“Leyéndonos la cartilla”

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Si bien es cierto que al hombre por naturaleza no le gustan los frenos, las reglas o el que le modulen la existencia, la aparición de ciertos requisitos que bien podríamos llamar morales, nos sirven para poner en orden ciertas actitudes o, por otro lado, engrandecernos como seres humanos.

La cartilla de vacunación nos acompañó desde muy niños en lo más seguro de la pañalera de nuestra madre. Ésta nos dio siempre la garantía de que estábamos sanos y en plenitud. Verla enteramente firmada, sellada y en ocasiones hasta maltratada, era la prueba infalible de que quien te había tocado por madre, era una dama entregada a ti en alma y cuerpo. Verte sano era mucho más importante que cualquier otra cosa. Los tiempos no cambian. Las cartillas de vacunación siguen siendo un requisito a la hora de ingresar a los jardines de niños. Sin duda alguna el sector salud ha hecho un notable esfuerzo por tener en México una infancia sin problemas notables de salud.

¿Alguien recuerda el servicio militar nacional? Seguramente a los que les tocó “bola negra” les será inolvidable. Hasta donde sabemos ese servicio lo ofrecen los varones mexicanos apenas cumplidos los 18 años. En el sorteo hay un recipiente conteniendo bolas blancas y negras. Los que obtienen a ciegas una bola negra ofrecen un servicio militar por así decirlo. En mis tiempos juveniles así era. Acudían los sábados a realizar servicio a la comunidad o también a la reserva militar para ejercitarse físicamente. En sí era una preparación que como varón mexicano debías tener para alguna repentina invasión extranjera y que se requiriera de apoyo.

Hoy cada vez son menos los jóvenes que acudena realizar esta valiosa labor en beneficio de los demás. Lo ven como un estorbo a sus actividades y una pérdida de tiempo. Desafortunadamente la labor heroica del mexicano cada día se ha ido empobreciendo más y más. Cada vez hay menos charros que nos identifiquen campiranamente y así y de a poco nuestra identidad se ha ido extraviando entre las sendas de las redes sociales.

Hace un par de días me encontré en el asiento más lejano de un autobús, un folleto. Por sus colores no me costó trabajo saber que se trataba de una publicación del actual gobierno que rige a la república.Como título llevaba el nombre de Cartilla moral. Sin dudarlo comencé a leerla encontrándome sorpresivamente con una serie de lineamientos tan indispensables en la vida como seres humanos y al mismo tiempo como mexicanos. Se profundizaba en lo importante que es ser adeptos a un modo de vida regida por la virtud y por un nacionalismo comandadopor la justicia.

Esta Cartilla moral fue redactada por el escritor Alfonso Reyes en los años cuarenta. Su amplia sabiduría es tan universal que bien pudo haberse leído en su tiempo como igual en este. Cada uno de sus puntos, desde el que la esenciade la moral es dar a la naturaleza lo suyo, del que el hogar es nuestra primer escuela y el no degradar a nuestra persona, llevan a un punto de reflexión lo bastante profunda.

Por estos días nuestro país ha sido “barrido” por una serie de eventos delincuenciales que nos han colocado frente al mundo como un sitio peligroso para vivir bien. Se ha dicho que el monstruo de la delincuencia nos ha devorado y que para salir bien librado de ella se requiere mucho más que discursos. Hace unas horas un grupo de matones asesinó en Chihuahua a  niños y adultos. Tras esta ola de miedo y tristeza el buen Alfonso Reyes dice que mientras el animal sólo trabaja para conservarse, el hombre hace lo mismo, pero también para superarse.

Confiamos, creemos, anhelamos poder salir bien librados de esta horrible situación nacional que nos tiene enteramente perturbados.

Nuestra vida es una evolución constante. Desde pequeños nos han regido y leído la cartilla. Somos enteramente sanos gracias a una boleta de vacunas llena; somos patrióticos por un honorable servicio militar y el portar orgullosos un número de soldado y una cartilla. Ahora nos ha llegado esta otra cartilla, la moral, la que regirá nuestro espíritu, nuestra nobleza. Cuide no ser parte de los detractores, de los inconformes, de los insatisfechos, de los que viven desperdigando veneno para hacer infelices a los demás.

Busquemos sabiduría de los mejores libros. Luchemos desde nuestra trinchera y con nuestra buena actitud, todo eso que pretende derrocar nuestra entereza y dignidad. Adieu.