La pluma profana del Markés

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Bestialidad en casa

Hoy me desperté pensando en que nacemos siendo un globo de emociones en un mundo de alfileres. Saltamos del vientre materno cargados de sonrisas e ilusiones pero, en un tiempo lo bastante breve, nos damos por entendidos que son muchos los que dispuestos están por jaquearnos la felicidad.

El período infantil es la etapa que mejor se guarda en la enorme alcancía del alma; de ella depende en mucho lo que seremos en el devenir de los tiempos. Al llegar a la vejez tal vez nos cueste recordar la truculenta adolescencia y sus sinsabores; la juventud y las decisiones importantes; la madurez y la crianza de los hijos o la obtención de un buen trabajo… olvidar la infancia, nunca. Tal vez sea el apego a nuestros padres, las buenas relaciones con los hermanos, los días de fiesta, los cumpleaños siempre celebrados, los buenos amigos, la Navidad con los primos o esas emociones vividas a la hora de abrir los regalos… la infancia es un tiempo muy corto, brevísimo tal vez, pero al mismo tiempo el que abarcará toda nuestra humanidad cuando al final de nuestras vidas todos se hayan ido.

Tener un niño en crianza es como ese ejercicio escolar en el que los maestros piden al alumno un huevo para que en un periodo de tiempo cuiden de él. El alumno tendrá que hacer hasta lo imposible porque el producto permanezca sano y salvo, de ello dependerá la calificación final… ¿cómo iría nuestro promedio si se nos calificara ahora mismo la educación física y emocional de los hijos?

Mucho antes de que la denominada pandemia causada por el mortífero arribo del llamado Covid-19 llegara a nuestras vidas, existía un alto índice de violencia familiar. El problema se agravaba de manera alarmante y según los estudios que se realizaban en torno al problema, arrojaba que tales abusos se elevaban en ciertos periodos. Tales tiempos siempre eran los vacacionales y los fines de semana. Curiosamente los abusos poco a poco fueron cambiando de rumbo. Lo que en otro tiempo se daba en las calles o en las escuelas con el bullying escolar a manos de compañeros o maestros, poco a poco vino a hospedarse en casa.

La problemática se cuadruplicó horrorosamente con la pandemia. Estar en el hogar las 24 horas resultó ser de lo más peligroso en las familias donde los principios básicos de moral, respeto y amor, no existían. Los principales agresores resultaron ser los del primer círculo del individuo, esto es, los padres y los hermanos; le seguían los tíos, los abuelos y los primos. Así, el alto índice de abusos, en particular los sexuales, vinieron a ser los perpetrados en casa.

Lo que sí está más que claro, es que la violencia es el último recurso del incompetente. Semejante individuo, ese que no busca darle soluciones a los desafíos, sino que opta por agredir a quien sabe es mucho más débil que él, se llena primero la cabeza de excusas. Lejos de buscar la escasez de alimentos en casa, arremete contra el cónyuge, contra los hijos, contra los padres. El dialogo es una palabra expulsada de su léxico porque dentro de su existencia cavernaria sólo existe el que él posee la última palabra. El hogar vive de continuo aterrado por sus arranques de ira y los niños, al observar semejantes escenas de histeria, van almacenando un porvenir miserable.

¿Cuándo fue que nos convertimos en Caligulas de nuestra propia especie? … Estaba a punto de decir en bestias de nuestra propia especie, sin embargo, éstas en sí lo son por naturaleza… la clase de bestia, de bestialidad que existe en el ser humano para dañar a sus semejantes, cruza la frontera de la incomprensión.

¿Qué es usted ahora? ¿Cómo va su examen del huevo que Dios le ha dado a cuidar en su nombre? Porque una cosa sí es bien cierta, podríamos llevar el huevo a casa, ocultarlo y aguardar al momento de la calificación y presentarlo sano y salvo, ¿pero cuál será el mérito?

Se nos ha dado uno, dos o tres hijos no para mantenerlos ocultos en casa, sino para darles en su tiempo una educación que los libere de la esclavitud, de la ociosidad, de la miseria de vivir para otros o por otros. La eliminación de la bestialidad, de la brutalidad o de la inconciencia con la que dañamos muchas veces, sólo viene apegándonos a un buen catálogo de buenos principios. Y es justamente en este punto cuando se puede o se debe echar mano a lo que se posee, a la religión que usted profese o a la literatura que en cierto momento pueda ayudarlo a ser un mejor padre.

Se nace siendo carnal por naturaleza, pero al mismo tiempo por naturaleza sentimos que el amar es algo que nos es propio. Ahora, en medio de una triste situación en la que pareciera que el circulo se va cerrando, que nuestro espacio es cada vez menor, que cada día es más corto, es cuando debemos tomar la espada del valor y el escudo de la fortaleza, alejémonos de la ira, de la discordia, de la actitud tempestiva… no olvidemos que la violencia es un monstruo que descontrolado, terminará destruyéndonos a nosotros mismos. Adieu.

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