Reaviva tragedia visita de Obama a Hiroshima

La Casa Blanca insistió el martes en que Obama no se disculpará en Hiroshima

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Reaviva tragedia visita de Obama a Hiroshima / Foto: Agencia

Durante décadas, los visitantes de la fantasmagórica cúpula en Hiroshima, la cual se erige como única superviviente del lanzamiento de la bomba atómica en ese lugar hace más de 70 años, entraban a un mundo que combinaba la tragedia atroz y la amnesia histórica.

El sitio, que el presidente Obama visitará el 27 de mayo, reflejaba la perspectiva japonesa, casi universal, de que la ciudad fue víctima de una brutalidad innecesaria: padres de niños incinerados, miles de asesinados y una generación envenenada por radiación.

Sin embargo, las exposiciones museográficas alrededor guardaron un silencio sepulcral sobre qué fue lo que llevó a tal horror. Una máquina de guerra japonesa que arrasó con Asia durante una década previa a aquella mañana que cambió la historia del siglo XX.

Para los estadounidenses que pertenecen a la generación de la Segunda Guerra Mundial, así como para muchos de sus hijos, Hiroshima está en el centro de una narrativa muy distinta.

Creen que la decisión del presidente Harry S. Truman de arrojar la bomba salvó decenas de miles de vidas estadounidenses que se habrían perdido en la invasión de Honshu, la principal isla de Japón.

Preguntemos a algunos veteranos supervivientes de esta generación —a aquellos que lucharon para abrirse paso desde Iwo Jima hasta Okinawa y sabían lo que les esperaba— y no hay arrepentimientos sobre la decisión de Truman ni equivalente moral entre una campaña japonesa que mató a más de 20 millones en Asia y el horror de la bomba que acabó con todo.

Al decidir dar un discurso bajo esta famosa cúpula, Obama está dando un paso que 11 de sus antecesores evitaron.

La Casa Blanca insistió el martes en que Obama no se disculpará en Hiroshima. No criticará a Truman por la decisión de arrojar la bomba o por el llamado aún más cuestionable a lanzar una segunda ojiva tres días después sobre Nagasaki porque el emperador aún no se había rendido.

“Esta visita ofrecerá una oportunidad para honrar la memoria de todos los inocentes que se perdieron durante la guerra”, escribió el martes Benjamin J. Rhodes, asesor adjunto de seguridad nacional de Obama.

Para un presidente que llegó a sus funciones hablando de un mundo sin armas nucleares —una idea cuya realización le ha presentado más problemas de lo que había imaginado—, es también una oportunidad para decir, en sus últimos meses como presidente, que el riesgo de una nueva Hiroshima difícilmente ha desaparecido.

Este también puede ser el momento justo para salvar esta brecha histórica. Hiroshima ha dado rienda suelta a una importante literatura —que comenzó con el recuento sin precedentes de John Hersey en The New Yorker, publicado en 1946, cuando la ciudad seguía en ruinas— y algunos de los debates morales más profundos del siglo XX.

Actualmente, los supervivientes de aquella mañana, cuando el Enola Gay voló sobre el cielo de la ciudad y dejó caer su carga, son aún más difíciles de hallar que los veteranos estadounidenses, ahora con 90 años, quienes creen que sus vidas fueron perdonadas por este mismo acto.