“¡No quiero ser periodista!”

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Con la muerte del periodista Veracruzano Leobardo Vázquez Atzin hace unos cuantos días y la del tamaulipeco Carlos Domínguez, suman ya 42 periodistas asesinados en lo que va del sexenio. Con esto me viene al pensamiento cuando a mis 17 le dije a mi padre un No quiero ser periodista y no lo seré así tenga qué quedar como un analfabeta. Ahora que tengo cuarenta mi padre ya no vive y yo sigo siendo periodista.

Cargo mi cámara como su pistola los vaqueros en el viejo oeste. Igual porto mi mochila en cuyo interior llevo libreta de notas, un par de bolígrafos, dos grabadoras por si una me falla, baterías, cargadores y claro, mi botellita de agua que aunque siempre la traigo hirviendo, por lo menos me quita lo reseco de los labios.

A tanto año en el escabroso mundo del periodismo, mochila y cámara se han convertido para mí casi en una extensión natural de mi cuerpo. Muchas razones he tenido para dejar de lado esto que pasó de ser curiosidad por saber a pasión por comunicar. Lo sigo siendo porque amotodo esto con todo y que tenga el fémur roto a causa de una dudosa bala perdida y mala visión por una golpiza a manos conocidas/desconocidas.

Llevo en mí, sangre Olmeca. Mi piel huela a café de los Tuxtlas. Hoy Veracruz huele justamente a café. También huele a ceniza.Cenizas de muerto, no de caña sacrificada y destinada a los ingenios azucareros. Huele más a muerte de mi gente convertida en ceniza que a café.Ya sea en las montañas, en el bajío o en las llanuras de nuestro estado, las voces jactanciosas de crímenes  y violaciones musicalizadas son del gusto de si no todos, si de una gran mayoría. Duele más la muerte que la nostalgia y por ello desde Panuco hasta las Choapas, pasando por Papantla, Coatzacoalcos, Córdoba, Orizaba y Tlacotalpan, todo huele a traición, a cuchilladas por la espalda y a carcajadas burlescas de un alguien que entre más pasa el tiempo ya ni sabemos si es el maldito gobierno o la dejadez de un pueblo callado.

Antes pensábamos que la violencia era cosa vieja, de la revolución, que nada teníamos que ver con ella.De pronto ¡¡boom!! Que nos dejan la granada en las manos y empezamos a ver muertos por aquí y por allá. Tan vasta nuestra tierra.Larga como la serpiente emplumada y angosta como la cintura de la princesaIxchel.  Hoy ya nadie baila el son jarocho porque la música grupera cargada de insólita violencia colma la radio de todas partes.

Según la noticia corrompida son sólo algunos periodistas asesinados. Según la realidad casi cincuenta.Ellos dicen que por causas desconocidas, la gente todo lo contrario. Estos juglares modernos en cuya misión se encontraba el difundir la verdad fueron acallados por ¿el gobierno? tal vez, ¿por el narco? Sepa Dios, ni para qué opinar de unos u otros porque hasta nosotros mismos por agachones podríamos salir culpables.

Antes decían que había sido un tal Fidel, luego que un mencionado Javier.  Ahora tenemos en la silla de la opulencia al Mesías que prometió acabar con tales crímenes contra los señores de la letra y la lente pero nada, estos siguen.

Ante tanta criminalidad en contra del periodismo mundial no hay nadie, al menos no en éste país que diga algo. No lo hará el alcalde. Tampoco el gobernador. Ni qué decir del presidente de la nación, amigo de los primeros y los segundos.

Veracruz, tierra de alta alcurnia histórica y vasto cuerno de cuero lleno de sangre inocente. No por nada decimos que Veracruz huele a confortable café cosechado por manos limpias, al mismo tiempo huele a cenizas, pero cenizas de muerte muy al estilo del tercer Reich.

Hoy el periodismo real es estorboso y nada conveniente para los que obran en la oscuridad. El periodismo que grita la muerte de mujeres veracruzanas y el abuso sexual a menores de mi Veracruz, tierra bendita de sones campestres es sólo un vago recuerdo.  Hoy los turistas ni piensan en visitarnos, el puerto de Veracruz casi se ha convertido en un simple embarcadero de arenas contaminadas.Sus pueblos mágicos han pasado a ser trágicos por más que los comerciales del turismo pinten a las hermosasvillas de las montañas como algo prometedor para unas buenas vacaciones familiares. Obvio, hoy nadie opta por el suicidio.

Hoy, luego de tres años de buscar justicia, los culpables del periodista Moisés Sánchez Cerezo, ultimado en enero del 2015, por fin son tomados cautivos y puestos tras las rejas. Noticias como esta me dicen que existe la firmeza y me anima a seguir en esto que amo, sí, con todo y el riesgo de dejar mi vida en pos de expresar la verdad a mi gente veracruzana.  Adieu.

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