“Coahuila, adicta a la esclavitud”

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Seamos sinceros, en Coahuila existe la esclavitud porque el gobierno así lo ha dispuesto. Lo dispone desde el momento en el que los oídos se le llenan de cerilla y los ojos de legañas. Desde el momento mismo en que no le dan la importancia debida a algo que brota como lava volcánica. Todos saben que en Coahuila existen campos de exterminio. Claro, son laborales, pero tras el maltrato y la vejación la conclusión no puede ser otra que la demolición.

Con un gobierno cuya corrupción ha brotado por años y años en este estado, sin duda alguna el tema de la esclavitud es asunto nimio, insignificante, ni al caso de tratar, pérdida de tiempo.

A lo largo de la historia coahuilense esta aberrante situación se ha repetido sin que nadie tome la espada y la desenvaine. Tal vez existan intereses de por medio.

Coahuila es un territorio que lejos de parecer desértico y carente de nadas, es tan productivo en una gran diversidad de vegetales que se ha requerido la mano de obra proveniente de otros estados.Curiosamente nos quejamos del abuso del cacique norteamericano en la colecta de vegetales sin saber que aquí, en pleno México, la esclavitud y el abuso está a la orden del día. Gente proveniente de estados como Hidalgo, Oaxaca, San Luís Potosí, Veracruz, Tabasco y otros han llegado a territorio coahuilense con la grandiosa promesa de un buen pago, alimento y un sitio dónde dormir. Claro, todo se les da, pero no como había sido originalmente prometido. Sus familias de origen jamás reciben un peso pues los caciques, amparados por un gobierno que se cubre los ojos o vira el rostro fingiendo ignorancia, sólo les dan entre doscientos y quinientos pesos a la semana para comprar lo básico en tiendas que ellos mismos han creado. Muy al estilo de las tiendas de raya de la época porfiriana, los trabajadores, que sólo desean laborar para alimentar a sus familias, muy apenas logran sustentarse a sí mismos. Se les confiere un sitio dónde dormir, pero está lejos de ser cómodo pues los alacranes, cucarachos, ratones y otros animales rastreros los acosan. La humillación es tanta que hasta para hacer sus necesidades fisiológicas tienen que ir a despoblado. No hay protección ante los calores caniculares de casi 50 grados ni los del frío con menos diez. Se trabaja sin importar el clima. Se ha de tener la producción planeada sin importar quien muera en el intento.

Hace unos días la mirada pública se posó en un rancho del ejido Benecio López Padilla, ubicado en el municipio de General Cepeda. Su propietario, un tal Siller, vaquero de posición acomodada fue centro de atención por ser acusado de abuso laboral contra seres humanos provenientes de otro estado de la república.De entrada el apellido Siller huele a poder. Huele a pago y déjame en paz, a déjate de tonterías y mándame otros más de Zacatecas o de la huasteca. Huele literalmente a corrupción.

En su propiedad fueron encontrados en situación de hacinamiento infrahumano una veintena de veracruzanos. Con la piel casi pegada a los huesos respondieron a las escrutadoras preguntas de la prensa que evidenciaron la vida de miseria de los pobladores de Tantoyuca, de donde fueron traídos con engaños hasta la entidad fronteriza. Se dedicaban a la pizca de tomatillo, chile habanero y otros vegetales.

Hartos del abuso y de vivir ya ni siquiera como un animal, buscaron a escondidas a la autoridad. Luego de un épico escape lograron encontrar quién los socorriera. Entre los esclavos había una docena de menores que trabajaban al ritmo de un adulto y cuya apariencia evidenciaba una notable desnutrición.

Sobajar a un ser humano es sencillo cuando se tiene el dinero y un arma cargada en la mano. El hambre obliga a ceder, a dejarse humillar con tal de tener un trabajo, no importa lo que se tenga qué hacer. Importan los hijos, la esposa, la familia que en la lejanía espera un giro telegráfico con el dinero para la despensa. Cuánta impiedad habita en el corazón de todos esos rancheros adineradosque gritan al padre frente a los hijos, que manosean a la cargadora de tomates sin importar que su esposo se encuentre cerca, que abusa sexualmente del niño jornalero sólo porque es él quien le da de comer, casa y trabajo.

Qué lejos estamos de la esclavitud descrita en los libros de historia y que tan cerca la tenemos. Matamoros, Ocampo, General Cepeda, Boquillas del Carmen. Ni cómo olvidar a los menores de edad que recogen carbón en tajos abiertos por unos cuantos pesos y a las mujeres que sedientas recorren la sierra en la pepena de chile piquín.

La esclavitud se eliminará cuando el ser humano entienda que nadie tiene el derecho de vulnerar a nadie, que es tiempo de reconciliación y de distribuir las ganancias en manos de todos. Sólo un gobierno inteligente y humano podría erradicar de tajo esa actitud tan ancestral y denigrante como lo es el querer obtener de los demás el beneficio de sus fuerzas y sus virtudes para nuestro placer. Adieu.

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