas firmados, o un año como miembro del staff (si donabas 2 mil).

Así, el quinto mérito fue recaudar fondos. “¡Gracias a todos! ¡Lo hicimos!: Su librería pública”, publicó Aeromoto en un mensaje de agradecimiento en Kickstarter, tras considerar como un voto de confianza las donaciones y subrayar que hace un año el proyecto parecía una idea utópica.

“Lo más difícil de inaugurar Aeromoto es lo más difícil aún para mantenerla: abrir un espacio que está al margen de toda lógica económica”, señala Rüedi, quien agrega que de los cuatro socios, sólo él, que no tiene hijos, puede cumplir con los turnos que le tocan. “Mauricio, Maru y Macarena deben pagar a otras personas para que vengan a cubrir sus turnos”, dice el pintor argentino.

Los cuatro socios tienen trabajos fuera de la biblioteca. Marcín, ex periodista cultural y editor, es curador del Museo Experimental El Eco, donde también trabaja Hernández. Calva es diseñadora. “Es bueno que la gente sepa que somos personas comunes y corrientes, que no somos superpoderosos para emprender un proyecto así, cualquiera lo puede hacer”, dice Rüedi, quien llegó a México desde Berlín.

Cuando proyectaban la biblioteca, temían un fracaso ante el bajo nivel de lectura de los mexicanos. “Pero algo que puede ser potencialmente un fracaso desastroso es justamente lo que hay que intentar. Todos tenemos una vocación, una atracción hacia el fracaso, a ser kamikazes”, dice.

“Nunca hemos ido a tocar las puertas a nadie para que nos patrocine o nos done libros; todas las instituciones que nos han apoyado, ellas se han puesto en contacto con nosotros; se ha corrido la voz de este espacio y de lo que hacemos y la respuesta ha sido buena; cualquiera que hace publicaciones independientes sobre arte contemporáneo ha venido a donarnos ejemplares”, agrega el artista argentino.

Por ejemplo Jumex, cuyas instalaciones se encuentran hasta Xalostoc, Estado de México, presta ahora cada dos meses 200 libros a la Bilioteca Aeromoto para su programa de Libros en Residencia.

“Cuando la gente pregunta si nos va bien, respondo: ‘Sí, nos va bien, viene mucha gente, realmente los objetivos se están cumpliendo’. Pero el mayor problema es mantener abierto un espacio donde tienes que pagar un alquiler y donde no hay ganancias, donde no se vende nada”, añade Rüedi.

La joven biblioteca kamikaze tiene una serie de programas que permiten el crecimiento del acervo y novedades: Mesas curadas, Libros en residencia y Pedagogías, en los que han participado gente como Helmut Batista (Brasil), Santiago García Navaro (Argentina), Bárbara Wien (Alemania), Zanna Gilbert (EU) o Alex Dorfsman y Sebastián Romo (México) y, próximamente, los mexicanos Diego Salvador Ríos y Abraham Cruzvillegas.

Actualmente hay 96 miembros de la biblioteca y acuden a ella un promedio mensual de 320 visitantes, en general personas interesadas en arte contemporáneo, diseñadores, curadores, críticos e investigadores de posgrado, muchos estudiantes de arte y artistas. Los libros más solicitado han sido “Los condenados de la pantalla”, de Hito Steyerl, y “Volverse público”, de Boris Groys.

Violeta Horcasitas, curadora de arte, artista y usuaria de la biblioteca desde su fundación el año pasado, subraya las ventajas que le ofrece Aeromoto, entre ellas su ubicación en el centro de la ciudad, no como las bibliotecas de Jumex o MUAC, y que su acervo incluye publicaciones de “artistas de a pie” aún desconocidos.