Sin duda alguna una de las fechas más importantes y que tanto aguardamos los mexicanos es el Día de Muertos. Una porque nos encanta el jolgorio y el disfrute familiar y otra porque es una oportunidad para reencontrarnos, aunque sea en los recuerdos, con quienes se han extinguido. No hay nadie en todo México que no tenga a quien llorarle y si no lo tiene se lo inventa, todo con el propósito de cumplir ese tipo de manda que es el ir y visitar cualesquiera de los cementerios de nuestra ciudad para celebrar con tequila en mano la fiesta de los muertos en comunión con los vivos.
Esta festividad es como la Navidad y el día de Reyes, no existe la magia si no se cree en ello con todo y que se tengan treinta, cincuenta o setenta años. Si no se experimenta esa sensación decoexistencia con los muertos al tiempo de dejar ofrendas florales en los sepulcros ymientras se pasea por las angostas callejuelas del cementerio mientras se come un buen elote bañado en chile y queso, entonces este día en definitiva es como cualquier otro.
Día de muertos, pasión y locura; diversión y desenfreno; enajenación y frenesí, justificación para el dolor y el vicio. Todo se argumenta cuando se ama al que se ha ido y se celebra con los que se quedan. No nos importa quedarnos sobre la tumba y amanecer a un lado de las cazuelas de tamales y frijoles charros. No nos importa que nos digan que hicimos desmanes en la víspera pues al fin y al cabo siempre habrá licencia para pecar y disfrutar pues sabemos que al amanecer y cuando menos acordemos, ellos ya se estarán yendo a sus sitios de reposos para otra vez quedarnos solos.
La muerte les llega a algunos como un castigo, a otros como un sorpresivo regalo y en el mejor de los casos como un oportuno favor a un resto.Eladvenimiento de la muerte a veces llega bajo aviso o de modo inesperado. Con todo y eso el abatimiento que se cierne sobre las almas de los que se quedan es tanta que parece infinito. La espera que conlleva el duelo y laconsiguientereparación emocionaldel dolor suele ser para algunos muy corto, largo para otros y en muchos casos, perpetuo. Sea del modo que fuere siempre se guardará un luto que aunque no externemos, nos conmueve de cuando en cuando.
A propósito de Día de finados hoy México le da la bienvenida a los muertos, pero también a las muertas. Hoy México le llora a las cientos de mujeres que han perecido a manos de hombres violentos; igual le llora a los muchos periodistas que han expirado a causa de la ira del mal gobierno o por turbias manos criminales;le guarda luto a los mineros que han quedado bajo tierra así como a los que recientemente perecieron en el pasado sismo e inundaciones en diversas partes de nuestro país.… pero también hay quienes lloran por la falta de justicia. Por los hombres y mujeres que han pasado a otra dimensión víctimas del crimen organizado.
Noviembre es cempasúchil, gladiolo y garra de león, mes del color, del frío y de la nostalgia. Mes en el que cualquier guitarrazo puede ser el detonante al rompimiento de una delicada herida ajustada muy débilmente con una sola puntada y que al toque de un viejo recuerdo, bien podría causar un doloroso estropicio.La celebración del también llamado Día de difuntos suele ser para muchos lo que la Navidad es para otros. Un tiempo de reflexión sobre lo que somos y de las razones por las que hemos venido a dar a este extraño planeta. Cierto es que mientras pisamos terrenos en los que yacen muertos aguardando que velemos junto a ellos, también existe la certeza de que muchos de los vivos que nos rodean y que se topan con nosotros en las concurridas avenidas de los cementerios, están más muertos emocionalmente que los que están bajo tierra. No es difícil detectar a un difunto entre los vivos. Los semblantes y sus escasas conversaciónes muchas veces lo expresan todo. La causa de su muerte bien puede ser la pobreza y la falta de oportunidades para desarrollarse. Y es que es una necedad decir que lo que le pasa a tal o cual persona es algo que tiene bien merecido a causa de su falta de pericia. El destino es coqueto con algunos y funesto para otros y sabiendo esto bien dispuestos deberíamos de estar para estar atentos al dolor ajeno.
Hoy en nuestro país existen muchas poblaciones en los que se han plantado vivos que han sido llevados a la muerte. Poblaciones en Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y otros Estados en los que el manejo de la droga o el tráfico humano han llegado a un punto de perdición y venganzas tales que de a poco se han ido encontrando cementerios clandestinos en los que se encuentran cientos de cuerpos a los que nadie irá a ponerles flores y mucho menos a llevarles mariachi.
No podemos explicarnos el hecho de que otras naciones vean la muerte como algo que no se menciona en la sobremesa y mucho menos en las reuniones familiares. El tema es un tabú peor que la masturbación en el ser humano y las fantasías que algunas mujeres casadas tienen con hombres que nos son sus maridos. Tratar el asunto es casi una grosería pues el fallecido se ha ido y se ha de ocupar de la vida olvidando la muerte. Nosotros, como buenos hijos de Mictlantecuhtli amamos llevar ofrendas y reafirmo la tesis de que el que no tenga a nadie a quien llorarle puede llegar hasta inventárselo con tal de formar parte de esta gran fiesta en la que las calaveras de azúcar, el pan de muerto, las cañas, el champurrado y los tamales son algo imprescindible. No hay país en el mundo que sea tan jocoso como el nuestro, sí, un territorio que cree que toda una turba de espíritus del más allá vienen en excursión al más acá a comer casi con glotonería todo eso que hemos tardado horas en preparar.¡Vaya que sí es una reverenda locura!, pero qué locura tan hermosa es esa que nos hace sentir mucho más humanos y consolados.
Podremos ser el más humilde o el más encumbrado de los seres humanos, pero lo que sí es cierto es que lo mucho o lo poco que tengamos, indudablemente pasará a la hora de nuestra muerte a otras manos, pero lo que somos como personas es algo que nos llevaremos a cuestas y será nuestro eternamente. Adieu.
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