La pluma profana de El Markés

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“Tentados al furor”

¿Sabía usted que la irresponsabilidad, por sus efectos, puede compararse
al terrorismo, al sabotaje, a la brutalidad, más cuando ésta involucra a la
sociedad?
Apenas el mundo supo que una terrible enfermedad vagaba por sus calles,
callejones, bulevares y hasta por los túneles de sus ciudades, aterrorizado se
mantuvo oculto, con el corazón bombeándole con delirio… luego se relajó…
después sobrevino la extinción.
Esto me recuerda lo que sucedió en un pequeño pueblo minero del estado
de Coahuila hace un par de días. Justamente el mismo pueblo que un día gritó
por las calles que la negligencia había sido la culpable de la muerte de decenas
de mineros en una explosión, hoy, esos mismos con todo y sus hijos salieron a
la calle en medio de una contingencia internacional por Coronavirus a despedir
a un personaje que, aunque se había ganado a pulso tales honores, era propia la
responsabilidad de esa misma sociedad el resistir y permanecer en casa.
Cuan diferente y hermoso hubiera sido el que aquel cortejo fúnebre
hubiera pasado por las calles de ese mismo pueblo mientras que sus ciudadanos
y admiradores del cantador, miraran por las ventanas de sus casas como en un
acto de reverencia. La historia sin lugar a dudas hubiera escrito páginas enteras
de un acto de encomio y profundo amor.

Sumidos en el horror de una sombra mortal aniquilando a los seres
humanos, médicos y personal de enfermería se han mantenido dando el 200%.
El infortunio se ha llevado a muchos de ellos en tal hazaña. Cientos de madres y
padres han luchado incansablemente por mantener el orden en un hogar en el
cual los hijos, inquietos, desesperan. Así, la lucha al seno del hogar por
mantenerse resguardados y el combate médico por ayudar a los enfermos a
sobrevivir, no pareció importarle mucho a este pueblo que de modo
irrespetuoso, vomitó egoístamente sobre el manto blanco de lo que ya se había
logrado.
Tan tentados al furor se está a causa del grado de irracionalidad con el que
las personas actúan. Actos de egoísmo, de perversidad, de creer que sólo son
ellos y el mundo, de no darle el valor a la familia, a sus propios padres, hijos,
conyugues. Los noticieros y redes sociales evidencian a personas exigiendo al
gobierno abrir los comercios y a los jóvenes volver a la escuela. Absurdamente
ponen la vida en un segundo, tercero o hasta en un plano inasequible. El
raciocinio parece haberse escabullido de la mente humana. No ven lo real
siendo tan existente. Han canjeado la realidad por el engreimiento y la demencia
al grado de ver personas forcejeando con la policía al negarse a usar
protecciones que son para la preservación de su propia vida. Hemos visto
personal médico herido, humillado y hasta desechado por la gente misma.
Una cosa sí es muy cierta, en los momentos más terribles de la vida
solemos caer en una suerte de irresponsabilidad y en vez de pensar en lo que
nos ocurre dirigimos la atención a trivialidades… ¿trivialidades?, sí,
impertinencias, nonadas, poquedades, acciones que creemos inocencias de
momento pero que muchas veces y en un golpe de mala suerte, suelen ser de
resultados catastróficos. Y vemos playas clandestinas, bares ocultos, bodas a
resguardo con más de cien personas y como el caso ya mencionado, todo un
pueblo llenando las calles, las banquetas pegados unos con otros. El acto más
risible tal vez en esa grotesca escena de pueblo, sin duda fue ver al noventa por
ciento portando el cubre bocas, bueno, en el cuello, en la frente y uno que otro
en la boca sin cubrir su nariz, así y de ese tamaño la cruda irresponsabilidad de
un pueblo llamando a gritos y como todo un atentado a la mortandad.
Se le ha dicho a la comunidad internacional, ya que esto no es cosa de
una sola nación, que el mantenerse en casa es la cosa más válida para parar el
horror; sin embargo, no es hasta que el mal toca a un integrante de la familia
cuando vemos que esto es real. Y entonces se corre a la clínica, se reclama el
auxilio inmediato, se exige ser el primero en ser atendido, se suplica que por
favor hagan algo y rápido.
Pensemos y luego optemos: irresponsabilidad o la vida… ¿vale la pena ir
por el perro rabioso y echárselo encima a los míos?… pues eso es justamente lo
que muchos han estado haciendo, tentando a los dioses, provocando el mal creyéndose inmunes a un padecimiento que ya ha llevado a miles al que muchos
llaman Más allá. Adieu.