“No sois casta superior”

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Es muy desafortunado ver que algunos hombres y mujeres que se consideran hasta cierto punto buenos, o al menos eso aparentan, apenas se les concede un poquito de poder y se olvidan de toda aquella humildad con la que un día iban vestidos y que les dio una característica única de confianza. Muchas veces tal metamorfosis es tan escandalosa que quienes los conocieron previamente les parecen imposible que sean los mismos.

Si nos avocamos a las profesiones hay una multitud de ejemplos: Maestros que se olvidan de que su labor es educar y no maltratar y abusar; médicos que dejan morir al paciente por negligencia; políticos que echan al cesto de basura el pantallazo del servicio que en campaña evidenciaron y que ya ubicados en tal o cual puesto, roban a manos llenas a quienes un día confiaron en ellos; sacerdotes que lejos de enseñar la voz y voluntad de tal o cual dios, se desbordan en desmanes sensuales llevándose a su paso niñas, niños, mujeres y hasta hombres.

Sin lugar a dudas la traición a la confianza es una de las vergüenzas más grandes que hay y que dañan de manera monstruosa. Se podrá recuperar casi cualquier cosa, dinero si usted quiere, un trabajo, una joya empeñada, pero la confianza es un valor no renovable  cuando se es violentada.

Hablando justamente de estos últimos, a decir, de esos que un día optaron por embarcarse al servicio de sus semejantes y que como dijo el mismísimos Jesús, que el que tal cosa hiciere se encontraba a su servicio, me hace recordar esa memorable visita que el papa Francisco hiciese a nuestro país no hace mucho dejando, no sólo una amplia estela de recomendaciones y expresivas bendiciones, sino también gastos millonarios, pues no hay que olvidar que cada paso que daba en nuestro territorio, le costaba a cada mexicano una muy buena suma de dinero… pero bueno, cuando reunió a cardenales y otros jefes religiosos, les habló con poderosa serenidad en una instrucción muy parecida a la que dio en Roma, en la sala del consistorio del Vaticano. Ahí el papa recibió en audiencia a los directivos, docentes y estudiantes de la Pontifica Academia Eclesiástica, donde se forman los embajadores de Roma.

Los enfrentó con amplia sabiduría diciéndoles:

“Vosotros no sois casta superior, ni altos funcionarios de un estado que gusta de los ambientes mundanos, que no se dejan colonizar por los pensamientos en turno o por lo ilusorio de lo políticamente correcto” de la misma manera les aclaró que el papado y sus representantes no pueden ni deben dejarse presionar por causas externas de ninguna índole y mucho menos ser rehenes de lo que llamó “Contable división de las canonjías” o “Contentarse con la partición entre cónsules”… en palabras claras les dijo que no podían ir por el mundo con aquellos personajes que lo único que hacían era echar a perder al planeta con sus vanidades. Que ya no es tiempo de ir chupándole el dinero  a los poderosos mientras que las verdaderas ovejas mueren de hambre espiritual en los secos campos del mundo donde las artimañas del diablo los aporrean y persiguen. Así de claridosos como suele ser les dijo que se olvidaran de la tonta sensación de creerse dioses siendo simples mortales al servicio de una divinidad, o sea, no eran casta poderosa, sino humildes al servicio genuino al prójimo; que no tienen ni poder ni derecho para condenar ni destruir a nadie, que optaran por buscar la humildad y la caridad, esencia de la verdadera iglesia de Jesús.

La realidad de las cosas es que ese departamento donde se reciben las quejas sobre curas malintencionados, monjas rebeldes, cardenales corruptos y párrocos pedófilos, está al tope.

A lo largo de las edades y desde el momento en el que el hombre se ha dejado cachetear por líderes moralistas que se han afanado por dirigir las conciencias de sus prójimos, nunca ha faltado quien, con voz de mando y amparándose con un ficticio manto de autoridad, han hecho y desecho a muchos feligreses que lo único que buscaban era un poco de solaz. Lejos de apacentarlos los condenan a lo más hondo de los infiernos a sabiendas de que ese sitio ni siquiera existe. Muchos de esos mandamases de la iglesia usan su investidura para abusar psicológicamente de muchas de sus ovejas, cosa que ya le ha hecho arder el ánimo a la mano derecha de Dios en Roma.

Si algo es cierto es que como seres humanos ninguno somos casta superior. Los denominados derechos humanos universales nos colocan en una aposición de igualdad inviolable cuyos privilegios son tan vastos e igualitarios y ante los cuales no hay una ley que se oponga. Desafortunadamente la vanidad y el orgullo que la riqueza produce en una muy buen cantidad de seres humanos es lo que va provocando que los bienes que son para todos, queden en manos de unos cuantos.

Se pertenezca a la religión que se pertenezca o se apoye a tal o cual partido político, no nos impide tomar como certeras esas palabras del líder eclesiástico romano pues la función de un político o de un religioso es meramente el servicio a quienes necesitan una mejor vida espiritual y económica. Es ver por las necesidades inmediatas y a largo plazo, que sus situaciones morales, físicas o económicas sean sufragadas si ya no con dinero, sí con opciones que les permitan salir avante.

Será únicamente cuando dejemos de lado el creernos algo mucho  más elevado cuando nuestra situación como personas, familia, comunidad, ciudad, estado, país y planeta cambien….adieu.

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