La pluma profana

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¿Nueva normalidad?

La nueva normalidad es que nada es normal. La nueva regularidad es que hemos dejado de ser los que éramos aunque gritemos que seguimos siendo los mismos. Se ha modificado nuestro entorno de un modo impresionante; nuestro nuevo hábitat ha tomado tintes claroscuros dejando atrás aquella hermosa diversidad en la cual nos pavoneábamos cargados de energías.

La nueva normalidad es que el corazón de los hombres se ha enfriado. Todos vivieron y vieron con espanto la llegada del primer caso de la muerte a sus pueblos. El temor era tanto que nadie deseaba pisar las calles de su ciudad, ya ni siquiera sus banquetas. Salir al patio y olfatear el aroma de las flores del jardín podría ser igual un peligro si ya se rumoreaba que el mal podía ser acarreado por el aire. Luego vino un segundo caso, el cual lo vimos con miedo, pero ya no con tanta pavura como el primero. La llegada del tercero no nos quitó el sueño, menos el hambre. El arribo del cuarto y del quinto ya nadie nos lo dijo. El sexto era normal y el séptimo ya nadie le tomó importancia: estábamos invadidos.

Hoy la denominada sociedad es cuestión de historia. Es un término caduco. Hoy la sociedad ya no es social, ya ni siquiera es benéfica. Todos creen tener la razón y en la lucha contra la enfermedad todos se han convertido en médicos. Se ha formulado una guerra contra los hombres y mujeres de batas blancas acusándolos de un sinfín de horrores. Se habla de ganancias millonarias por elevación de cifras de muertos, tráfico de órganos, colaboración en la limpia social, etcétera.

El ser seres racionales igualmente ha quedado en el recuerdo. Toda recomendación médica emitida desde que supimos que lo virulento ya viajaba por el Atlántico en dirección a las Américas, fue puesta por todos en el cuarto de los cachivaches como algo innecesario. Hoy, con casi cuarenta mil muertos en México temblamos acobardados y sin fe. A punto de la derrota se elevan altares a los dioses para que regresen de ese exilio al que la misma humanidad los confinó cuando creyó ser más fuerte que ellos.

Mirarse al espejo significa analizarse y darse cuenta de que ya no se es el individuo que encarnábamos en el 2019.Hoy solemos ser anti sociables, más desde el nacimiento del término “Asintomático.”… por ello la gente se mira de soslayo, de lado, de reojo. Se rehúye del padre, de la madre, del mejor amigo. Si han de hablar, hablan de lado y a distancia. Miran imaginariamente las esporas flotando y buscando cualquier resquicio del cuerpo para ingresar… es esa la nueva norma de la normalidad que se vive en el mundo, eso es, el alejarse, el mantenerse cauto, alerta, alejado hasta de los que más amas. Las normas de cortesía que antes eran indispensables para todo occidente, han quedado encuarteladas, esposadas, prohibidas de modo inquisitorio.

La nueva realidad, por lo menos hasta que se devele una cura, es que todos somos enemigos. Todos somos sospechosos hasta que un certificado diga lo contrario. El nuevoescenario se pinta como una película surrealista, salir de casa con sigilo y mirando como los caballos, al frente y sin distracciones. Violar la nueva normatividad es abofetear al César, y eso, eso las redes sociales lo han evidenciado cuando la autoridad ha intentado obligar al ciudadano a obedecerlas. Las redes sociales igualmente se han encargado de evidenciar un sistema de salud colapsado en centro y Sudamérica. Se han visto cuerpos a la intemperie y a los que nadie intenta acercarse ni siquiera para saber si es a causa del mal del 2020 o es por alguna otra razón.

En esta nueva regularidad ya nada es nuestro.  Ahora existen retenes a nuestra forma de pensar, de actuar. Tras abrir una puerta, existe alguien esperándonos, no para darnos la bienvenida, sino para cuidarse de que no seamos portadores de la muerte. Nos aguarda una sustancia pringosa que nuestro olfato repele y nuestras manos aceptan más a fuerza que voluntariamente; enseguida nos aguarda una persona con actitud de Clint Eastwood en sus mejores proyecciones del viejo oeste. Una pistola, que no arroja balas, pero sí una delicada luz roja pegándote directamente en plena frente te cohíbe mientras quien ajusta el gatillo te mira inexpresivo. A varios meses de la llegada de sombra de muerte echamos un vistazo atrás y vemos lo felices que éramos y ni siquiera lo sabíamos. Con el cierre de las salas de cine, Hollywood desapareció con todo y sus actores. Disney y todo su mundo de fantasía se apagó como igual Plaza Sésamo y todas sus atracciones. Si se ha de hablar de fe, los grandes estafadores de guante blanco, los pastores cristianos que sanaban en enormes asambleas, fueron atrapados en su truco porque ni un consejo de sanidad salió de su boca para salvar a todos aquellos fieles que utilizaron para enriquecerse.

Los sobrevivientes jamás podrán olvidar este año, el año del olvido, el año de las pérdidas, el año que arrebató sueños, seres humanos y sobre todo, la felicidad. Hoy mi deseo es que la nueva normalidad me vuela normal, ese que solía caminar por las calles poetizando con las estrellas y debatiendo con los amigos.Adieu.

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