“Trump y su Despotismo ilustrado”

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La historia se repite, una y otra vez, pero aun y cuando esto sucede, la verdad es que no parecemos aprovechar sus lecciones, al menos eso era lo que opinaba el político francés de origen judío Camille See.

Ahora que la contienda electoral en los Estados Unidos de Norteamérica tiene a todo el planeta aguzando el oído, esta frase viene a caer como anillo al dedo al ver cómo el magnate Donald Trump tiende a tener todas aquellas características que estaban muy en boga en la vieja Europa del siglo XVIII.

La conocida frase: “Toutpour le peuple, rien par le peuple” muy utilizada durante el despotismo ilustrado y cuya traducción no es otra que “Todo para el pueblo, nada para el pueblo” era algo que en las altas esferas de la política se utilizaba para revelar que el pueblo se merecía todo, siempre y cuando el gobierno reinante le diera únicamente lo que necesitaba, muy al estilo de Fidel Castro y su régimen de esclavitud que hasta hoy sigue matando a miles en el Atlántico en su intento por huir de la represión.

El llamado paternalismo político es algo que por siglos ha dañado a países en los que líderes, que en su mayoría no son más que dictadores, convierten a sus pueblosen algo vergonzoso ante los ojos del mundo. Pueblos sin educación, diversión, fe, autoestima o anhelo de progreso. No les importa exhibirse en sus riquezas personales mientras que sus gobernados mueren en los campos improductivos o en empresas sin futuro.De hecho existen cacicazgos vestidos de democracia en los que alzando la bandera de libertad y justicia, de patriotismo, de un elevado y maquillado chovinismo, reprimen a la sombra a quien atiente contra su voluntad.

El despotismo ilustrado no es algo que se encuentre únicamente en los libros de historia, se vivió en el siglo XVIII, en el XIX y se sigue viviendo en la actualidad. Quienes se elevan sobre los demás portando una banda que los coloca como soberanos pero que no hacen otra cosa más que enriquecerse de los gobernados, tarde o temprano terminan abatidos por el mismo pueblo. Porfirio Díaz, un claro ejemplo de excelente combatiente que legó con su esfuerzo no una, sino muchas victorias para México, al llegar al poder y creer que únicamente él como soberano podría saber qué era lo que le faltaba a cada mexicano, fue lo que lo llevó al declive político. Su actitud paternalista de querer ilustrar al país con grandes palacios y comodidades como el ferrocarril, el teléfono y el telégrafo le proveyeron de muchos aplausos, pero exclusivamente de los más encumbrados porque a ojos vistos, los pobres eran más y más pobres. Poco le faltó para decir lo que dijera María Antonieta de Versalles cuando le dijeron que su pueblo se moría de hambre mientras que ella se la pasaba de banquete en banquete: “Que coman pastel”.

Los espinosos discursos de Trump prometen convertir al país en un sitio más seguro, mejorar la calidad de vida de la gente y eliminar a todo aquel que se atreva a tocar a sus ciudadanos. Sus promesas de cuidar a su gente como las gallinas cuidan a sus pollos tienen un claro olor a comunismo, a sobreprotección ahogadora y deseos de borrar de todo registro lo que sus predecesores han logrado en cuestión de seguridad y política mundial.

Lo cierto es que la vanagloria, el egoísmo y la pedantería son las características más notables de un hombre que a toda costa busca ganar una elección a base de promesas humillantes.

Muchos han insinuado que el candidato tiene un enorme parecido al alemán Adolfo Hitler, pero hasta en eso quienes lo comparan se equivocan, pues pese a todas las decisiones que tomó y que según él era a favor de su patria, el hombre era un estratega militar como muy pocos ha habido en el mundo. Pese a lo errado de su deseo de aniquilar al pueblo judío, sus estrategias militares le dieron el poder en una buena parte de Europa… ¿Cuáles son entonces las características que lo hacen tan parecido al Fourier? Fuera de la vanidad y el orgullo, ninguno. Trump tiene dinero, no ideas. Trump tiene influencias, no estrategias. Trump no desea el bienestar de los estadounidenses sino el suyo propio, ese que lo siga elevando sobre todos los demás y ser nombrado el gran libertador de los Estados Unidos, de un país que ha acogido por siglos a todos esos a los que por poco compara como una carroña latinoamericana que invade su país.

El muro de Berlín, llamado por la Socialista República Democrática Alemana como muro de protección antifascista, no tiene mucho de diferencia al que ya existe entre México y Estados Unidos, muro también llamado de la vergüenza y que según la promesas de campaña, será reforzado hasta volverlo infranqueable a los inmigrantes de todo el mundo que planeen penetrar a territorio yanqui.

Del mismo modo que se desconoce la enorme cantidad de personas que fallecieron en su intento por llegar a la otra Alemania, del mismo modo las estadísticas se han reventado en esta parte del mundo al no saber con exactitud la enorme cantidad de inmigrantes que han muerto en su intento por llegar  ya sea por vía natural como lo es el río Bravo o la artificial, como lo es el muro fronterizo.

Para Jaques  Rousseau, filósofo francés. El ser humano es naturalmente bueno, pero pasado el tiempo la civilización lo corrompe. Según él, la iniquidad, la maldad y el despotismo comenzó con el primero que dijo “eso es mío”, dando origen a la propiedad, y con ella a esta sociedad. Hoy por hoy hombres como Donald Trump dicen sin temor a nada, esto está bien y esto no, yo haré esto y haré lo otro, yo quitare esto a estos y se los daré a estos otros, quitar y poner como si los seres humanos fuesen piezas de un juego de ajedrez… en definitiva, hay hombres que desean el poder y cuya política no es otra que vaciarnos la memoria para llenárnoslas de basura, enseñándonos a repetir la historia en lugar de crear una nueva… y como lo dijera un día el gran Sófocles:

“siempre se repite la misma historia, el hombre no piensa más que en sí mismo”… adieu.