“¡Y lo encontré sin órganos!”

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Hace poco un video en Youtube exhibía a una mujer llorando con desespero por las calles de su pueblo en Nayarit. Buscaba a su pequeño hijo desaparecido. Fue un video viral y de escalofrío. Me alarmó ponerme en su lugar. La mujer lloraba porque después de doce horas no lo había podido localizar. La policía le había dicho que aún le restaban otras doce de llanto pues una alerta amber se activaba hasta las veinticuatro. Veintisiete horas después, el cuerpo muerto de Danilo fue encontrado en un canal muy cerca de su poblado natal con señales de haber sido amordazado por horas y abierto en un corte perfecto desde la garganta hasta el ombligo. Carecía ya no sólo de sus órganos, también de sus córneas y cabello.

Danilo es sólo un ejemplo de los cientos de pequeños que son arrebatados de las manos de sus familias con fines delictuosos. Aunque suene increíble, existen cientos de casos en los que los mismos padres “ofrendan” a sus hijos en bien de la economía ya no familiar, sino personal. Se fingen secuestros, desapariciones o huidas voluntarias para justificar el hecho de que han sido ellos mismos quienes han malbaratado la vida de sus propios hijos por una cantidad que muchas veces no pasa de los mil pesos.

Si un día andando por la calle un niño le extienden la mano, una incipiente adolescente lo mira con perspicacia o algún joven lo sigue con timidez a los baños públicos, no dude en la posibilidad quesea una víctima de trata. Puede que muy cerca de ellos y sin que usted se dé cuenta, alguien los esté controlando.

Con 45,000 niños desaparecidos hasta el 2017 ni dudemos que a la fecha ya sean 50,000. De continuar con la negligencia ocupándonos en lo que menos importancia tiene, en un santiamén nos daremos cuenta que uno de nuestros hijos podría convertirse en parte de esta escalofriante cifra.Mire ahora a su hijo, hija, sobrino, sobrina y créalo, en un descuido podría ser el próximo Danilo buscado por doquier sin que las autoridades pongan mucho de su parte. La razón bien podría ser la simple apatía de una coludida justicia o el hecho de que estén coludidos con los causantes de tales desapariciones.

Tan real es el tráfico de órganos infantiles en pleno 2018, que deberíamos tener literalmente miedo. Las cifras de desaparecidos son en verdad de escalofrío. Existen muchos testimoniales de personas que habitan en zonas apartadas en nuestro país que afirman haber encontrado fosas clandestinas con cuerpos desabastecidos de órganos. Sus denuncias han quedado rezagadas. En otros casos, comuneros han detenido camiones cargados con niños destinados al tráfico sexual, laboral o de órganos, igual, tampoco se les ha dado seguimiento.

Mucho más que un millón de infantes son sustraídos para la trata a nivel mundial según la UNISEF. Desafortunadamente países como Brasil, Colombia, México, Tailandia entre otros, son los que más generan órganos para el “consumo” egoísta de personas con familiares enfermos y que recurren a la obtención ilegal de órganos.

Como pasa con la droga, este delito tiene como fin los Estados Unidos y otros países desarrollados. Existe una gran cantidad de personas que por más que sean racistas, olvidan, al punto de la desesperación el origen del tal o cual órgano.

La llamada Bestia, que no es otra cosa que ese tren que cruza todo territorio nacional llevando a cuestas cientos de indocumentados, ha sido por mucho tiempo y bajo conocimiento de las autoridades nacionales, gran parte del comercio sexual infantil. Lo cierto es que la remuneración que trae consigo el traficar con partes humanas es increíblemente satisfactoria, no por nada es el negocio mejor pagado después del narcotráfico y las armas.

Cada que su hijo o hija salga con rumbo a la escuela, a casa de alguno de sus amigos o hacia algún sitio público como el cine o a las albercas, mírelo bien. Despídase como si fuera la última vez que lo haga. Convierta tal acción en una sana rutina porque pudiera ser que a lo largo de una semana alguien está observando la ruta que éste sigue. Un día, el menos imaginado, no volverá. Encontrarlo vivo es una probabilidad muy mínima. Dar con él, ya muerto, bien podría ser más cruel cuando los últimos hallazgos han sido en fosas, congelado en un camión, o en el peor de los casos, no volver a saber nunca más de ellos.

Otra vez lo vuelvo a escribir, mire bien a su pequeño cada que salga de casa con rumbo a sus actividades diarias. Analice su día a día y tome sus precauciones, no vaya a ser que termine llorando frente a su aparato móvil, conformándose con contemplar esas miles de fotos donde aparecerá junto a él en sus cumpleaños, vacaciones o logros escolares.

El video en YouTube fue eliminado en muy poco tiempo. Era obvio que tal cosa sucediera, más cuando la inconsolable mujer, aparte de gritar con el rostro descompuesto un ¡Lo encontré vacío, sin nada, sin órganos! acusaba directamente a las autoridades de su pueblo por sospechosos.

El secuestro y tráfico de menores es real. Ocupémonos en velar por quienes son nuestra más cercana responsabilidad. Sonriamos hoy junto a ellos para no tener que llorar luego con su recuerdo. Adieu.

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