La pluma profana del Markés

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“Estado de ebriedad”

Y cuando creíamos que habíamos triunfado, la debilidad nos ganó tornando al origen, al fango, a develar el alma de Zinjanthropus que llevamos dentro.

Como un resultado natural de nuestra actitud de homínidos y victimizándonos, todavía nos sorprendimos cuando la Secretaría de Salud revelara que ya sumaban 6090 decesos en México

La realidad es que el hombre no está lo suficientemente evolucionado. Tontoshemos creído que estamos al tope de la evolución, que físicamente estamos en nuestro punto, en nuestra sazón… pero qué triste es saber que teniendo un sinfín de cualidades, carecemos del raciocinio para sobrevivir en tiempos en que tenemos la punta de la daga en el cogote.

Blasfemia podría denominar el atreverme a decir que nos asemejamos al Zinjanthropus. A raíz del cambio climático, en esa época de nuestra evolución, ellos desarrollaron nuevos hábitos alimenticios para sobrevivir y lo lograron.Me atrevería a decir que nuestra actitud sobre la actualidad reinante encaja mucho más con los Australopitecos, esa parte de la evolución humana muchísimo anterior a la del Zinjanthropus. No es difícil comprobarlo cuando en plena cuarentena el hombre asesina por una cerveza, a una mujer discutiendo con el entrenador de zumba por suspender hasta nuevo aviso la ejercitación, o a una horda de “civilizados” agrediendo al personal médico, soldados en esta batalla.

Hoy podremos denominarnos Homo habilis al cuadrado u homo sapiens sapiens al cubo, o no sé, pero lo que sí podría decir que con todo y lo sapiens con que podamos denominarnos, no hemos podido adaptarnos a una pandemia que se nos ha echado encima como un terrible manto nocturno. No parecemos tener escapatoria. El mundo fenece, grita, aúlla, está de rabietas. La gente ve más por la educación, por las comodidades, los juegos de azar o cualquier otra diversión, que por la vida. La Organización Mundial de la Salud insta con voz de trompeta que paremos con la ligereza, que esto es muchísimo más serio de como se está viendo.Hay una frase que vaga por redes sociales que a la letra dicta: Nadie cree en esta enfermedad hasta que toca a un familiar. Y es cierto. Se mofan de las advertencias del doctor López-Gatell y hasta se han dado el lujo de expedir un amparo para que este deje de comunicar sus bien acertadas conferencias.

De un modo general el ser humano se ha hastiado del encierro. Ha obedecido el mandato de permanecer en casa más por evitar las multas o las reprimendas que por conservar la vida, sí, de este tamaño es la bruta actitud con la que se ha desenvuelto el hombre en este caótico 2020.

El Coronavirus no sólo ha causado la muerte de ciertos de seres humanos a razón de su letalidad, también una guerra intestina en muchísimos hogares. La violencia se disparó en casa. La estadística de violaciones a menores y los feminicidios se fueron a la alza y la tasa de niños desaparecidos y secuestros aumentaron. La maldad no dio tregua y pareciera que esto en lugar de unificar, empezó a desperdigar emociones nefastas por doquier.

Nos hemos enterado que no estamos preparados como especie humana para socializar, convivir o compartir, pero sí de que somos egoístas, crueles, tendenciosos a la injuria. El político se ha endurecido comerciando con la enfermedad, con el dolor. Se han dado a la tarea de invertir en sonrisas y donaciones con bienes manchados para obtener un voto en las futuras elecciones. Hoy a los niños pobres no les importa un juguete, pero sí un plato de sopa. Hoy el mundo no está para palabras lisonjeras de hombres pretendiendo el poder, hoy sólo desea palabras y acciones de esperanza. Hoy el hombre y en medio del miedo, acepta inyecciones de agua veracruzana si le dicen que con ella se curará del virus. Esperanza, esperanza, esperanza, eso es lo que el hombre desea tener y no un alto grado de alcoholismo llenando el torrente sanguíneo de todos.

Las pandemias no son cosa nueva, aunque para nosotros sí. A alguien le tenía que tocar nuevamente y como trompo de juguete girando y girando, fue a nosotros y a este tiempo. En los ayeres la gripe española mandó a la tumba a millones de humanos, otras pandemias en otros tiempos hicieron lo mismo. Así en cada época el hombre tuvo que adaptarse para sobrevivir.

Cuesta trabajo aceptarlo, pero el grado de ebriedad en el que nos encontramos como mexicanos al no regirnos a los preceptos de la OMS, es el mismo que posee el hippie que opta por tomar peyote en medio de la huasteca potosina. Como un resultado natural sus pies se despegan del piso, todo se vuelve irrealidad y un ambiente multicolor que lo trasporta a otra dimensión, a un aparente plano de solaz, de placidez… ¿y luego? Y luego una terrible jaqueca, una espantosa realidad de muerte rodeándolo y sin salvación alguna. En otras palabras, justo lo que vivimos ahora. Adieu.