ESTADOS UNIDOS.- Gabriel Marshall, el niño que luchó contra el cáncer de cerebro, murió la mañana del viernes.
Su imagen y la de su padre, Josh, recorrió el mundo hace dos años y en ella ambos mostraban dos cicatrices idénticas en la cabeza: la del niño, que era real; la de su progenitor, era un tatuaje.
Esa fue la forma en la que Josh le enseñó a su hijo que no tenía que sentir vergüenza por una marca en la cabeza.
La foto se volvió viral y recibieron muchas solicitudes de medios de todo el mundo que querían escuchar su historia.
Seis meses después, el tumor cerebral volvió y, poco a poco, le quitó la vida.
El menor, que en ese entonces tenía siete años, luchaba contra un extraño tumor cerebral que le habían diagnosticado en 2015 y que acabó con él el pasado 2 de febrero.
En una publicación de Facebook el padre de Gabriel escribió que se “había ganado sus alas”.
“Él es mi superhéroe. Me ha mostrado de qué se trata la vida y cómo apreciar lo mejor de todo”, añadió el padre.
Posteriormente, Josh publicó en la red social varias fotos de su hijo, junto a un texto de despedida en el que narra cómo fueron los últimos momentos de su hijo.
“Tengo el corazón roto. No sólo perdí a mi hijo, sino también a mi mejor amigo”, afirma en el post antes de añadir que Gabriel sufría dolores muy fuertes desde hacía más de una semana y que el domingo pasado tuvo que llevarlo a urgencias porque tenía paralizada la parte izquierda del cuerpo.
El lunes se levantó sin ganas, pero el encuentro con un amigo camino al médico lo hizo animarse y pidió que lo llevaran a la juguetería.
Fue camino a casa, tras haber comprado una pistola de juguete, cuando Gabriel empezó a sentirse cansado.
Se quedó dormido en el coche y, cuando su padre fue a despertarlo, no abrió los ojos.
“Gracias, Gabriel por darme un último regalo… ¡Ese día increíble que vivirá en mi memoria para siempre!”, escribió Josh a modo de despedida.
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