La Pluma Profana de El Markés: “Tropa de salvación”

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“Tropa de salvación”

Hace poco más que cuatro meses la humanidad sonreía y se divertía sumergida en una enorme fanfarronería. No imaginaba que meses después poseería rostros desencajados y miserables. A carcajadas se rió de la fiebre porcina, se burló de la gripe Aviar, de la Influenza y hasta se mofó incluso del Ébola. Lo hizo porque dichas enfermedades fueron controladas a tiempo y los decesos, aunque fueron muchos, no llegó a denominarse pandemia. Así, comodón y arrogante el orbe volvió a la fiesta olvidándose de los cientos de enfermos que seguían luchando por su vida. El mundo se dedicó otra vez a lo suyo: Negocios, fiestas, a premiar al mejor futbolista y al mejor patinador. El cine a premiar a los mejores actores y las distribuidoras de música a los mejores cantantes. Los presidentes volvieron a poner el pie en el cuello de sus ciudadanos;el narcotráfico siguió fluyendo en sus cauces normales y la corrupción continuó en sus mismos vericuetos. Siguieron apareciendo mujeres asesinadas, niñas violadas y seres humanos explotados. En sí, libre de enfermedades el planeta tornó a su burdel de acciones para festejar la depravación perfeccionando su putrefacción emocional…

¿Y qué pasó?, pues de pronto y como un suave rocío, una calamidad denominada Coronavirus vino a apostarse por la noche y sin pedir permiso, sobre la humanidad. Se echó cómodamente entre todos y al amanecer, comenzó a vagabundear por los callejones y las pagodas de China dejando una terrible estela de muerte y de desolación. Harta de estar en oriente y aprovechando los oídos sordos de quien creyó que esa enfermedad era de los chinos y de nadie más, la enfermedad tomó su lugar en el resto de Europa. Optó por Italia y sus bellos canales. Tanto turismo le facilitaría el camino. Hizo lo propio en España y a últimas fechas en Estados Unidos y el resto del mundo. Hoy el globo llora, clama, suplica porque ya sea Dios o los humanos encuentren una cura para tan terrible mal. Hoy nadie piensa en premios ni en riquezas. A nadie le importa adquirir un auto o una casa. Hoy no hay millonario feliz ni pobre con consuelo. Hoy cada día la mancha negra se extiende como la bruma. Viaja serena y a su tiempo, viaja permitiendo que el ser humano piense en lo que fue, en lo que hizo en su momento para ser mejor él y su entorno. Hoy la naturaleza se ha dado un espacio para el respiro. Las calles lucen vacías en Nueva York y los canales de Venecia solitarios. La torre de Pisa está serena y la Torre Eiffel desnuda y sin ser admirada.

De pronto y en medio de todas esas tristes noticias anunciando que cada día son más y más los muertos, la figura del médico y de la enfermera se torna mucho más valiosa. Ahora sí son importantes, ahora sí los queremos de nuestro lado. Ahora sí son héroes y heroínas.

Hoy esas tropa de salvación trabaja a marchas forzadas y exponiendo su propia existencia para salvar a otros. En esta lucha muchos de ellos han perdido la vida, pero el resto de la cuadrilla sigue avanzando, soportando los terribles embates de la pandemia.

Mucho más allá que una responsabilidad laboral, el ejercicio que los médicos y enfermeras han tenido a lo largo de la historia, es un acto que ha significado mucho para la humanidad. Todo gira alrededor de la salud, es esta la que nos permite ir de un sitio a otro y en óptimas condiciones actuar en nuestras diversas ocupaciones.

Y si esto pasara, y si lográramos vencer, esperamos que ahora sí la humanidad les dé el sitio que se merecen, los títulos de valor que valen, los aplausos, los mimos, los agradecimientos y principalmente, el creer y acatar los lineamientos por ellos dictados para conservar la salud individual y colectiva.

Por siempre se ha olvidado premiar a los médicos o enfermeras que han dado mucho por el ser humano. Estúpidamente pensamos que vale más premiar a un hombre que ha metido tal cantidad de goles, que aun médico que ha descubierto el mal contra la diabetes, el cáncer, el sida, etc.

Se salvan más vidas evitando que haya enfermos, que tratándolos, dijo un médico español en medio del horror que se vive en su país. Nada más cierto cuando solemos ser malísimos alumnos. Ya lo decía mi maestra de primaria “Les entra por una y les sale por el trasero”. Así, y aunque tergiversado el dicho, tenía toda la razón. Apenas vimos que pasó la Influenza y guardamos los geles antibacteriales y los jabones. Olvidamos importantes puntos de higiene creyéndonos inmunes y de pronto ¡¡Boom!! Un día abrimos los ojos y contemplamos estupefactos que en ángel de la muerte tocaba a nuestra puerta. Adieu.