Migrantes llegan a la CDMX; han recorrido mil 400 kilómetros con caminatas de hasta 12 horas diarias

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CIUDAD DE MÉXICO.-Han sido más de mil 400 kilómetros de recorrido, los tramos son de hasta 12 horas diarias para llegar de Honduras a la Ciudad de México.

De tanto caminar, a muchos de los integrantes del Éxodo Humano de Centroamérica que se dirige hacia Estados Unidos se les han roto los zapatos, pero hay que continuar avanzando y por ello lo hacen en huaraches, sandalias e incluso descalzos.

“Mi madre me dijo: en manos de Dios te dejo, y que Dios vaya con vos. De lo que traje de Honduras ya no tengo nada; incluso ayer caminé descalza desde Oaxaca”, contó Kenia Alvarado, de 21 años originaria de San Pedro Sula, Honduras.

“Tengo dos hijos: una niña de 7 años y un bebé de 2 añitos, los dejé con mis papas. No tenía trabajo y por eso decidí salirme a la caravana rumbo a Estados Unidos para encontrar un mejor futuro para mis hijos y una mejor vida para mí familia”, dijo.

Eso es lo que se ve en el estadio Palillo Martínez, en la delegación Iztacalco de la Ciudad de México donde se instaló un puente humanitario para que los migrantes esperen la llegada de sus compañeros, y el éxodo pueda avanzar completo hacia Estados Unidos.

Hasta el momento han sido cerca de 470 personas las que se han instalado en el albergue localizado en el estadio.

Se espera que en los próximos días, lleguen a este lugar 5 mil 500 integrantes de la caravana para continuar su camino. Mientras esperan, reciben atención médica, asesoría jurídica y alimentación e incluso hasta jugaron una cascarita de fútbol con trabajadores mexicanos.

El gobierno de la Ciudad de México habilitó el estadio con la colocación de carpas para que pernocten y no se vean afectados por la lluvia y el frío.

En el lugar se dan cita desde psicólogos, médicos y paramédicos hasta chamanes y payasos que vienen a brindar apoyo y contención emocional a los que vienen caminando.

También han venido personas que vienen a donar ropa y zapatos a los integrantes de este éxodo que, como Kenia, no tienen certidumbre de lo que les espera en el camino o si volverán a ver a sus familias pero ahora tienen zapatos para no caminar sobre el pavimento ardiente.