Política de alto riesgo en Tamaulipas

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TAMAULIPAS.- Una gran fotografía cuelga sobre la caja de la cafetería Regio’s, en Matamoros, Tamaulipas. El dueño del restaurante, Aurelio González, sonríe en la imagen a los comensales del local de comida mexicana. El retrato no lleva mucho tiempo allí. Fue puesto para recordar al hombre que fue secuestrado el 20 de octubre de 2015 a sus 83 años. Su familia tardó nueve días en pagar el rescate, pero nadie lo volvió a ver con vida. Lo que quedaba de su cuerpo fue encontrado en diciembre en una ranchería y sus restos fueron entregados a sus familiares en febrero pasado. La historia de Aurelio se suma a ese catálogo de horror cotidiano de Tamaulipas, un Estado donde la violencia del crimen organizado ha lacerado la vida de sus 3.2 millones de habitantes desde hace una década.

A unas mesas de distancia de donde las hijas del restaurador asesinado hacen cuentas está sentado Baltazar Hinojosa, el candidato del PRI a gobernador de Tamaulipas, un cargo que se votará en las elecciones del 5 de junio. El aspirante, exalcalde de Matamoros, está reunido con simpatizantes del partido que ha gobernado toda la vida este Estado que colinda con el sur de Texas. “Mi papá votó toda su vida al PRI, pero yo no voy a votar por ninguno porque nada va a cambiar”, dice María del Rosario, una de las hijas de don Aurelio.

Tamaulipas es el Estado que más secuestros registra. 930 casos se han documentado desde enero de 2014 hasta la fecha (en el segundo lugar, el Estado de México, fueron denunciados 422). Aquí se han esfumado 5 mil 700 personas, la quinta parte del total de desaparecidos en México. Las extorsiones y los homicidios también son altos a pesar de que ser un estado militarizado donde 3 mil 980 solados y 300 marinos patrullan la región. El 55% de los habitantes cree que la inseguridad ha empeorado, según un sondeo de febrero

Hinojosa, de 52 años, viaja por la ciudad natal a bordo de una camioneta blindada. La gente se para junto a la Suburban y lo saluda, pero él no puede bajar la ventana por el grosor de los cristales. A unos metros de la frontera recuerda que cuando era niño el contrabando era de “televisores, cigarros, whisky y fayuca de la buena”. Tiempo después, los delincuentes se dieron cuenta de que necesitaban controlar un estado donde cruzan diariamente a Estados Unidos más de 10 mil camiones de carga. “Antes los bandidos temían a las autoridades, pero hubo un cambio y esta gente se fortaleció y rebasó a las instituciones”, explica.