“Depredadores de Dios”

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El mundo es un Sodoma moderno. Tan así que si Jesús tan hermoso como era de niño hubiese andado en los pasillos del Vaticano, más de uno le hubiera hecho tocamientos. El mundo está alarmado por voluntad propia. Los pastores que Dios ha elegido para apacentar a sus rebaños en la tierra se han dedicado a dilapidar placeres trasquilándolos sexualmente. Con todo y que los criminales están vestidos de blanco, mucho de la culpabilidad radica en todos aquellos padres que han puesto su confianza en esos seres nefastos de cubierta santificada y de interior percudido.

Pareciera increíble pero hay quienes deliberadamente permiten que sus hijos realicen retiros espirituales en las montañas o regiones lejanas, todo esto dando la oportunidad perfecta al devastador a comerse literalmente a la presa y sin testigos. Con el paso de los años la religión se ha convertido en una excusa perfecta para los depredadores sexuales que buscan de un modo mucho más reverente el acercarse a sus víctimas.

Las cifras que a últimas horas se han destapado y que tiene qué ver con el tráfico sexual en los oscuros pasillos de la religión son tan grandes, que el temor ha llevado a muchos tutores a retirar a sus hijos de las clases de religión, de los llamados  catecismos y escuelas de verano. Hoy en día ya no sólo los varones ordenados para servir como sacerdotes han abusado sexual y emocionalmente de su prójimo, existen una gran cantidad de testimoniales y registros donde las mismísimas monjas han incurrido en maltratos a jovencitas y jovencitos dentro de los colegios. Muchas de ellas fungen como damas bondadosas para extraer de la sociedad a las víctimas para llevarlas a los más oscuros aposentos de los clérigos.

No deseando sonar tan religioso, la realidad es que el corazón del ser humano se ha puesto tan gélido como un iceberg. A estas alturas del abuso y de la corrupción que se cierne en las entrañas de la santa sede, el descongelamiento de estos hombres llamados al sacerdocio sí que es una tarea muy difícil.

Es en el estado de Coahuila donde existe un cenáculo de integración, una institución especializada para recluir a todos esos sacerdotes que han incurrido o que tienen ese tipo de desviación sexual y que los convierte en peligroconstaste a la grey. Se llama la casa Emaús.

Su fundador, el padre Mora Becerra dijo antes de morir:

“Desde ese momento Dios sembró en mi corazón esa semilla que más tarde vino germinando y ha dado inicio ahora aquí en la diócesis de Saltillo. El proyecto se llama Emaús porque es el encuentro de los discípulos con el resucitado que los reanima a salir adelante”

Este recinto es igual de peligroso que cualquier Centro de readaptación Social ubicado a lo largo y ancho de la nación Mexicana. Una fuga de internos bien podría ser de alto riesgo. No deseamos ni imaginarnos el que uno de estos tipos con desordenes sexuales pudiera hacer de estar en contacto con cualquiera infante que se les atravesara en el camino. Los criminales matan el cuerpo, pero los curas pedófilos matan el alma.

El daño que suele infringirse a un ser humano en su edad temprana es irreversible. Es imposible extraer de él el veneno injertado a tan corta edad. Muchos de los que han sido dañados en ese aspecto muy difícilmente podrán llevar una vida normal al alcanzar su mayoría de edad.

El caso Pensilvania tiene en jaque al planeta entero al revelar que fueron más de mil niños los que fueron cruelmente abusados por una horda de más de trecientos sacerdotes.

Theodore McCarrick renunció a su llamado como sacerdote a ser acusado de haber abusado de niños y adultos en la década de los setenta. El hombre es viejo y su vigor lo regó en sus mejores años en personas inocentes. Hoy mucha de la población mundial exige estúpidamente a Dios como si él fuera el culpable de tan tremenda pandemia clerical.

La cercanía que el padre o la madre han de tener con sus hijos es básica si de su seguridad se trata. Hoy en día se debe estar con el oído aguzado y la vista fija en los maestros de educación secular, de danza, aerobics o gimnasia. El candor humano y todas las vejaciones contra los niños nos ponen en alerta de que el mundo y la sociedad no son igual que antes. Hoy los depredadores vienen en nombre de Dios para poder penetrar en sus hogares. Hoy es usted quien decide y no el Altísimo si la seguridad emocional de su hijo llegará sana y salva a la edad adulta. Cuidemos como perras a nuestros críos al grado de no escatimar tiempos. Dejemos por un momento nuestros equipos móviles y veamos su crecimiento, su avance. Si es posible acérquelos usted misma a Dios pues hoy en día es mejor llevarlos como la gallina a sus polluelos y no bajo la sotana de un depravado que viene en nombre de Dios. Adieu.

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