“Marisela Escobedo y Susana Chávez… Antología de feminicidios anunciados”

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… hoy, a seis años de la muerte de Marisela Escobedo Ortiz y de Susana Chávez, ambas activistas chihuahuenses, nos negamos a olvidar y a sepultar aquello que en su momento nos escandalizó y que a algunos avergonzó hasta de ser mexicanos, sí, ser parte de un país insensible y colmado de leyes que aunque efectivas, no sembradas en acciones reales.

Por años estas mujeres lucharon frente a frente contra un gobierno sordo y una sociedad silente que las miraba con cierta apatía. Marisela, la primera, había perdido a una hija a manos del crimen y la segunda, poetisa inconforme por tanta violencia de género, lucharon desde su trinchera dando un fuerte golpe a la conciencia ya no sólo de un país consumido por la desvergüenza, sino a un mundo que volvió su rostro para mirarlas. Ambas sabían que era su responsabilidad como seres humanos agredidos, pedir ya no sólo justicia al gobierno, sino también sensibilidad a una sociedad atemorizada e indiferente. De apoco fueron apoyadas por una y otra organización a favor de las mujeres violentadas, los feminicidios y la discriminación femenina. Su combate fue tomando tanta aceptación que comenzaron a resultar incómodas para una casta de gobierno lo bastante putrefacto. Sin desearlo nadie, sólo los aludidos, fueron arrastradas a un plano totalmente inesperado: La muerte.

México es el único país del planeta que consciente a sus muertos al grado de enaltecerlos otorgándoles un día especial para honrarlos. Tan extraña es la evolución que ha tenido el pensamiento del mexicano que hoy en día el terrorismo, la putrefacción política, el abuso y el desapego a las necesidades de nuestros semejantes se ha convertido en algo muy nuestro, cotidianeidad neta. Doble cara y actitudes de fe sin obras. Vivimos un nefasto ciclo vicioso, un ciclo de frialdad que va desde el odiar las noticias fatídicas que nos mueven el sentimiento, el consiguiente coraje por la injusticia, luego el duelo y para finalizar, el olvido que trae el tiempo.

Marisela nunca imaginó que salir a la calle ese día 16 de diciembre del 2010 para seguir alzando su voz por el cruento asesinato de su hija Rubí Marisol a manos de Sergio Barraza, pareja de la víctima dos años antes, le fuera a costar la vida. Tampoco lo supo Susana cuando salió a la calle a ver a unos amigos. Activistas concienzudas y tenaces. Ignoradas por el gobierno, convencidas siempre estuvieron cada una por su lado de que en unión con otras organizaciones sociales se podría dar lucha a la violencia de género… ¡Qué increíble desvergüenza! ¡La mismísima Marisela fue asesinada frente al palacio de gobierno de la ciudad de Chihuahua!… Natural, sólo en un México colmado de teatralidad política podría suceder algo tan estúpido y ridículo como tal acontecimiento.

Trato de imaginar la impotencia de una mujer que tras la falta de apoyo por parte del gobierno de José Reyes Baeza y Cesar Duarte Jáquez, elevase un reclamo callejero con sus propios medios. De su bolsillo salió el pago de todos aquellos espectaculares que mostraban el rostro del presunto asesino que tras ser detenido, fue puesto en libertad por falta de pruebas.

Susana Chávez, otra activista de dicho Estado fue encontrada muerta mucho tiempo antes que Marisela. Tenía su mano izquierda cercenada y la cabeza cubierta por una bolsa negra.

¡Muera el mal gobierno! Fue sin duda una de las frases que más potencia tuvieron en aquella época en la que el pueblo mexicano ya no soportaba un día más al gobierno español… ¿qué diferencia hay con la que acuñó la gran Susana Chávez al gritar ¡Ni una muerta más!?

Sin duda alguna nuestra antología de mujeres muertas por luchar a favor de la dignidad de su género podría resultar infructuosa. Son tantas las féminas que mueren ya no sólo en Ciudad Juárez, sino en todo el territorio nacional que nos faltaría papel y corazón para hablar del asunto.

Ya lo dijo el activista irlandés Edmundo Burke, padre del liberalismo ─ conservadurismo: Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos hagan nada.

Lo cierto es que muchos de nosotros no hacemos nada. En un diario vivir hacemos de la violencia familiar algo cotidiano deshonrando a quien vive en casa con comentarios o acciones que hasta nos parece estúpido etiquetar como violencia cuando es justamente eso.

Juan Pablo II expuso que el espiral de violencia únicamente podría terminar con el milagro divino del perdón de unos hacia otros.

Hoy sólo deseo añadir que Marisela y Susana han dejado un legado de lucha que no debemos echar al olvido. Que su sangre derramada no sea puesta como poca cosa cuando lo único que buscaban era justicia. No nos convirtamos en cómplices silenciosos del crimen pues justamente el callar nos convierte en parte de lo que ahora somos, plagiados emocionales.

La pluma profana no podría menos que despedirse en esta triste ocasión con aquello que Susana Chávez escribió por última vez en su blog:

“Sentí dolor antes de que se recrudeciera toda la violencia que estamos viviendo los ciudadanos de esta mi natal Juárez. Pero ahora siento vacío, desamparo e impotencia, supongo que como muchos. Pensar en mejorías para mí está en verde, pero la esperanza la tengo aún porque soy mujer de fe. ¡Viva Juárez!”

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