El nadador Chano Rodríguez sale de una recepción con los reyes de España en Madrid. No ha conseguido medalla en los juegos de Río por 20 centésimas de segundo, pero es una de las caras más famosas de la delegación paralímpica española.
Con 59 años de edad es el deportista más veterano del equipo. A sus fornidas espaldas lleva 16 medallas, ocho de ellas de oro, e infinidad de récords mundiales. En su brazo izquierdo tiene tatuados los juegos en los que ha competido: Sídney, Atenas, Beijing y Londres. Le falta Río, que se tatuará estos días de vacaciones, antes de volver a entrenar.
En Brasil recibió un homenaje en la piscina junto a otro nadador mítico que se retiraba, Clodoaldo Silva. Todos estos honores hacen complicado darse cuenta de lo compleja que ha sido la vida de Chano.
“Sí, perdí la movilidad de las piernas en la cárcel”, cuenta. No llegó ahí por un delito menor. De joven, en la convulsa España de inicios de la democracia, se unió a los GRAPO, un grupo terrorista de ultraizquierda. Fue encarcelado por su relación con varios atentados, entre ellos la muerte de un empresario andaluz. Tras una huelga de hambre de 432 días dentro de prisión, quedó postrado en una silla de ruedas.
El discurso de Chano es poco habitual: “Evidentemente tomé decisiones horribles, pero no puedo volver atrás. He cumplido una condena de 30 años. Pedir perdón como un reflejo cristiano o rutinario no me sale. Eso me parece algo simplista, que no tiene en cuenta el contexto. Yo demuestro quién soy cada día, con mi evolución, mi línea de acción, con el deporte, y tengo que vivir con lo que hice”, explica retorciendo el sobrecito de sacarina que echó a su café.
Después de pasar años en una celda de 10 metros cuadrados, el autocontrol y la disciplina le son familiares. Para mantenerse en la élite deportiva compitiendo contra jóvenes de 20 años vigila su dieta con mimo, se levanta a las 04:30 de madrugada y sigue un entrenamiento de gran dureza. “Empecé a nadar en serio cuando salí de la cárcel en libertad por razones humanitarias. El médico me recomendó hacer deporte para la rehabilitación física y encontré lo mío”, dice.
Chano machaca su cuerpo e intenta que su experiencia sirva de algo. “Me gusta dar charlas a niños y jóvenes. Les explico lo bueno que hay en mi vida, lo que hago, pero también los errores gravísimos que cometí, para que sepan que ante una situación siempre hay distintas opciones. De joven yo no veía más salida que el blanco o el negro, pero siempre pueden elegir, y deben intentar hacerlo bien”, declara.
Su primer éxito deportivo, en Sídney en 2000, ocasionó gran polémica en España. Muchos no entendieron que pudiera representar al país después de haber sido terrorista. Elevaron una reclamación para que le retiraran las medallas, pero el Comité Paralímpico Internacional falló en su favor. “Es de los pocos problemas que recuerdo haber tenido con el tema”, explica: “España para eso es un país generoso. La reinserción funciona. No sé en todos los casos, pero en el mío he demostrado que no soy una fiera ni un peligro. Pagué y sigo una vida que yo creo que es positiva. Y estoy dispuesto a hablar con cualquiera de lo que hice”. A pesar de que el grupo en el que militó fuera de ultraizquierdas, ahora tiene amigos en cualquier ámbito político. En Vigo, la ciudad gallega en la que vive, es un personaje popular, más reconocido por la visibilidad que ha conseguido para el deporte adaptado que por su expediente carcelario.
Ahora el futuro se le presenta incierto. Al no conseguir medalla por primera vez en 16 años, la beca deportiva gracias a la que se mantenía se reducirá considerablemente. “Va a ser más difícil lograr el dinero para entrenarme y vivir, pero lo intentaré”, dice.
Su próximo objetivo es el mundial de natación, el año próximo en México. En estos días difíciles que se avecinan, piensa aplicar el lema que le gusta presentar en sus charlas con los jóvenes que dan sus primeros pasos en la vida: “Aprendí del pasado. Vivo el presente. Me preparo para el futuro”.
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