“La insoportable levedad del ser, mexicano”

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Alguien dijo que los gobiernos civiles no deben tener religión, porque siendo su deber proteger la libertad que los ciudadanos tienen de practicar cualquier creencia, no llenarían fielmente ese deber si fueran aliados a alguna de ellas.

A últimas fechas se ha desatado una guerra verbal entre el clero y la política en el Estado de Coahuila. Decir que es una guerra encarnizada sería pensar con los talones, en realidad la beligerancia ha tomado connotaciones muy elevadas y todo a causa de dimes y diretes que han incomodado a los más creyentes así como a los más encumbrados políticos coahuilenses.

Quien conoce la historia de México sabrá recordar que la guerra cristera fue el resultado de un desacuerdo clero-gobierno. Dicho encontronazo se verificó en una época en la que los sentimientos nacionales aun languidecían por la Revolución. Los ataques entre la iglesia el estado se fueron recrudeciendo cuando Calles, entonces presidente de la nación,expuso que las Leyes de Reforma estaban muy empolvadas y que su responsabilidad era poner en acción hasta el último tilde de tales estatutos. Luego de muchos años de corrupción bajo el amparo de un gobierno porfirista, la iglesia había ignorado los artículos que declaraban la nula intervención del clero en asuntos políticos. Porfirio, a quien le importaba más la paz que meter las manos a viejas leyes del ya extinto presidente Juárez, dio licencias para que los hijos del Altísimo manejaran a su antojo poblaciones enteras.

Sacar a la luz esas partes más profundas de los ideales del oaxaqueño, fue como un crucifijo ante un vampiro. El sólo hecho de pensar que no beberían más de la sangre del pueblo, puso a medio territorio nacional en una posición de ataque contra el gobierno regente. Ante la negativa de despegarse de los asuntos gubernativos en los que muchos sacerdotes estaban inmersos, así como el entregar al gobierno grandes propiedades y riquezas, causó una duracolisiónen el que el dialogo quedó fuera trayendo consigo un aterrador derramamiento de sangre.

Hoy, a muchos años de esa vergüenza clerical que nadie desea nombrar y en la que la iglesia se ha conformado con elevar a mártires a decenas de sacerdotes muertos en la causa cristera, Saltillo vuelve a estar en la mira del gobierno.

Por algunos años el gobierno moreirista se ha encargado de perseguir a un grupo de sacerdotes cuya cualidad más notable son los atentados al pudor. Ante la desesperación y el coraje, los altos mandos de la iglesia han buscado una real venganza afanándose en desenmascarar a un gobierno, que según ellos, desde la administración pasada se han visto infiltrados en una red de corrupción y muerte. La iglesia se ha desbordado en pesadas declaraciones en las que evidencian un lazo muy íntimo con grupos criminales que se han encargado de desparecer amiles de personas a lo largo y ancho de territorio coahuilense. Contrarrestando, el gobierno ha actuado rígida y firmemente contra actos corruptibles del clero en el estado con la detención de algunos sacerdotes por su falta de moral al estar involucrados en escandalosos actos sexuales, actos vergonzosos como violaciones a menores y a seminaristas; seducción y perversión a monjas y hurtos a personas de la tercera edad.

Nada grato resultó para el obispo Vera López verse evidenciado en sus inclinaciones femeninas en aquellas imágenes que circularon en redes sociales que lo catapultaron como todo un travestido con peluca rosa. Del mismo modo nada grato le ha parecido al actual gobernador de Coahuila el saberse aludido por el clero como participe de masacres y delincuencia organizada. Fácil se les hizo a los altos mandos de la iglesia apuntarse como testigos en esa investigación de la Clínica de Derechos Humanos de la Universidad de Texas en la que los hermanos Moreira se convirtieron, junto a otros exgobernadores, como acaparadores de cuantiosas fortunas por proteger al grupo delictivo de los Z.Sí, la Diócesis de Saltillo, capitaneada por el obispo Raúl Vera, apuntaló con información para condenar a los mandatarios priistas afirmando que la violencia fue moneda corriente para demostrar el poder, transgrediendo los derechos de la gente.

Por siglos el hombre se ha creído civilizado, sin embargo y por sus obras se ha evidenciado que no es otra cosa que un animal. Las bestias, esas que creemos que no tienen raciocinio nada más porque no hablan nuestro idioma, a dos o tres golpetazos se tornan domesticables. El ser humano no. La experiencia que tiene la humanidad no nos ha enseñado a aprender de los errores del pasado, en particular de los históricos. La fe y la política no es conversación de sobremesa pues siempre terminará en penosa contienda. México en particular no ha aprendido nada de sus propios golpes históricos. Solemos espantarnos por esa época revolucionaria en la que los líderes políticos se asesinaban unos a otros para adueñarse del poder. Hoy no hay mucha diferencia. Se nos fue Colosio y Ruiz Massieu, se nos han ido alcaldes tras alcaldes en tierra caliente michoacana y otros estados del país y ¿quién ha hecho algo para pararlo? La criminalidad y la corrupción son algo adherente a esa naturaleza que hemos adaptado porque alguien nos ha dicho que te defiendes, te aprovechas o abusas si no deseas que abusen o se aprovechen de ti.

Sean falacias o hechos reales, hoy existe una notable vorágine de especulaciones poniendo muy en duda la moralidad de los religiosos y la dignidad de los políticos. Nada más sabio que aquella notable frase del nazareno de que Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios y la expresada por el mismísimo Juárez sobre que el respeto al derecho ajeno siempre acarreará la paz.

Todo cae por su propio peso.El ser humano es codicioso y sexual por naturaleza. Si el gobierno es culpable de corrupción o la iglesia de calenturienta levedad sexual, tarde o temprano se descubrirá. Se es inocente hasta que se demuestre lo contrario, aunque para fortuna nuestra, poco a poco se han ido abriendo las cloacas de las que, aunque ya lo sabíamos, han ido emergiendo sacerdotes copulando con varones y políticos burlándose del pueblo.

Qué insoportable ha sido para muchos mexicanos llevar a cuestas esa insoportable levedad del ser que muchos personajes que se han alzado como nuestros líderes han llevado. La maldad nunca ha sido felicidad, así como tampoco ha sido perpetua la maldad del hombre sin ser descubierta. Adieu.

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