La pluma profana de El Markés

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Exterminio femenil

Mucho se ha hablado de Ciudad Juárez, Chihuahua, como el epicentro del exterminio femenil en México. Dicha urbe es sinónimo de desapariciones de niñas, abusos a jovencitas de maquiladoras y secuestros cuyo destino casi siempre termina siendo trata de blancas; sin embargo, existen otras muchas ciudades en el país cuyas mujeres padecen hasta lo indecible cuando llegan a caer en manos de hombres sin escrúpulos. Tlaxcala, por ejemplo, es la capital de los proxenetas. No hay otro sitio en todo el país, donde estos personajes trabajen en tanta libertad y al amparo de la corrupción como ahí. Por ello Tlaxcala es el estado de donde salen más mujeres como contrabando cuyo fin, como ya se dijo líneas atrás, comúnmente es el extranjero; Coahuila, por otra parte y mucho más al norte, es la Meca del feminicidio. En sólo siete años ha registrado más de cien homicidios de mujeres. Campeche es el astro de la violencia intrafamiliar y claro, Chiapas lo es de la explotación infantil de niñas en el mercadeo callejero.

Por mucho tiempo el hombre se ha vendido a sí mismo la idea de que las mujeres no sirven para gobernar un país. El absurdo patriarcado ha causado que las damas se mantengan aisladas, observadoras, objetos mudos y fuera de acción. Lo cierto es que toda mujer que sepa los desafíos que tienen que ver con sobrellevar la vida en un hogar, tiene la entera capacidad para liderar una ciudad, un estado, una provincia, un país.

Muchos han llegado a decir que el alza en la criminalidad femenina está circundada por la categoría de tercermundista que tiene nuestra nación, sin embargo, reafirmamos la declaratoria de que nada tiene que ver un nivel socioeconómico para poseer una actitud tal.

Por estos días amanecimos, entre otras muchas noticias, con dos que nos hicieron pasar un mal sabor de boca. La primera el abuso sexual de una mujer policía que fue abusada sexualmente por su jefe y por otros cuatro compañeros más. Abochornada con lo sucedido y temiendo ser maltratada por los criminales, calló por un tiempo; sin embargo, incitada por una amiga a que le revelase lo que le pasaba y de los porqué de su callada actitud, ésta terminó por revelarle el trágico suceso. Con todo y ella afirma estar emocionalmente bien, según los expertos en el tema, eso sería algo totalmente falso. Las secuelas que quedan después de un abuso múltiple son tan grandes, que de un modo u otro afectan el desempeño del afectado. El resultado dañino de semejantes abusos bien podría traer consecuencias a posteriori. Muchas veces se manifiesta en el matrimonio o en su relación con los demás.

Otro caso que aturdió a la sociedad entera fue la masacre de cuatro féminas en una ranchería del municipio de Francisco I. Madero, en el estado de Coahuila. Un hombre despreciado por su mujer, que cansada de los abusos había decidido no seguir en una relación con él, tomó la decisión de introducirse en casa y segar la vida de estas cuatro mujeres.

Tan lejos y lejos y tan cerca. Mientras que la mujer policía fue abusada en Argentina, las cuatro mujeres son coterráneas nuestras. Mujeres de todo el mundo y ahora mismo están siendo exterminadas en una increíble “Operación hormiga” que aunque nadie parece advertir, todos nos damos cuenta. Como dijimos al inicio, las muertas de Juárez se han convertido en un vergonzoso carpetazo del que muy pocos hablan. Hablamos de mujeres de barrios aledaños a la ciudad que son sorprendidas por la maldad, pero también las hay de quienes están en casa y que hasta ahí ha llegado ese casta maldita de asesinos que nadie se ocupa en capturar.

Concuerdo enteramente con el activista Chaz Bono en que el género está entre oreja y oreja y no entre las piernas. Entre más recorremos la amplia senda de la vida, más adquirimos motivos, justificaciones, métodos y otras muchas cosas más para someter a las mujeres. Parecemos no entender que somos un par de creaciones diseñadas perfectamente para coexistir en un hábitat que nadie más que nosotros puede hacer crecer, florecer, diseñar y decorar.

Concluyo esta columna llamándome como llegó a titularse el Dalai Lama: Hombre feminista. Lo hago justamente porque no existe una razón para no hacerlo. Se está junto a ellas en esa lucha que desenmascara ese eterna actitud tan miserable de ponerlas como un aditamento a la existencia del hombre y no como algo primordial, necesario, un algo con el que imposible sería sobrevivir.

Miremos a nuestro alrededor, nos daremos cuenta que no estamos solos. Existen benditas mujeres por aquí y por allá, curiosamente son ellas las que están buscando esa oportunidad, ya no de ayudarnos, sino de por colocarse de a poco en un sitio que siempre debieron haber tenido.

Conclusión, exterminar al sexo femenino, sería robarle el oxígeno al planeta, es decir, nuestro fin. Adieu.

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