“Mucho más que un propósito”

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En Coahuila existe una ciudad vestida de azul. Se llama Sabinas, Coahuila. La razón es muy sencilla. Esta población está ubicada en la llamada Región Carbonífera, obviamente, por los abundantes yacimientos de carbón que han sido el origen de muchos de sus poblados. Si se viaja de sur a norte con dirección a Nueva Rosita, ese sitio donde hasta la fecha siguen sepultados aquellos mineros en Pasta de Conchos, se sorprenderá ver en el monte y atoradas entre los matorrales, cientos, por no decir millones de bolsas azules pintando la perspectiva. No exagero cuando digo que llega un momento en el que el azul de este material plástico se confunde con el azul del cielo… ¿razones?,Acá y en buena parte de Coahuila existe una franquicia, podríamos llamarla así, un centro comercial que ha invadido a labor de hormiga muchas ciudades. Sus productos son empacados en bolsas en color azul. El modo de empaque es muy peculiar, casi se podría decir que va un artículo por bolsa, de modo que al llegar a casa cree que ha hecho una gran despensa pero no. Esta marca comercial, en contubernio con algunos poderes ha logrado derribar escuelas para poder tener sitios privilegiados para su ubicación… en fin, sea como fuere, estesello comercial emite tanta bolsa plástica como smog en la ciudad de México, y la comparación no es nada exagerada. El resultado es que el usuario tira tanta bolsa a la basura que por una razón u otra estos desechos tan volátiles, han ido a dar a las serranías.
No hace mucho tuve el privilegio de pisar algunas regiones de la península de Yucatán. Nunca estará de más decir que es un territorio rico en zonas arqueológicas y una belleza natural incomparable. La palabra paraíso le queda como un anillo al dedo de una novia. Dentro de este recorrido tuve a bien caminar por algunas playas solitarias y por algunos pueblos costeros. Debo confesar que cuando me acerqué a un tendajón a comprar un buen coco, me sorprendió el hecho de que ya no se dieran popotes. Ante mi absurdo cuestionamiento del por qué, el despachador, con toda la humildad y la catadura de alguien que sabe cómo tratar al turista, me expuso muy filosóficamente que el planeta lo merecía. Me sorprendió el hecho de que no hablara de políticas del departamento de ecología o alguna otra dependencia. Me enamoró el que toda su conversación fuera redondeada en un sentimiento de fraternidad con la naturaleza y no por una obligación que se tuviera que acatar.
Cuando llegué a Valladolid, ya en Yucatán, igual advertí que en algunas tiendas la mercancía era depositada en morrales, redes o bolsos que el mismo cliente portaba. En ese momento recordé Playa Iguanas. No había visto vasos desechables por ningún lado y sus arenales lucían limpísimos.
Hace poco vi una imagen en la que se muestra nuestro planeta desde el espacio. Me aterré de ver la enorme diferencia entre dicha toma y otra realizada hace veinte años. El planeta azul ya no es tan azul, ahora una terrible mancha negruzca lo ha convertido en algo decadente y por demás tristísimo.
Iniciando el año nos despertamos con la noticia de que en la ciudad más grande del mundo, a decir, La Ciudad de México, se ha determinado sacar de circulación todas las bolsas de plástico. Parece sencillo, pero es un enorme paso en el rescate de última hora de nuestro entorno natural… y es que es tiempo de hacerlo por nuestro bien. Y es inequívoco el pensamiento de que se ha llegado a esta vida y particularmente a este planeta para ser feliz. Si bien es cierto que existe mucha diferencia entre un país y otro, la búsqueda de la felicidad es un algo universal. En tal búsqueda se debe crear un ambiente propicio para tal desenvolvimiento.
Hagamos de este 2020 algo mucho más que un desganado propósito. Pongámonos metas comunitarias alcanzables que traigan consigo un bienestar natural. Destapemos cloacas, desmontemos arroyos, reciclemos, evitemos contaminar el agua, hagamos que nuestro cielo sea en verdad azul, pero un azul natural y no tapizado por desechos en ese color como sucede en la citada ciudad del estado de Coahuila, pero lo más importante, destapémonos el corazón para hacer algo por nuestro mundo, adieu.

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