La madre alemana en cuya casa aparecieron los cadáveres de siete de sus bebés fue condenada hoy a 14 años de prisión por haber matado a cuatro de ellos asfixiándolos después de nacer.
La corte de Coburg, en el norte del estado alemán de Baviera, absolvió al padre de las criaturas, sobre quien recaía la sospecha de haber ayudado a Andrea Göppner a matar a los pequeños. La pareja, que se separó poco antes de que se encontraran los restos mortales de los bebés, tiene tres hijos que aún están con vida.
La pena es bastante inferior a la que pedía la fiscalía, que había solicitado cadena perpetua para la mujer por la muerte de cuatro de los recién nacidos. “Cuando un caso así es juzgado, de repente mucha gente sabe lo que se debe hacer, como encerrar para siempre a esta supuesta madre horrible. Pero primero tenemos que entender su comportamiento, esto no significa justificarla sino más bien intentar comprenderla”, afirmó el presidente del tribunal, Christoph Gillot.
Los cuerpos sin vida de los ocho bebés fueron encontrados en noviembre en su casa en la localidad de Wallenfels, un pueblo de menos de 3.000 habitantes situado en la región bávara de Alta Franconia, a medio camino entre Berlín y Múnich. Los cuerpos de los ocho bebés estaban envueltos en bolsas de plástico y toallas y escondidos en la vivienda.
El primer día del juicio, el 12 de julio, Göppner reconoció haber asfixiado a algunos de sus recién nacidos, pero dijo que no recordaba exactamente a cuántos había dado muerte. Según el acta de acusación, estuvo embarazada ocho veces entre 2003 y 2013 “y trajo al mundo, cada año o año y medio, a ocho bebés”, en su cocina o en el living de su casa, sin la menor asistencia médica y en ausencia de su esposo.
Este último, quien no ignoraba los embarazos de su mujer, estaba de acuerdo en que los matara y aceptaba que ella escondiera los cadáveres en el sauna de la vivienda, según la acusación. Sin embargo, la Justicia lo absolvió.
La fiscalía detalló que en cuanto Göppner comprobaba que el recién nacido comenzaba a llorar, “tomaba una toalla y la apretaba sobre la nariz y boca del niño hasta asfixiarlo y que dejara de llorar”. En cuatro de los siete cadáveres de bebés encontrados en la casa familiar las autoridades no pudieron certificar si nacieron con vida o si habrían podido sobrevivir.