“Yo, la peor de todas”

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Sin temor al equívoco sé que hay compatriotas tan iletrados que si se les preguntara de quién es la efigie que aparece en el bellamente decorado billete de $200.00 mexicano, no tendría ni la más mínima idea sobre de quién se trata. Del mismo modo ni para qué cuestionar sobre el colosal edificio que se encuentra plasmado en el reverso del mismo, a decir, la majestuosa Hacienda de Panoayan.

“Hombres necios que acusáis, a la mujer sin razón sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”

Lo cierto es que la vida y obra de esta dama de las letras de la época colonial es muy vasta, tan enorme e inspiradora que fácilmente uno acepta de inmediato el que se le hubiese puesto el epíteto de “La séptima musa”… obviamente estamos parlando de la gran Sor Juana Inés de la Cruz, esa poetisa que aun cuando hoy es súper valorada por propios y extraños, y su obra es reconocida a nivel internacional apareciendo en colecciones de poesía en Europa, Asia y otros planetas que circundan al sol, en su tiempo fue vituperada y maltratada, sí, no miento, y me encanta esa cara que ponen mis lectores cuando escribo algo que parece increíble, pero lo cierto es que en la época colonial la mujer era víctima del machismo como lo son en la actualidad muchas otras damas. Para fortuna de muchos hoy el gran sector femenino han sacado la garra y la casta y se han dispuesto a defenderse, labor por demás loable y respetable.

Quien conoce de expresiones artísticas, vive de ellas o en ellas, cualquiera que esta sea, sabe que es natural que la inspiración no tenga un freno, eso hace que la obra, ya sea una escultura, un cuadro, una obra de teatro sea novedosa y nueva. El sentimiento que vive en cada ser humano es distinto y es por ello la enorme vastedad de las expresiones artísticas y sus muy variados temas. La invasión de las musas en el ánimo espiritual del artista no siempre es bien recibido por quienes no están en la misma sintonía. Muchas obras de arte a lo largo de la historia han sido destruidas por líderes políticos o religiosos que las han creído mala influencia para sus pueblos. Un ejemplo es la obra de Max Ernst, cuya obra fue mal vista por Hitler y ordenó su aniquilación. Pero hubo quien puso a salvo muchas de ellas y que ahora se admiran en las salas de museos de alto prestigio a lo largo y ancho del mundo. Picasso fue llamado obsceno por su obra de “las bañistas”; la obra de Mozart fue denominada “galante” en el sentido vulgar; Baudelaire, Rimbaud y Mallarme, se les llamó “poetas malditos” por su punzante estilo poética;Toulouse Lautrec, el pintor francés, cojo y nada agraciado por la naturaleza fue mal visto por la sociedad de su tiempo por plasmar en sus lienzos escenas de los bares como el Moulin Rouge y otros sitios del bajo mundo, denominados así por la nobleza parisina. Proyectando mujeres desnudas recostadas en cuartuchos desordenados; en prostitución en las anegadas calles oscuras; bailando y alzando sus piernas al ritmo del Can can de Ofenbach, convirtieron al maestro del pincel en un pintor perturbado… Juana de Asbaje no fue la excepción. Aun cuando nunca hubo queja de su labor como monja en la Nueva España, pues su labor en el ministerio siempre fue impecable, su filiación y gusto por la poesía y su admiración por Lope de Vega y otros poetas españoles, la invitaron a adentrarse en un mundo misterioso y romántico que llevaba dentro de su alma y que vació en el papel en forma de rimas. Que levante la mano quien haya leído aunque sea un par de poemas de esta poetisa. Por si sí o por si no, me he atrevido a injertar un diminuto fragmento al inicio de esta columna. En el contenido de su grandiosa e inspirada obra destaca lo dulce, lo romántico, lo apasionado, lo amoroso… otras de sus obras son mucho más sacras y sagradas, pero curiosamente casi rayan en lo erótico. Su amor por la virgen madre, por la virgen María y aun por Jesucristo, la llevó a crear sonetos y obras tan expresivas y cargadas de amor por ellos que muchos de sus trabajos fueron loados por sus contemporáneos; pero ya sabe usted, nunca falta un puritano que se sienta el más bendito de los benditos que condena a todo aquel que no se conjuga con sus ideales. Justo eso pasó con la iglesia madre de todas las rameras que de inmediato mandó comparecer a la monja para interrogarla, pero ya sabe usted, las palabras de los poetas y escritores y sus modos elegantes de expresarse exasperaron a la santísima sede y en particular a sus directivos en la Nueva España que la castigaron despojándole de toda aquella literatura con la que contaba y que a los ojos de sus superiores era dañina para una monja como ella. Así la Santa Inquisición, poseída por un deseo vehemente por acabar con los gustos “sucios y corrompidos”, sí, por vetar a la poetisa de versos groseros y rebeldes, terminaron por arrebatarle lo mejor de la literatura llegando al punto de prohibirle escribir. Tantas fueron las palabras de amor y pasión a favor de su adorada virgen madre, que la inquisición terminó por citarla y obligarla a leer un documento en el que firmaba con su propia sangre que su obra era perversa e inspirada por espíritus demoníacos que le habían asaltado mientras ella se encontraba al servicio de su prójimo y mientras se encontraba desposada con Jesucristo. En la actualidad dicho documento se encuentra en un recinto importante en la ciudad de México y aún conserva esa rúbrica temblorosa que dicta “Yo, la peor de todas, me confieso”… Soy La pluma profana y eso sí, nunca la peor de todas, pues siempre habrá alguien que lleve la delantera cuando de expresar libremente la verdad se trata. Adieu.

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