“A prian muerto, fuga de garrapatas”    

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Una vez mi abuela me dio tremenda regañada al encontrarme curioseando la muerte de un perro que había durado un par de días agonizando. Lo hizo al darse cuenta que una enorme migración de garrapatas salían de entre el pelambre de la bestia muerta.La cantidad de ácaros era tan impresionante que fue por una soga y con la valentía que sólo una abuela ochentera podía tender, lo ató del pescuezo y lo arrastró monte adentro. Yo iba tras de ella conduciendo una pesada carretilla con cal que terminó siendo su tumba.

Algo muy similar les sucedió al PRIAN. Primero comenzó a apestar y poco tiempo después, a despedir toda una plaga de ácaros buscando ponerse a salvo.

Hablar de cambios es cosa delicada. Recordemos el desganado gobierno de Ernesto Zedillo, ese que fue colocado en la silla presidencial más a fuerza que con ganas. Con la lamentable muerte de Colosio, Zedillo llegó a los pinos amasando fortuna y labrando un sexenio mediocre. Tan inesperado fue su llamado al gobierno que ni tiempo le dio para hacer promesas de salvación nacional. Bien podríamos decir que es el único presidente que no necesitó de una teatralidad electoral para llegar al poder. Llegó como un vagabundo que se encontró un buen billete de lotería que al canjearlo lo volvió poderoso de un día para otro.

La falta de pericia del economista y político capitalino causó que su sexenio fuera calificado como el peor de la historia para el gobierno tricolor. Tanta fue la mezquindad nacional durante ese tiempo y la duda sobre si habrían sido los mismo priistas los culpables de la muerte del candidato tijuanense en Lomas Taurinas, lo que hizo que la votaciones del 2000 fueran diferentes.

Aparece en escena un candidato panista de Guanajuato, vaquero todo él. Alto, porte enérgico, mirada segura y expresiones creíbles. Se fue metiendo de apoco expresando que el tiempo del cambio había llegado. Por su parte el PRI entró con un Labastida Ochoa tan desabrido como una fruta fuera de temporada.

Y vinieron las cientos de promesas de gobierno foxista emocionando a toda la patria. Eran juramentos tan creíbles que los mexicanos no dudaron ni un poquito en hacer de aquellas votaciones algo notables e históricas. No cabía en el corazón de los ciudadanos el hecho de que por fin esa dictadura disfrazada de democracia sería vencida luego de setenta años de torturas.

Las muchas batallas de la revolución mexicana no fueron tan sangrientas como la del PRI contra el PAN en aquella época. Con mucha delantera el blanquiazul se coronó matando a una vieja y poderosa bestia tricolor liderada por un individuo que había abierto las alas para hacerse un nido lo suficientemente poderoso en Suiza.

Muerta la bestia salinista, las pulgas y garrapatas comenzaron a huir del animal intentando ponerse a salvo de las amenazas de un Vicente Fox que con su apariencia agraria y facciones recias amenazaba con arrasar de la faz del país a todo priista que se le pusiera enfrente.

En poco tiempo el foxismo fue sentándose ante la realidad de un país en crisis y por la enorme cantidad de problemas nacionales, pero eso no causó que se perdiera totalmente la fe en el panismo. Tal cosa llevó al triunfo a un Felipe Calderón. El sexenio calderonista estuvo manchado por un manto de sangre que cubrió la patria a causa de la lucha encarnizada del gobierno por eliminar al narco.

Aterrorizados por la ola de violencia, la nación entera perdió en un santiamén la fe en un partido tricolor y en un blanquiazul que tenían el pie al cuello de la patria.

De a poco, México, que siempre ha sido un país con ciudadanos de mucha fe, comenzó a escuchar, primero, las promesas e ideas de un tabasqueño que enarbolaba una bandera con la efigie de héroes nacionales que terminaron convenciendo a una nación entera.

Ante el horror de convertirse en minorías, el PRI y el PAN crearon el famoso PRIAN, una mezcla tan corrupta como el negro Durazo, máxima expresión de maldad.

MORENA, liderada por Andrés Manuel López Obrador, arrasó por mucho a sus oponentes. Y empezó la pestilencia de un Prian muerto despidiendo pulgas y garrapatas. El senado se llenó de morenistas y los que por sexenios habían chupado la ubre del país yazorrillado a los conciudadanos, comenzaron algunos, a suplicar una oportunidad y otros, a huir como garrapatas.

Hoy por hoy no sabemos el futuro ante un nuevo gobierno, pero lo que sí sabemos es que la nación sobrevive por la fe incrustada en el alma de los mexicanos. Cree porque debe hacerlo. Dejar de soñar, de anhelar lleva sólo a la amargura y para eso, para eso ninguno, desde Tijuana hasta Mérida, fue hecho. Adieu.

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