Sin duda alguna los dichos populares de nuestros pueblos son tan sabios y contundentes que sin miedo a la condena divina los podríamos equiparar a las expresiones del mismísimo Salomón en sus textos recopilados en Eclesiastés, Proverbios y otros libros de sabiduría antigua. Son dichos tan concluyentes y certeros que no tienen opción de atajos ni desviaciones a derecha o izquierda. En conclusión: Son “Máximas de sapiencia popular”. Dicha conciencia pública que los antiguos mexicanos llamaban “Evangelios chiquitos” tiene su potencia justamente en cada uno de ellos fueron extraídos de la experiencia, del día a día de los hombres y no de una revelación celestial… y es que luego de que el candidato presidencial de la bancada republicana, Donald Trump lanzase un amenazante ultimátum en plena campaña en Delaware, Ohio al exponer un “Aceptaré totalmente los resultados de estas grandes e históricas elecciones, si gano”, medio mundo dio por sentado que el opulento empresario en definitiva no estaba dispuesto ni preparado para perder las fabulosas elecciones del próximo noviembre en la Unión americana. Ante tal expresión cargada de egoísmo y emociones conflictivas el mismo Barak Obama expuso abiertamente que tal actitud traía consigo cierta peligrosidad, trance que en nuestro país no nos es ajeno si recordamos que en la añeja campaña presidencial del 2006 y en 2012, el nacido en Tepetitán, Macuspana, Tabasco, el señor Manuel López Obrador del Partido de la Coalición por el Bien de todos y Movimiento progresista, respectivamente, armó tremenda ola de violencia ante su fracaso electoral.
No tenemos ni la menor idea de lo que pueda ser capaz el perdedor de unas elecciones en los Estados Unidos pues, luego de tantos años de sanas y ordenados votaciones, nadie había osado estar en contra de un resultado electoral en esas tierras. Podríamos asegurar casi a ciegas que Hillary Clinton daría por sentada su derrota sin mayor complicación, mas no así al republicano que con un “Se los diré en ese momento. Los dejaré en suspenso” expuso su posición ante los resultados cuando se le cuestionó sobre su postura en caso de ser derrotado en las urnas.
Ya lo dijeron los tapatíos en esa frase heredada al mundo: “Jalisco nunca pierde, y si pierde, ¡Arrebata! Y Donald Trump ha dejado en claro que no se quedará a llorar la derrota y eso es algo que el mundo no debería tomar como algo liviano. Sus expresiones conforme pasan los días, son las de un hombre que ya siente movérsele el piso al saberse abandonado por personajes de su mismo partido político que de a poco se han ido alejando de él a causa de sus constantes errores causados por su ligereza en el hablar, en palabras del pueblo mexicano, “Andar de lengua larga”. Saberse perdedor muchísimo tiempo antes del día señalado lo pone peligrosamente a la defensiva, irritable y blasfemo ante todo aquello que le ha sido causa de detracciones públicas: Fronteras, ilegales, mujeres, fraudes, impuestos, sarcasmos, racismo, etc.
En México ahora sí que “No canta mal las rancheras”. Perder las elecciones del 2006 contra su rival más fuerte, como lo era Felipe Calderón Hinojosa, no dejaron nada contento a un Manuel López Obrador que despotricando contra su opositor exteriorizó:
“…Se fracturó el orden constitucional, ya que los magistrados se negaron a transparentar la elección para someterse a una minoría privilegiada que ha tomado las instituciones y las mantiene secuestradas para su propio beneficio.
Ese atentado a la legalidad constitucional y a la vida democrática obliga a reasumir el ejercicio de la soberanía popular y abolir de una vez y para siempre el régimen de corrupción y privilegios que impera en el país. Por eso, aunque no les guste a mis adversarios, ¡al diablo con sus instituciones!…”
Volver a fracasar en el 2012 ahora frente al priista Enrique Peña Nieto, su contendiente del PRI y no tan conforme con una nueva derrota expuso:
“Aunque nos sigan atacando y nos acusen de malos perdedores, de locos, de mesiánicos, de necios, enfermos de poder y otras lindezas, preferimos esos insultos a convalidar o formar parte de un régimen injusto, corrupto y de complicidades que está destruyendo a México”.
Inolvidables aquellos tiempos en los que ese hombre que había perdido la silla presidencial y para muchos otros la cabeza y la cordura, se lanzara a las calles y auto proclamarse presidente nacional de un gobierno que él mismo y bajo protesta de cientos de capitalinos lo elevaran como máximo líder de México.
Aun cuando el debate en St. Louis y el de la Universidad de Hofstra tuvieron temperaturas muy elevadas, no sucedió lo mismo en las Vegas, Nevada donde de entrada una sonrisa en primer plano llamó más la atención ante una expresión a la defensiva de un Trump al que el mundo ya conoce como revoltoso. Sin lugar a dudas fue una contienda mucho menos agresiva pero no así carente de sucesos en los que la demócrata dio tantos golpes bajos al magnate neoyorquino que, siguiendo con su misma línea de ataques contra Clinton en lugar de exteriorizar planes para el futuro de su país como lo hizo ella, no lo dejaron muy bien parado ante sus seguidores.
Sea como hubiesen sido dichos encuentros, las secuelas de los tres pugilatos electorales sólo se evidenciarán en los resultados en el mes de noviembre. No debemos dejar de lado que todo tiene un precio y siendo el magnate tan poderoso, no deberíamos subestimar tal potestad porque en una de esas el estar a un lado del país en el que vive gente con muchos problemas y corrupción como el mismo candidato expuso alguna vez, lo contagiaran para dar unos poquitos dólares para resultar ganador… ya lo expuse antes, todo tiene un precio y las luchas del poder tienen el suyo… y es que así como Jalisco nunca pierde, Donald Trump parece estar dispuesto a tampoco hacerlo y de cumplir con su amenaza arrebatará, y arrebatará a lo grande, como lo hacen los tiranos, esos que a un sonar de dedos logran sus propósitos sin importar todo aquello que se lleven a su paso… adieu.
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