Crónica de una masacre. Así recuerda la UNAM la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco

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MÉXICO.- Las revueltas en el mundo durante 1968 tuvieron un eco sangriento en México con una protesta que fue violentamente aplastada por el gobierno el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

Diez días antes de los Juegos Olímpicos que se celebraron en México, miles de manifestantes se congregaron para una serie de protestas estudiantiles que se habían iniciado hacía poco más de dos meses contra el régimen.

2 de octubre de 1968, en el cine Tlatelolco se exhibe la película La trampa (The trap), con las actuaciones estelares de Oliver Reed y Rita Tushingham.

Gilberto Guevara Niebla, Luis González de Alba y Anselmo Muñoz, portavoces del Consejo Nacional de Huelga, se reúnen por primera vez, en la casa del rector Javier Barros Sierra, con Andrés Caso y Jorge de la Vega Domínguez, representantes presidenciales.

Así se inician las negociaciones para establecer el diálogo entre los estudiantes en huelga y el gobierno, relata la Gaceta.

La reunión termina al mediodía, con la propuesta de los representantes presidenciales de continuar las pláticas al día siguiente en Casa del Lago.

Dos horas después, continúa la crónica, durante una sesión del CNH celebrada en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME), en Zacatenco, los tres integrantes de la comisión negociadora informan que los resultados de la entrevista con los representantes presidenciales han sido positivos.

El CNH resuelve que esa tarde sí se realizará el mitin en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, pero se suspenderá la manifestación final hacia el Casco de Santo Tomás, todavía ocupado por el Ejército, , por considerarla peligrosa.

Se pide a los miembros del CNH que, por razones de seguridad, no se presenten en el balcón del tercer piso del edificio Chihuahua, donde únicamente deberán estar los oradores y el maestro de ceremonias. Por último se leen los discursos para que se aprueben, menciona la Gaceta UNAM, en su edición especial a 50 años de la matanza de Tlatelolco.

“Fue un día traumático para todos, fue un día de enojo, fue un día en el que nos sentimos profundamente traicionados por el gobierno”, rememora para la AFP Félix Hernández, estudiante de Ingeniería y líder del movimiento estudiantil en ese entonces.

Esa mañana, él y otros jóvenes rebeldes se reunieron con representantes del presidente Gustavo Díaz Ordaz, en la casa del rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Javier Barros Sierra.

A petición de los funcionarios, la reunión concluyó con el acuerdo de suspender una marcha multitudinaria de estudiantes que estaba programada para ese mismo 2 de octubre en protesta por la ocupación militar de instalaciones educativas.

También determinaron tener una segunda reunión el 3 de octubre para sentar las bases de un diálogo público que pusiera fin a las movilizaciones de cara a los Juegos Olímpicos de 1968.

El mitin en la Plaza de las Tres Culturas

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Bajo un cielo nublado, el mitin da comienzo. Unas 10 mil personas llenan la Plaza de las Tres Culturas. La multitud está conformada no sólo por estudiantes, sino también por padres de familia, niños, vecinos, vendedores ambulantes y curiosos.

En el tercer piso del edificio Chihuahua hay periodistas nacionales, corresponsales y fotógrafos extranjeros, enviados para cubrir los Juegos Olímpicos, así como los oradores estudiantiles.

Desde el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores –ubicado a un costado y a donde llegó en las primeras horas de la mañana en compañía de camarógrafos y técnicos, y con ocho cámaras de cine de 35 milímetros–, el cineasta Servando González dirige la filmación del mitin, obedeciendo las órdenes de Luis Echeverría, secretario de Gobernación.

Cuando un contingente de trabajadores aparece por el sendero que corre a un lado de la Vocacional 7, llevando en lo alto una manta con las siglas que los identifican, el maestro de ceremonias –Anselmo Muñoz– dice al micrófono desde el balcón principal del edificio Chihuahua, utilizado como tribuna: “¡Recibamos con un gran aplauso, compañeros, a la delegación Pantaco de los trabajadores ferrocarrileros!”.

Tlatelolco 2 de octubre 18:10 horas. “¡Calma, compañeros, no corran, es una provocación!”

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A las 18:10 horas, anota en su relato la Gaceta UNAM, después de que dos oradores ya han hablado y se ha avisado a la multitud que la manifestación hacia el Casco de Santo Tomás se canceló, de uno de los dos helicópteros que han estado sobrevolando la plaza caen dos luces de Bengala –una verde y otra roja– junto a la iglesia de Santiago Tlatelolco.

