Frida Kahlo nació hace 109 años

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FRIDA CON FIGURA OLMECA, COYOACÁN. IMAGEN DE NICKOLAS MURAY DE 1939

Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, más conocida como Frida Kahlo, fue una mujer que marcó la historia, posiblemente porque la vida la marcó a ella también, y de diferentes maneras. Cual ave fénix que renace de las cenizas, esta mujer pudo adaptar los obstáculos del destino en un camino que la llevó a ser una de las artistas más inspiradoras, reconocidas y admiradas del último siglo.

El dolor que abre puertas a un camino nuevo y desconocido

Frida estuvo en contacto con el sufrimiento y el dolor físico desde muy pequeña. Con apenas seis años, sufrió un ataque de poliomielitis que le dejó para siempre la pierna derecha más corta y delgada. Esta enfermedad trajo consigo una infancia solitaria, insegura, marcada por tratamientos, operaciones y limitaciones, lejos de juegos y actividades propias de los niños.

Lamentablemente, este sería recién el comienzo de una serie de infortunios para su salud. Una década más tarde, en septiembre de 1925, sufrió un grave accidente que pudo costarle la vida: el autobús escolar en el que regresaba a su casa en Coyoacán, México, fue arrollado por un tranvía y quedó completamente destruido.

Las consecuencias en el cuerpo de Frida -que tenía solo 18 años- fueron terribles: se quebró la columna vertebral en tres partes y su pierna derecha en once; se fracturó la clavícula, dos costillas, y el hueso púbico; se dislocó un pie y un hombro, y por si fuera poco, un pasamanos del vehículo le atravesó la cadera hasta salir por la vagina. Le sucedieron tres meses de internación, encerrada en corsés de yeso y bajo extrema quietud para poder sanar sus heridas y 32 operaciones quirúrgicas a lo largo de su vida.

Sin dudarlo, el dolor que debió haber padecido esta joven Frida es inimaginable. Pero ella demostró que se puede salir adelante, y no solo eso: que podemos convertir el dolor y la angustia en arte.

Esta muchacha nunca antes había mostrado interés en las artes plásticas de la escuela. De hecho, cuando era adolescente Frida decía que quería ser médica. Solamente había tenido la experiencia de trabajar en el taller de grabado e imprenta de Fernando Fernández, amigo de su padre y quien reveló haber encontrado en la joven habilidades especiales para el arte.

Realmente aquel hombre no se había equivocado. Sin embargo, la historia parece indicarnos que si no hubiera sido por la desgracia del accidente, quizás nunca la hubiéramos visto brillar. Fue durante su larga recuperación que entró en contacto con la pintura y se enamoró de ella… para no despedirse nunca más.

Frida encontraría en el arte una vía de escape, un refugio y una medicina para sobrellevar sus dolores físicos, sus sentimientos, su intensa manera de vivir. La pintura fue su “cable a tierra”, la forma de expresar el amor y la admiración hacia su esposo pero también el arma para defenderse y protegerse de las desilusiones del corazón.

Cada infortunio en la vida de Frida, irónicamente, fue su mejor inspiración. Y cada temática, cada técnica utilizada y hasta cada trazo de sus pinturas, un espejo de sus sentimientos.

El famoso escritor y poeta francés André Breton catalogó su arte como surrealista y lo elogió: “el trabajo de Frida Kahlo es la mecha de una bomba”. Sin embargo, ella nunca quiso cerrarse en etiquetas: aseguraba que pintaba su propia realidad.

“No sé si mis pinturas son o no surrealistas pero, lo que sí estoy segura es que son la expresión más franca de mi ser.”

La mexicana contaba que los temas de sus pinturas siempre fueron sus estados de ánimo, sus reacciones y sensaciones ante cada episodio de su vida. Ella casi siempre era la protagonista de sus obras y según sus propias palabras, su arte fue la forma más sincera y real de expresar todo lo que ha sentido dentro y fuera de sí misma.

Ella también sufrió por amor

La relación de Frida con su esposo, el muralista Diego Rivera, atravesó todo. Fue un amor intenso, pasional, de admiración mutua, al borde de lo enfermizo, con infidelidades de por medio y con encuentros y desencuentros. Se casaron, se divorciaron y volvieron a unirse en matrimonio una segunda vez.

“Sufrí dos accidentes en mi vida. El primero ocurrió cuando me atropelló un tranvía. El otro accidente es Diego”.

Los problemas más significativos en su relación comenzaron cuando vivieron en Estados Unidos, mientras Frida acompañaba a su esposo, quien obtuvo un gran reconocimiento por sus trabajos y había logrado encargos entre las ciudades de Nueva York y Detroit. Sin embargo, ella nunca dejó de extrañar su país.

Después de cuatro años en tierras norteamericanas, la pareja aterrizó en México, como Frida ansiaba desde que se fueron. Nunca pudo acostumbrarse a vivir lejos de su país, era una mexicana orgullosa de sus raíces. Sin embargo, el regreso fue la gota que rebalsó el vaso en la relación: dicen que Diego nunca le perdonó haberlo hecho regresar.

