“Silveti y el último redondel”

0
777

Altivo y desafiante como siempre lo fue, Juan Silveti caminó su última vuelta al redondel en la plaza de toros de la vida. Al final, frente a todo un público que por generaciones lo amó y lo vio como un gran ejemplo en el mundo de la tauromaquia, lanzó al aire su honorable montera para verla caer en manos de Dios. Su última corrida había terminado en los albores de una fría Navidad en su amada Salamanca y rodeado de toda esa familia que lo vio hasta el último momento. Así, con un pesebre todavía sin niño Dios pero con corazones rebosantes, la familia Silveti despidió a uno de los máximos exponentes de los toros en tierra azteca.

Uno pone y Dios dispone, dicta un dicho que por popular tiene mucho de cierto. Lo cito al recordar aquella lejana pero al mismo tiempo escandalosa y terrible escena en la que el mítico torero hoy elogiado, Juan Silveti Reynoso, sufriera una peligrosa cornada en una plaza de Linares. Fue sacado en brazos mientras que la sangre manaba arrebatándole en cuestión de segundos la vida.

El pesado y soberbio toro puso, pero Dios dispuso que su fin no fuese en ese entonces, sino en este en el que luego de una tenaz y esforzada lucha por llevar a buen fin la carrera como toreros de sus hijos y nietos, decidiera ahora sí, cerrar sus ojos y pasar por lamagna puerta a esa gloria reservada para los grandes del redondel taurino.

Como muchos otros personajes longevos en la historia de la humanidad, Silveti, prodigio de una grande y afamada dinastía de toreros mexicanos nos legó una notable lección de vida, esto es, defender hasta el último respiro lo que en los últimos años de su vida, parecía indefendible, la fiesta brava.

Un día a alguien se le ocurrió decir que los toros, como el ser humano, poseían cualidades de nobleza y humanidad dignas de respetarse. Eso llevó a la introspección mundial que desembocó en una lucha contra eso que todo tenía menos el ser un fiesta. Algunos países como Francia, Ecuador, Perú y otros países de América comenzaron a prohibir las corridas de toros. Silveti, atento al acontecer de aquello que le afectaba directamente, se sorprendió al enterarse que la mismísima Cataluña se había convertido en ciudad anti taurina. El golpe bajo vino cuando acá, en su propia patria, del mismo modo se atentaba contra aquello que por siglos había sido una tradición que aunque heredada de la vieja Europa, tenía profundas raíces en México.  Sonora, Guerrero y Coahuila alzaron la voz en un “Basta” a lo que llamaron tortura animal y apoyada por la voz del mandatario coahuilense al mencionar que el espectáculo era denigrante, bárbaro; que nada tenía de arte ni ciencia, sino que todo era barbaridad pura.

A veces resulta incomprensible la actitud humana con respecto a la vida y a la muerte. Algunos de estos estados del país que han prohibido las corridas de toros bajo el argumento de respetar la vida, son los que más alta criminalidad poseen a causa de la corrupción. Ya lo dijo también el actor francés Gerard Depardieu: Todos aquellos que están en contra de las corridas de toros son más violentos que los mismísimos toreros.

Según el poeta y prosista Pere Gimferrer Llorens, Prohibir los toros atenta contra la libertad. Según él, y lo cual tiene mucho de cierto, es que se demuestra un desconocimiento profundo no sólo de la cultura ibérica─ española y portuguesa, o la francesa, sino de la propia cultura catalana y de la historia de su sociedad.

Silveti no vivió de los toros, vivió con los toros. Cada encuentro era para él como una gala dancísticaen la que el protagonismo se mezclaba con la tragedia del vivir o morir. Sabía a pie juntillas que en el ruedo la suerte está echada y que nadie sabe el destino de nadie sino sólo Dios. Sentía un enorme respeto por aquella portentosa bestia de mirada fulminante que si no se tenía el vigor necesario, era fácil caer presa de esa fatídica mirada de Gorgona mitológica.

Salir al redondel siempre fue para el matador como entrar a misa de siete, todo un acto solemne en que arrodillado frente a Dios optaba por decirle todo lo que llevaba en su alma. Sabía que aquello no era otra cosa que el juego de la muerte, pero también el de la vida. Le era imposible vivir sin aquella divina adrenalina que le causaba el ver raspar la pezuña de la bestia en tierra en su disposición de matar para sobrevivir.

Cuando advirtió que la vida ya le había dado suficiente en el ruedo, entró con parsimonia en el redondel, desafió a un toro tan poderoso como todos con los que se había enfrentado a lo largo de su carrera y luego de batirse ahora sí en su casi vejez y contra sí mismo y su propia resistencia, cedió a deponer las armas y lanzar su último gorro a la tribuna, esa que por años le había dado honores, vítores y congratulaciones.

Albacea de amplios conocimientos en la fiesta brava, no quiso otra cosa que heredar su potencial a esos hijos que conDoreen Barry había engendrado. Con dedicación y mucha entereza creó un consorcio taurino sin parangón que los llevó a enfrentarse a los más poderosos toros y en las mejores plazas.

Durante la noche buena el gran soñador de realidades taurinas, Juan Silveti, alias Juan Sin Miedo, se fue dejando un espacio muy difícil de cubrir. Se fue pensando en que el toreo es un arte misterioso. Por una parte un poderoso vicio y por otra la belleza de un ballet. Que era un ambientecomplicado, satírico y afectivo que viven los que un día soñaron con ser toreros.

Hoy las plazas de toros huelen a tristeza y desasosiego, a abandono y estocada. Hoy el luto a teñido de tinieblas los redondeles y las majas se han conformado a cubrirse el rostro para no ser vistas llorar. Juan Sin Miedo, el gran Juan Silveti se ha ido, pero nos ha dejado el recuerdo de un gran hombre que hasta el final de sus día defendió lo que siempre creyó bello y honorable, el batirse cuerpo a cuerpo con un poderoso como él, el toro.

 

Mantente informado las 24 horas, los 7 días de la semana. Da click en el enlace y descarga nuestra App!