Entretanto, una columna de soldados avanza a bayoneta calada hacia la plaza, a través de las ruinas prehispánicas ubicadas a un costado de ésta.

Sócrates Amado Campos Lemus, uno de los líderes del CNH, le arrebata el micrófono a Anselmo Muñoz, y grita: “¡Calma, compañeros, no corran, es una provocación!”

Un instante más tarde se oyen detonaciones de arma de fuego…

Justo cuando los líderes estudiantiles informaban de los detalles de esa reunión a los asistentes al mitin desde una improvisada tribuna del tercer piso del edificio Chihuahua, que daba a la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, “comenzó la balacera”, recuerda Félix Hernández a la AFP.

En medio del caos, él vio “a mucha gente caer y luego un gran silencio”.

El fuego intenso duró media hora y el resultado fueron “cientos de muertos, miles de heridos, miles de detenidos, cientos de presos políticos más”, pero aún hoy, añade incrédulo, “desconocemos el número real de víctimas fatales, no sabemos a ciencia cierta cuántos muertos hubo”.

Continúa la crónica de la Gaceta UNAM:

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La multitud, aterrorizada, empieza a dispersarse y a correr en todas direcciones, al tiempo que los soldados suben las escalinatas de las ruinas (otros salen también de la parte inferior del edificio Chihuahua) y llegan a la plaza, donde intentan cercar a la gente.

De pronto, los soldados comienzan a ponerse pecho a tierra y a disparar hacia la multitud y hacia los edificios que rodean la plaza. La confusión es total.

Varios jóvenes vestidos de civil, de cabello corto, sin documentos de identificación y con un guante o pañuelo blanco en la mano izquierda –que integran el Batallón Olimpia, grupo paramilitar destinado a labores de seguridad durante la próxima Olimpiada y que llegaron a Tlatelolco en la mañana– son quienes disparan hacia la plaza, apostados en la azotea de los edificios Chihuahua, 2 de Abril, 15 de Septiembre, ISSSTE 11 y Revolución de 1910, en la iglesia de Santiago Tlatelolco, en departamentos del edificio Chihuahua y en el balcón del tercer piso de éste, mientras otros de sus compañeros se dedican a someter, a punta de pistola, a los que encabezaban el mitin y a otros miembros del Consejo Nacional de Huelga.

La balacera se generaliza y caen los primeros heridos (entre ellos el general José Hernández Toledo, quien comanda un batallón de fusileros paracaidistas y quien meses antes había reprimido a los estudiantes en Morelia y guiado la toma de San Ildefonso) y muertos…

Cientos de personas se guarecen, unas sobre otras, entre las ruinas prehispánicas; otras buscan refugio en la iglesia de Santiago Tlatelolco (pero nadie les abre); y otras más logran esconderse en departamentos de los edificios aledaños o escapar por los pasillos de la unidad habitacional. Las ráfagas de ametralladora y las detonaciones de los fusiles y pistolas, y los gritos y lamentaciones de las víctimas llenan el aire.

En el tercer piso del edificio Chihuahua, la periodista italiana Oriana Fallaci, quien se encuentra en el país con motivo de los Juegos Olímpicos y fue invitada al mitin por el periodista mexicano Rodolfo Rojas Zea, recibe dos balazos –uno en la espalda y otro en una pierna– y pide ayuda…

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El tiroteo desencadena varios incendios en distintos pisos de ese mismo edificio y perfora los tinacos y las tuberías, de tal modo que el agua empieza a escurrir y a inundar algunos departamentos.

Conforme la noche cae, los disparos se van espaciando cada vez más, pero no cesan del todo. Los soldados peinan la zona (incluso ingresan por la fuerza en muchos departamentos de la unidad habitacional) en busca de más estudiantes y miembros del CNH. La Unidad Nonoalco-Tlatelolco, sin luz y sin servicio telefónico, permanece acordonada por el Ejército.

“El 68 es un tremendo crimen de Estado que sigue impune. Estamos reclamando que se abran procesos penales contra los autores intelectuales y materiales de la represión”, explica Hernández en entrevista con Efe, tras sostener que “el Estado debe pedir perdón y hacer justicia”.

Fueron 40 minutos de angustia en los que se escuchaban “ráfagas y gritos” en la plaza. Los disparos llegaron a alcanzar la ventana del departamento donde él estaba, lo que obligó a los estudiantes a permanecer en el suelo durante horas.