Los conflictos en el matrimonio se hicieron cada vez más frecuentes. Y cuando Frida atravesaba un mal momento sentimental, su mente se confabulaba con su cuerpo agotado y este le volvía a recordar los dolores físicos con los que siempre cargó desde su accidente.

Sin embargo, este no fue el golpe más duro en la pareja. Quizás la mayor desilusión de su vida fue descubrir la infidelidad de Diego con nada menos que su hermana menor, Cristina, con quien tenía una excelente relación.

Renacer tras el momento más doloroso

El accidente del tranvía a los 18 años trajo una consecuencia irreparable para Frida, seguramente la más dolorosa: nunca pudo ser mamá. Las secuelas de sus heridas le impidieron continuar con dos embarazos.

Tardó muchos años en poder asimilarlo y mientras tanto, volcó su angustia al lienzo y la pintura fue su forma de desahogo, aunque también el dolor físico y emocional la condujeron a beber alcohol. Se dice que llegaba a beber una botella de brandy al día.

“Bebía porque quería ahogar mis penas pero las malvadas aprendieron a nadar”

Con estas decepciones -y un montón de otras infidelidades- a cuestas, se cortó el pelo -las mujeres sabemos perfectamente que un corte de pelo es la manifestación visible de un cambio interior- y se fue a vivir sola, tomó independencia y dejó atrás las épocas de esposa sumisa.

En este período Frida se permitió disfrutar de su sexualidad: tuvo varios amantes e incluso vivió amoríos homosexuales. Una vez más, pudo nacer entre las cenizas y con ello logró experimentar una nueva versión de sí misma, más fuerte, independiente y libre. Esta transformación significó un nuevo modelo de mujer para la sociedad de aquel entonces.¿Hubiera sido esto posible sin el empuje de querer levantarse ante esa gran desilusión?

Pero en el fondo nunca logró olvidar a Diego. Con el divorcio definitivo en 1939, Frida quedó sumida en un período de profunda depresión, que fue ¿casualmente? el período en el que dio a luz a sus mejores obras.

Su creación más conocida, Las dos fridas, nace en estos momentos en los que la pintura fue, otra vez, la mejor forma de desahogar sus angustias, sus dolores y acompañar su soledad.

A pesar del divorcio, Rivera nunca se ausentó definitivamente de la vida de Frida. Ella no soportaba estar sin él, y él sin ella, y lo perdonó. Nunca pudo olvidarlo. Y, además, volvió a ser clave para ayudarla a tratar sus problemas de salud de toda la vida -que con el tiempo se iban resintiendo cada vez más- como los dolores insoportables en su columna vertebral, y los nuevos que iban apareciendo, como una infección de hongos en su mano derecha.

En 1940, Frida y Diego vuelven a casarse y aquí sí podemos decir que Frida tuvo sus años más felices y optimistas, tanto en su relación como en su rol profesional, a pesar del dolor físico.

Sus últimos años

Frida nunca pudo sentirse bien del todo… Los dolores la acompañaron durante toda su vida. En sus últimos años de vida, también sufrió de anemia, le volvió a aparecer la infección de hongos y tuvo un grave problema de circulación en la pierna derecha que la llevaron a estar internada durante todo un año.

La internación y su delicado estado de salud no fueron impedimento para continuar con lo que más le gustaba. Frida siguió pintando. Incluso tuvo el entusiasmo y la voluntad de asistir a la primera exposición exclusiva de sus obras en la Galería de arte contemporáneo de la Ciudad de México. A pesar de que sus médicos se lo habían prohibido, allí estuvo presente con el mejor humor en una cama de hospital en el centro de la galería. La exposición fue todo un éxito.

Pero lamentablemente el final estaba cerca. Una infección de gangrena le trajo como consecuencia la amputación de una pierna por debajo de la rodilla y con ello un tormento de dolores físicos y psicológicos que no podía soportar. De esta experiencia surge una de sus frases más conocidas e inspiradoras: “Pies, para que los quiero, si tengo alas para volar”.

Ella misma plasmó en su diario íntimo la “tortura” que padecía y los deseos de quitarse la vida: Frida tuvo dos intentos de suicidio desde la amputación de su pierna. Las últimas palabras de su diario fueron:

“Espero alegre la salida y espero no volver jamás”

Finalmente falleció el 13 de julio de 1954, a siete días de haber cumplido sus 47 años. La causa de muerte oficial fue una embolia pulmonar, aunque no se descarta una posible sobredosis involuntaria de medicamentos.

Frida Kahlo nos dejó su arte pero también un mensaje que siempre es bueno recordar. Esta artista es un ejemplo de resiliencia, que es la capacidad de soportar y recuperarse ante la adversidad y proyectarse en el futuro, incluso de manera tal que es capaz de descubrir cualidades latentes en sí misma que desconocía.

A pesar de haber vivido casi toda su vida en un cuerpo agotado, y por momentos abatido, por el dolor, Frida fue una de las mujeres más fuertes y empoderadas del último siglo. Su nombre se asocia con obras de arte inigualables y también con su fortaleza, determinación y admirable capacidad de salir adelante. Definitivamente, detrás de una gran mujer, siempre hay una enseñanza para aprender.