“20 años sin ti Lady Di”

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Tenía veinte años hace ya dos décadas cuando aquella bella princesa a la que coleccionaba en collages, juguetes y cuadros colgados en las paredes, cruzó la dimensión de lo desconocido. El modo en el que sucedió y las causas que lo originaron no le cayeron nada en gracia a quien ahora escribe cuando de ella no veía otra cosa que nobleza y servicio. Como todo un fan de su persona, por aquellos tiempos escuchaba la música que ella oía con una loca pasión idealista.Antes de partir a mis labores almorzaba escuchando los Eagles, Dylan y Paul Simon. Al mediodía comía acompañado del talento de Mozart o Beethoven y por la noche, cuando era momento de soñar y recordarla todavía más, no podía faltar ‘Annie’sSong’ de John Denver. No sé cuántas veces escuché esa hermosa y ahora solemne canción del cantante estadounidense que para colmo de males, muriera dos meses después que ella cuando pilotaba un avión experimental.Sediento de fervor devoré con una hambruna implacable “In pursuit of love” del escritor Andrew Morton y “Las crónicas de Diana” de Tina Brown y quien sabe cuántas biografías autorizadas y no autorizadas más.

​Han pasado muchos años y pareciera que fue ayer cuando de golpe se anunció que la princesa Diana había muerto en un accidente automovilístico en los márgenes del rio Sena mientras conducían al interior del ahora mítico túnel francés de L`Alma. Tras ser asediada por un grupo de paparazis e intentando huir de ellos, tanto ella como su pareja Dodi Al-Fayed y su chofer de cabecera, Henry Paul, perecieron tras impactarse al interior del túnel. Para los que estábamos lejos no nos restó más que depender de la televisión para seguir el cortejo fúnebre y guardar a distancia el debido luto.  Los que nos tocó vivir esa época de la historia fuimos testigos de esas escenas en las que cientos de millones de personas le lloraban a esa hermosa chica de sereno y tierno semblante; esa mujer tan fuerte y a la vez tan vulnerable; una dama a la que era casi imposible no cederle el paso, darle la primera copa de vino o hacerla pasar a la mejor tienda de ropa y que se probara hasta el último vestido aunque no comprara nada. Siempre era un orgullo verla internarse en tal o cual tienda de modas en las que por el simple hecho de entrar, se convertían para siempre en tiendas de prestigio.

No fui el único enfurecido por el hecho de que la corona inglesa se negara a ofrecerle exequias fúnebres dignas de su rango. Presionados por las protestas de los afligidos ciudadanos cuyo lloró inundaba el ambiente, la corona cedió y efectuó un acto cargado de solemnidad y honores. Ni como olvidar a un Elton John interpretando al piano Candle in thewind, esa hermosa canción reescrita por BernieTaupin para la ocasión… ¿quién no lloró ante el arribo intempestivo de esos acordes asesinos partiéndole el corazón a todo el planeta?

La muerte de Lady Di sin duda fue tan dolorosas y devastadora como lo fue en su tiempo la de la muy querida Eva Perón en Argentina. En ambos casos y durante la procesión fúnebre, las calles se llenaron de admiradores en el día y durante la noche los clamores se escuchaban como un rumor a cientos de kilómetros. Los regalos y detalles florales anegaron sus sepulcros y la radio y la televisión no difundían otra información que no tuviera que ver con sus vidas.

El dolor, cuando se pierde a un ser amado rebasa cualquier comprensión revelada con los estudiosos de los estados de ánimo. La gente les lloró mares con todo y que un porcentaje muy elevado nunca tuvieron contacto con ellas. Damas que irradiaban luz a su paso y no causaban otra cosa que sentimientos benignos.

Tal vez no sea el único al que le desagrade el príncipe Carlos por haber tenido la osadía de haber engañado a la princesa Diana con Camila Parker, pero de igual modo muchos al igual que yo amamos esa noche en la que nuestra princesa usó ese vestido negro de seda que ella había guardado, tal vez, para utilizarlo en la mejor ocasión.

“TheRevengeDress”, en español “el vestido de la venganza”, tal como fue conocido tiempo después, fue llevado por Diana a la fiesta de verano de la SerpentineGallery de 1994 el mismo día en que el príncipe Charles confesó haber mantenido un romance con Camila Parker Bowles, duquesa de Cornualles. La prenda, que estaba hecha de seda negra, había sido confeccionada por la diseñadora griega Christina Stambolian, y en principio fue considerado como demasiado atrevido por la corona. La princesa lo mantuvo a resguardo justo hasta ese día en el que a último momento dejó de lado la prenda establecida para portar la que siempre había soñado.

Se veía tan plena y entera con todo y la revelación de su marido. Pero Diana tenía un deber público con lagalería Serpentine, y mientras que muchos reprobaron su descarada pero al mismo tiempo elegante manera de vestir, ella gritaba a los cuatro vientos su libertad. Es fecha que nadie duda que haber vestido así fue su mejor decisión. Camila Parker no le llegaba ni a los tobillos a esa dama que arrebataba miradas y fue inevitable que el mismo Carlos detuviera su vista en ella ante el enojo de una Camila apañada y avergonzada.

¿Qué he hecho? Tal vez se preguntó el príncipe al dejar escapar a semejante mujer.

Por otra parte amé ver esas fotografías en las que la princesa bailaba con John Travolta en aquella visita a los Estados Unidos. Entusiasmada de que el actor de Vaselina estaría ahí en la Casa Blanca, le pidió a la entonces primera dama del país, Nancy Reagan le permitiera conocerlo. Luego de degustar de los alimentos la esposa de Ronald Reagan buscó el momento perfecto para hacerlo y cuando así sucedió, la princesa Diana bailó con él por más de media hora. Trato de imaginar y ojalá y así hubiera sido, la cara de idiota del príncipe Carlos… y es que ese vestido ¡Por Dios! Una bella creación de alta costura nada más y nada menos que de Víctor Edelstein, ese londinense que aun y cuando ya tenía fama como diseñador, hoy se le recuerda por haber sido el héroe de aquella noche en la que nuestra princesa escandalizó a toda la Casa Blanca con ese vestido de terciopelo de tinta azul.

Ya lo expresé al principio, tenía veinte años cuando aquella bella aristócrata se fue sin despedirse y hoy, escasos de princesas reales, nos hemos conformado con marionetas del haber político que visten bonito pero carecen de ingenio y belleza natural. Son veinte años, Lady Di y el mundo te sigue emulando como si estuvieras viva tal vez con la esperanza de que todo haya sido una pantomima para esconderte en algún lado del mundo y dejaras de ser tú, esa Diana que hacía lo que le apetecía y enloquecía a quienes siempre buscaron reprimirte… serán peras o serán manzanas, pero de que muy difícilmente volveremos a ver en este planeta a una princesa tan real y fina como Diana, eso sí que está en chino. Adieu.

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