El fotógrafo de Luis Echeverría, Manuel Gutiérrez Paredes, Mariachito, registra con su cámara lo que sucede en el balcón del tercer piso del edificio Chihuahua. Las cámaras de los fotógrafos de diversos medios nacionales e internacionales son confiscadas por los militares, prosigue en su crónica la Gaceta UNAM.

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Poco a poco, algunos integrantes del Batallón Olimpia, auxiliados por elementos del Ejército, de la Dirección Federal de Seguridad, de la Policía Judicial Federal y del Servicio Secreto, bajan por las escaleras a los que detuvieron en el tercer piso del edificio Chihuahua y, luego de obligarlos a quitarse los pantalones y la camisa, los colocan frente a las paredes de la planta baja, con los brazos en alto. Muchos detenidos lucen muy golpeados, como Florencio López Ozuna, uno de los oradores en el mitin.

“El Gobierno había preparado una operación que no podía fallar. Tres cercos del Ejército rodeaban la plaza. De allí no podía escapar nadie sin permiso de las Fuerzas Armadas”, subraya Hernández a la agencia EFE.

“En Tlatelolco ocurre ciertamente una masacre. El Gobierno nos aplasta con las armas y de los 4 mil 500 detenidos no hay uno solo que lleve una arma. Eso demuestra que somos un movimiento pacífico reprimido con violencia”, sostiene.

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Varios dirigentes del CNH son detenidos. Los capturados en el edificio Chihuahua son identificados por policías infiltrados en el movimiento estudiantil y conducidos al Antiguo Convento de Santiago Tlatelolco, prosigue la Gaceta UNAM.

Los heridos son trasladados por las ambulancias, que ululan sin cesar, a diferentes hospitales.

En la Plaza de las Tres Culturas y entre las ruinas prehispánicas se aprecian manchas de sangre, bolsos de mujeres, zapatos desperdigados y prendas de vestir también ensangrentadas.

A las 23 horas, cuando un grupo de detenidos es sacado de la zona por la parte posterior del Antiguo Convento de Santiago Tlatelolco, estalla una nueva balacera entre francotiradores y soldados.

Hay muertos en la Tercera Delegación, en la Cruz Roja, en el Hospital Rubén Leñero, en el Hospital de Balbuena, en el Hospital Central Militar…Los detenidos son concentrados en el Campo Militar Número Uno.

A medianoche, ante periodistas extranjeros, Fernando M. Garza, director de prensa y relaciones públicas de la Presidencia de la República, declara extraoficialmente que el saldo de la contienda es de cerca de 20 muertos, 75 heridos y más de 400 detenidos. Y agrega que se quiso acabar con el “foco de agitación” y que la tranquilidad durante los Juegos Olímpicos está garantizada.

Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional, dice en otra rueda de prensa que el Ejército intervino en Tlatelolco, a petición de la policía, para sofocar un tiroteo entre dos grupos de estudiantes; que la tropa fue recibida a balazos por francotiradores; y que aquél duró aproximadamente una hora.

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También precisa que la operación militar la encabezó el general Crisóforo Masón Pineda, comandante del 44 Batallón de Infantería; que se sabe que hay muertos y heridos tanto del Ejército como de los estudiantes y que el Ejército uso armas reglamentarias y los estudiantes metralletas.

Y asegura: “El comandante responsable soy yo. No se decretará el estado de sitio; México es un país donde la libertad impera y seguirá imperando”.

“Fuimos encarcelados de manera totalmente ilegal. Aprehendidos por un cuerpo militar que no está facultado para eso”, denuncia Hernández, quien recuerda que la movilización era pacífica.

Hernández fue interrogado, presionado y torturado durante días. Le llegaron a decir que su madre y su hermana de seis años eran violadas en una sala contigua.

“El movimiento aconsejaba, en caso de ser detenidos, aguantar durante unos días los golpes y luego hablar y decir la verdad. Ese fue mi caso”, rememora con la voz quebrada.

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Hernández fue acusado de una veintena de delitos, muchos de ellos políticos, y condenado a 17 años de cárcel, la mayor pena para los líderes estudiantiles.

Luis Echeverría, secretario de Gobernación, señala que el diálogo con el Comité Nacional de Huelga quedó establecido una vez que el presidente Díaz Ordaz contestó los seis puntos del pliego petitorio en su IV informe. Y añade: “La situación en México equivale a realidades complejas respecto a las cuales nosotros mismos tenemos que hacer minuciosas reflexiones y análisis”.

Al día siguiente siguen cateos y detenciones.

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