“Combates de supervivencia”

0
846

El mundo huele a tragedia. Por una parte Corea del Norte se ha ido convirtiendo de a poco en una bola de nieve que ha ido incomodando al orbe entero mientras que por otro, Isis se ha encargado de amedrentar los ánimos universales amenazando con llegar a nuestras fiestas y hacer de las suyas. Ha amenazado con descarrilar trenes, hacer estallar artefactos explosivos, atentar contra la integridad física en conciertos, etc.

En nuestro país odiamos el saber que Elva Esther Gordillo quedó libre en lo que ridículamente se ha denominado como arresto domiciliario en su mausoleo de Polanco y el que el abuso y criminalidad contra las mujeres vaya a la alza. Sin embargo, dentro de todo eso que nos aturde como ciudadanos de un país democráticamente aporreado, hoy son días de relajación, ensoñación y análisis personal. Si mirásemos al cielo una de esas noches en las que infestado está de hermosas estrellas, nos daríamos cuenta de que algunas fueron creadas para ser admiradas, alzadas en lo alto para brillar sobre todas las demás, ser pintadas por artistas y descritas por poetas. Olvidemos un poco todo eso que hule a tragedia y que únicamente apesta el entorno.

Sin lugar a dudas el mundo ha visto el nacimiento de personajes tan ilustres y valiosos que por su afán de cambiar lo vulgar por lo noble se han convertido en grandes luminarias cuyo fulgor alcanza la más lejana distancia.

Aun cuando nos encanta celebrar fiestas extranjeras como La noche de Brujas, la Navidad y otras solemnidades, los mexicanos somos muy nacionalistas. Nos apegamos en mucho a lo que creemos y aceptamos tanto el infortunio como las bendiciones. Nos enorgullecemos de haber sido el territorio perfecto para el nacimiento de grandes culturas; nos pavoneamos de ser la cuna de grandes maestros de la música, la pintura y otras artes; nos afanamos en dar a conocer al mundo que tenemos hermosos litorales, mucha pesca, playas hermosas, lindos bailes regionales y un corazón bien abierto para recibir a todo extranjero que quiera venir a relajarse el cuerpo y el alma… somos simplemente unos nacionalistas de corazón. Creo que eso mismo conlleva a que nos pongamos con los pelos de punta cuando alguien se refiere a México en términos negativos. Nos ofendemos y creemos que esas adjetivaciones son por demás injustas. Queramos o no y aun cuando se dice que acá en México somos bien machos, el coraje se nos pasa bien pronto y ya para cuando acordamos ya estamos perdonando y volviendo a abrir los brazos en son de amistad, así somos de nobles.

Amamos México con todo y lo que la corrupción ha hecho de ella. Lo vemos reflejado en nuestras fiestas patrias, en ese gozo que nace del sólo escuchar los nombres de nuestros héroes de antaño poniéndonos emocionados bajo esa lluvia de luces pirotécnicas. México es nuestro, amigos míos, no dejemos que nada ni nadie nos lo quite de las manos. No olvidemos que el nacionalista se entrega no únicamente de palabra, sino de corazón, con un exaltado sentimiento chovinista. Hoy por hoy el combate que enfrentamos (porque aun cuando el ejército actúa más personalmente es una lucha de todos) contra la delincuencia organizada nos ha puesto a pensar mucho llegando al extremo de maquinar condenas de muerte a quienes cruelmente torturen a otros. Eso nos empuja invariablemente a darnos cuenta que nuestro patriotismo está a la baja. Me viene entonces a la mente las grandiosas palabras de un gran personaje de nuestra historia y que pecaría de no mencionar su nombre: Francisco Ignacio Madero. Él dijo:

 

«Mi lucha tiene por objeto conquistar para mi patria la libertad, única que nos permitirá que nos salvemos de la decadencia moral que todo lo invade y que podamos legar a nuestros hijos una patria próspera, feliz, grande, un medio en donde puedan desenvolverse libremente, evolucionar con facilidad a fin de cumplir con sus grandes destinos»

 

Sin vacilación alguna es este un anhelo muy puro y alejado de egoísmo por parte de alguien que en su intento por llevar al país a un estado de sobriedad política y económica perdiera la vida en un solitario callejón de Lecumberri a un costado de la penitenciaría en La Ciudad de México.

Qué ansia de lucha tan distinta al que tuvo en su tiempo Adolfo Hitler. Claramente descrito en su libro “Mi lucha” el estratega buscaba conquista, poder, gloria personal en un ideal perverso en el que buscaba conquistar Alemania y, más tarde, Europa. MeinKampf (Mi lucha) se convirtió en el fundamento ideológico del nacionalsocialismo años después.

Hacer como que no vemos traerá como consecuencia una pérdida total o parcial de nuestra libertad como ciudadanos. Habremos de olvidarnos de las tardes de paseo por miedo a ser atacados;  de los tiempos de esparcimiento familiar en los sitios de recreo y hasta de salir al cine por el toque de queda.

Ahora que los tiempos decembrinos se nos presentan tiernos y cargados de buenos deseos creo que debemos aferrarnos a lo que creemos espiritualmente. Rezar y obrar. No dejar todo en manos de Dios porque bien sabido es que sin obras aun cuando nos demos golpes de pecho Dios no actúa.

Ahora que se acercan las fiestas navideñas y de fin de año quisiera invitar a la deliberación íntima, sí, como cuando llega La Semana Santa y pensemos en lo cristianos que somos. Ya lo dijo San Agustín cuando sabiamente escribió «No vallas mirando fuera de ti, entra en ti mismo, porque la verdad habita en el hombre interior». Cavilemos muy dentro de nosotros pues todo eso es muy nuestro y mucha sangre se ha derramado para permitir que ahora yo escriba y que usted lea. Luchemos de diario contra los obradores de toda maldad para que así gocemos nuestras fiestas grandes con júbilo. Divirtámonos desde el principio sanamente y en familia. Aguardemos  La Noche Buena y echémonos a nuestros hijos al hombro, démosle la mano al conyugue y gocemos dela Navidad. Eso seguramente nos hará mucho más mexicanos, mucho más humanos, mucho más hermanos y claro, una dura barrera que impedirá que aquellos que buscan nuestra destrucción sean definitivamente apabullados… sea pues nuestra lucha un verdadero combate de corazón. Y es que no hay mejor lucha que aquella que realizamos por lo que más amamos, esto es: Patria y familia.

Cierro esta columna con el deseo puro de que estos tiempos decembrinos estén colmados de momentos tan memorables y divertidos que puedan llenar álbumes de fotografías que en el futuro nos alienten a seguir valorando la familia. Feliz Navidad a todos y feliz año 2018.